¿Qué te espera en la cuarentena?
En las seis semanas que siguen al parto (puerperio o cuarentena) el cuerpo vuelve a la normalidad. Son días de cambios y algunas molestias pasajeras.
Por mucho que la matrona del curso de preparación, tu madre o las amigas que ya han sido madres te hayan avisado, el posparto siempre resulta un poco desconcertante. Calambres abdominales, pechos hinchados, pérdidas de sangre en las más variadas tonalidades… Te explicamos qué es normal y qué no, para que puedas detectar cuanto antes, posibles complicaciones.
Entuertos
El útero tiene que encoger de los 30-33 cm que mide al final de la gestación a los 7-8 cm que mide habitualmente. Lo consigue gracias a los entuertos unas contracciones que ayudan a cerrar los vasos sanguíneos que irrigaban a la placenta durante el embarazo y que pueden resultar más o menos dolorosas (algunas mujeres ni las notan) y otras (por fortuna, las menos), lo pasan fatal. Con el primer hijo suelen ser más frecuentes y luego van disminuyendo hasta desaparecer, pero no es una regla fija.
El dolor de los entuertos suelen durar dos a tres días. Las molestias pueden aumentar cuando se pone al bebé al pecho, ya que la lactancia estimula la liberación de oxitocina, hormona que desencadena las contracciones.
Si no remite: pueden indicar que la placenta y las membranas no se han expulsado en su totalidad y/o que existe una infección.
Loquios
El cuerpo expulsa los restos de sangre y tejidos que quedan dentro del útero, a veces en forma de coágulos. Estas pérdidas de sangre se llaman loquios. Al principio son rojizos y conforme pasan los días se van volviendo más claros, de color rosado. Suelen durar unas cuatro-cinco semanas y tienen un olor característico, que no llega a resultar desagradable.
Vigila si: son demasiado abundantes, duran más de 40 días o huelen mal, porque pueden ser indicio de infección.
Dolor en el pecho
Si hay una parte del cuerpo que acusa los cambios de la maternidad, esa son los senos: tirantez, hinchazón, grietas, dolor... La lactancia es algo natural, pero no siempre resulta fácil, porque también es algo nuevo y la madre y el bebé tienen que aprender a hacerlo juntos.
Tras el parto las mamas aumentan de tamaño y, durante los primeros días (por la llamada subida de la leche), hasta que la lactancia se regulariza, se hinchan y se ponen duras y sensibles. La subida de la leche puede provocar dolor y tirantez, y si el bebé no mama bien (al principio es habitual que se duerma al pecho o que no succione correctamente porque la postura no es correcta), el pecho puede congestionarse. Esta ingurgitación se puede aliviar con calor húmedo (compresas o paños calientes sobre el pecho) y masajes. Para que no vaya a más y hasta que la lactancia esté bien establecida es importante vaciar bien el pecho, si hace falta con ayuda de un sacaleches.
Si el dolor no se pasa: conviene consultar con un experto en lactancia o con la matrona, ya que puede deberse a que el bebé no mama bien y el pecho no se vacía correctamente.
Sofocos
Puedes tener episodios transitorios de sudoraciones, por los desajustes hormonales del posparto y los cambios de temperatura que se dan en la lactancia (la producción de leche puede aumentar la sensación de calor).
Consejo: evita los ambientes sobrecargados.