Ser Padres

Salud Mental: cuando ser madre lo puede todo

Pasamos una tarde en Casa Verde para conocer cómo ayuda este programa de Fundación Manantial a madres diagnosticadas en la crianza de sus hijos.

Nadie nace sabiendo ser madre. Pero cuando el instinto de protección se lleva dentro la crianza se convierte en un puzzle en el que poco a poco van encajando las piezas. A Gema, Verónica y Gema M. les sucedió exactamente eso. Las tres tienen en común el apoyo que ellas y sus hijos reciben por parte de Casa Verde: el programa sobre trastornos emocionales y conductas de Fundación Manantial que apoya a las madres y sus hijos hasta los cinco años de vida. El 10 de octubre, se celebra el Día Mundial de la Salud Mental que este 2017 celebraba su 25 aniversario y cuyo lema ha sido “Trabajar sin máscaras. Emplear sin barreras”. Por eso, el relato de estas tres madres, y del personal de Casa Verde, cobra protagonismo para demostrar que el amor hacia los hijos es una fuerza sobrenatural que lo puede, prácticamente, todo.

Después de tener a sus hijos, Gema cuenta que se sintió completa porque “ya tenía alguien en quien pensar, de quien ocuparme”. Hace más de 10 años le fue diagnosticada esquizofrenia paranoide pero ella cuenta que la valoración de la enfermedad no fue la correcta: “Yo tenía una depresión a causa de los desprecios que mi marido me hacía y eso derivó en que trataron mi enfermedad como una esquizofrenia”.

Su marido utilizó este trastorno durante la separación de ambos alegando que podía matar a sus dos hijos. “Después del juicio, en el que mi marido me quitó a mis hijos, yo miré a mi abogada y le pregunté: ‘¿qué tengo que hacer para recuperar a mi hijos?’. Me dijeron: ‘Ve al médico, admite que estás mal, cuídate y tómate la medicación todos los días aunque creas que no la necesites’. Y eso hizo. En el Centro de Atención a la Familia le hablaron de Casa Verde y comenzó el camino hacia su recuperación: “Si no llega a ser por ellos no hubiera conseguido nada. Estaría tirada por la calle, sería un despojo de la sociedad. Mi aliciente de vida son mis hijos. He tenido muchas críticas porque no entendían como teniendo un problema psíquico se me ocurría tener hijos. ¿Que necesito más ayuda? Sí. Pero eso no me hace peor madre”.

Además de quitarle a sus hijos, su expareja le dejó en la calle y con deudas que pagar. En la actualidad, y gracias a haber solventado el dinero que debía, pudo conseguir una casa con la que pasar tiempo con sus dos hijos después de haber superado la fase de los encuentros tutelados.

Maderas parlantes y niños maravillosos

Raquel del Amo, psicóloga y directora de Casa Verde, no duda en explicar en qué consiste su trabajo haciendo referencia al cuento de Pinocho: “Hay mamás que ven un tronco de madera que habla y otras ven un niño maravilloso. Nuestra idea es hacerles ver a algunas de ellas que la madera que habla puede llegar a convertirse en ese niño maravilloso”.

El rango de edad de las madres con las que trabajan va de los 16 años hasta 50 porque lo importante, en palabras de del Amo, “es la edad del niño”. También trabajan con toda la familia; lo hacen mediante terapias individuales y sesiones conjuntas materializadas, por ejemplo, en la Divertarde: una sesión de juegos en familia durante la que tienen lugar estas entrevistas.

Trabajar para reducir el trastorno

A Verónica le detectaron psicosis esquizofrénica con 20 años. Diecisiete años después, con un gesto de bondad que le inunda la cara y su hija correteando a su alrededor, asegura que ha sido consciente de su enfermedad “hace poco” y reconoce que sin su familia no hubiera salido hacia adelante; por eso le recomienda a todo el mundo que luche. Y, es que, llegar hasta aquí, le ha costado: “Cuando me detectaron la enfermedad tenía un 65% y he conseguido reducirla hasta un 39%”, afirma orgullosa.

Está criando a su hija, de poco más de dos años, en casa de su madre: “El padre de la niña me dejó tirada como una colilla y no se ocupa para nada de ella. Le he ganado ya dos juicios. Tengo un convenio regulador con mi hija hasta los cuatros años que, si dios quiere, iré recurriendo para que no me la quiten”.

Del Amo asevera que “las mamás más graves son las que tienen esquizofrenia”. Pero también son las más disciplinadas en su tratamiento: “Para nosotros son las mejores sobre todo si ellas saben que tienen una enfermedad mental y están en tratamiento porque lo primero que dicen es: ‘Yo no quiero que a mi hijo le pase nada’. Son súper bien mandadas”, comenta.

El trauma infantil de la separación parental

“Mi hijo ha tenido muchos cambios: la separación, cambio de colegio, la muerte de mi padre… Un adulto se desahoga hablando pero un niño no puede hacerlo. Por eso él se ha desahogado con la actitud agresiva”. Habla Gema M., una madre que acude desde hace una año a Casa Verde con su hijo, de casi ocho y que llegó aquí derivada desde la Seguridad Social.

Gema M. relata cómo es venir a la Divertarde con su hijo: “Aquí venimos un jueves sí y uno no porque cuando le toca estar con su padre el fin de semana, se va con él el jueves por la tarde y no le trae aquí. El padre de mi hijo tiene una lucha absurda conmigo. Todo lo que pueda hacer por jorobarme a mí, lo hace. Y lo hace mediante el niño. Me siento impotente. Aquí estoy aprendiendo a gestionarlo”. Y continúa: “El niño está loco por el fútbol, le he apuntado a clases. Tiene partido los sábados y cuando le toca estar un fin de semana con su padre no le quiere llevar. Y eso que su padre es árbitro de fútbol sala”

Sobre la ayuda que le está brindando Casa Verde, lo tiene claro: “No sabía qué hacer cuando mi hijo se ponía mal. Cuando de pequeño venía a pegarme le paraba las manos y, algunas veces, dejaba de hablarle. Si seguía protestando y seguía dando golpes, le dejaba que se calmara. Cuando ya estaba mejor, me pedía perdón y me daba besos. Es un niño muy inteligente y sabe lo que hace. Él ha aprendido a controlar su ira. Solo se comporta así en casa; quizá, por su confianza conmigo”.

Con la Divertarde finalizada, Raquel del Amo concluye la jornada con una reflexión: “Si una madre tiene cáncer, nadie se plantea si puede ser mala madre. En cambio, si tiene esquizofrenia todo el mundo se lleva las manos a la cabeza". Y concluye: “La maternidad y la enfermedad mental no están reñidas. Ser madre solo tiene que ver con la capacidad para transmitir amor”.

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