Ser Padres

Parto vaginal: qué puedes esperar

Son muchas las dudas que pueden surgir en el momento del parto, especialmente cuando es la primera vez que vas a tener un hijo. Conocer lo que ocurre en cada momento puede ayudar a calmar los nervios.

Cuando te quedas embarazada, sobre todo si se trata del primer embarazo, es totalmente normal que, a medida que va avanzando, empiecen a surgir dudas y temores relacionados no solo con su evolución y con la preocupación de que todo vaya bien, sino especialmente cuando el parto se acerca. Y es que cada parto es tan único y personal como cada madre e hijo.

Además, incluso aunque ya seas madre, las mujeres pueden tener experiencias totalmente diferentes con cada nuevo parto, de manera que no se parezca en nada al anterior. En cualquier caso, temores a un lado, hay algo fundamental en lo que coinciden muchas mamás: dar a luz es algo que cambiará tu vida, y que te dejará una impresión y unos recuerdos únicos que recordarás siempre.

Evidentemente, quieres que sea una experiencia lo más positiva posible, alejada de temores y preocupaciones varias, y probablemente también desees saber qué esperar.

Las fases tempranas del parto

El saco amniótico es una membrana llena de líquido que rodea al bebé, el cual tiende a romperse antes de que nazca (aunque, es cierto, en algunas ocasiones puede permanecer intacto hasta el momento del parto). Sin embargo, cuando el saco se rompe a menudo es descrito como una “rotura de aguas”.

En la mayoría de los casos la rotura de las aguas suele comenzar antes del parto, o sigue inmediatamente al momento del parto. Y muchas mujeres experimentan un síntoma o señal más que evidente: un chorro de líquido que suele ser transparente e inodoro. No obstante, en caso de que sea marrón, verde o amarillo se debe comunicar con el médico de inmediato.

Las contracciones consisten en el endurecimiento y la liberación del útero, y cumplen con una función esencial a la par que imprescindible: sus movimientos ayudan al bebé a atravesar el cuello uterino. Y suelen sentirse como calambres fuertes, o como presión que comienza en la zona de la espalda, para luego moverse hacia adelante.

No obstante, debemos recordar que las contracciones no se convierten en un indicador tan fiable como se piensa del trabajo del parto. Por ejemplo, sobre todo en el segundo trimestre, es posible que ya hayas sentido las conocidas como contracciones de Braxton-Hicks.

Por tanto, es importante tener en cuenta que, cuando empiezan las verdaderas contracciones de parto, éstas tienden a durar un minuto, están separadas por cinco minutos, y además se mantienen así durante una hora. Si esto ocurre, posiblemente estés en trabajo de parto verdadero.

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Cómo es el parto vaginal

El cuello uterino es una estructura tubular de aproximadamente entre 3 a 4 centímetros de longitud. Consiste en la parte más baja del útero, el cual se abre hacia la vagina. Durante el trabajo de parto la funcionalidad del cuello uterino cambia, dado que al no ser ya necesario mantener el embarazo (manteniendo el útero cerrado), debe dilatarse o abrirse lo suficiente como para facilitar el parto y permitir el paso del bebé.

Así, al final del embarazo es común que se produzcan una serie de cambios fundamentales, como el adelgazamiento del cuello uterino y el ablandamiento del tejido cervical. Eso sí, se considera que el parto activo se encuentra en curso cuando el cuello uterino se encuentra dilatado 3 centímetros (o más).

El trabajo de parto y el nacimiento

Una vez se rompe el saco amniótico (cosa que, recordamos, no ocurre siempre), surgen las contracciones y se dilata el cuello uterino, el canal cervical debe abrirse hasta que la abertura cervical haya alcanzado al menos los 10 centímetros de diámetro, y permita por tanto que el bebé pueda pasar sin problemas a lo largo del canal de parto.

Cuando el bebé entra en el canal vaginal, tanto la piel como los músculos se estiran, y tanto el perineo (el área situada entre la vagina y el recto), y los propios labios vaginales alcanzan el punto máximo de estiramiento.

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Nacimiento del bebé

En este punto, muchas mujeres lo identifican como una sensación de ardor, como que la piel está ardiendo. Por este motivo muchos expertos lo asimilan a una especie de “anillo de fuego”, debido a la sensación de ardor que se siente cuando los distintos tejidos de la mamá se estiran alrededor de la cabeza del bebé.

Justo en este momento el especialista puede decidir si es necesario o no la realización de una episiotomía, que es una pequeña incisión de la abertura vaginal para acelerar el parto, o para evitar -o disminuir- el riesgo de desgarro.

A medida que la cabeza del bebé empieza a salir la sensación de enorme presión comienza a aliviarse, aunque es bastante probable que todavía la mamá sienta dolor e incomodidad.

Es posible que el especialista le indique que, por un momento, deje de empujar mientras se succiona la boca y la nariz del bebé con el fin de eliminar la mucosidad y el líquido amniótico, algo fundamental antes de que el bebé empiece a respirar y a llorar.

Generalmente el médico rotará la cabeza del bebé un cuarto de vuelta, para ayudar a que se alinee con el cuerpo, que todavía se encontrará en el interior de la mamá. Posteriormente le pedirá nuevamente que vuelva a empujar, con el fin de liberar los hombros. Luego, con un último empujón, nace el bebé.

Pero con el nacimiento del bebé no acaba el trabajo de parto. Y es que tanto la placenta como el saco amniótico aún se encuentran en el útero. Y deben ser expulsados, algo que puede ocurrir de forma espontánea o puede tardar hasta media hora.

Dado que el útero tiene ahora el tamaño de un pomelo grande, es posible que debas hacer fuerza para ayudar a la liberación de la placenta. De hecho, es posible que sientas algo de presión a medida que ésta es expulsada, pero no tan intensa como cuando el bebé nació.

En raras ocasiones puede ocurrir que parte de la placenta no se libere, pudiendo permanecer adherida a la pared del útero. Si esto sucede, es necesario extraer las partes de tejido sobrantes, ya que en caso contrario puede ocasionar un sangrado abundante.

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