¿Cuánta agua deben beber los niños?
A veces se aconseja dar varios vasos de agua al día a los niños aunque no la pidan. ¿Pero de verdad es necesario? ¿De dónde ha salido esta creencia?
Últimamente está calando la absurda idea de que hay que beber agua en abundancia para estar hidratado, mucha agua, aunque no se tenga sed. En el embarazo litros y litros, en la lactancia más litros, al bebé también hay que aguachinarle.
Solo si tiene sed
Parece que hayamos olvidado uno de los instintos básicos y una necesidad fundamental de nuestro cuerpo, la sed. La sed es un mecanismo por el cual nuestro organismo nos informa de que hay que reponer los líquidos que estamos perdiendo. Mucha gente no tiene sed porque está bien hidratada, a no ser que esté en Córdoba en pleno agosto.
Beber dos litros o más al día, aparte de ser ridículo, podría estar contraindicado en el embarazo y la lactancia, no porque el bebé flote en un liquido amniótico aguado o la leche se diluya, no, sino porque el riñón de la incauta bebedora de tanta agua sufre y puede causar una complicación llamada hiponatremia (un desequilibrio del agua y las sales) que tiene consecuencias perjudiciales.
La leche lleva mucha agua
Pero el bebé seguro que tiene sed, ¿cómo sabemos cuándo hay que darle agua? La sed la calmarán los líquidos en general, no debemos olvidar que la leche es un líquido, básicamente agua. El bebé no necesita beber agua, sino leche, y si es posible materna. La teta le alimenta y le hidrata suficientemente, no hay por qué embotijarle con la peregrina idea de que tiene que beber más agua. El nene mayorcito, además de leche, tomará otros líquidos, un caldo, una sopa, algún zumo. Se le puede ofrecer agua, pero si no quiere, es porque no la necesita, no hay que insistir.
¿De quién ha salido esta idea de que hay que beber tanto? Pues de quién va a ser, de los que venden agua en botella, una potente industria que nos ofrece las delicias del grifo envasadas. El mensaje ha calado en publicidad e incluso en recomendaciones de salud patrocinadas. La verdad es que no hay ningún estudio de calidad que no haya sido financiado por las empresas productoras que avale la necesidad de atiborrarse de agua, ni que eso sea bueno para nada.
Un ejemplo: a ningún deportista se le ocurre beberse dos litros de agua antes de la competición o el partido. Todo corredor de fondo sabe que tiene que beber cuando empieza a tener sed, no antes, porque en esos momentos previos a la aparición de la sed la adrenalina se activa más y rinde mejor. En cambio, un exceso de agua en la tripa hace que esté pesado y lento. El agua, tal como entra, sale, y no es rara la consulta de niños meones por la manía de beber y estar superhidratados. La necesidad patológica de beber (potomanía) agua puede estar inducida por estos mitos.
Como bien decían las abuelas, tanta agua ensucia el estómago del niño y le quita el apetito.
Del grifo, salvo que sea mala
¿Qué tipo de agua debe beber tu hijo? Pues la misma que tú. Yo vivo en Madrid y aquí jamás ha habido un problema de epidemias o de enfermedades transmitidas por el agua de la red pública, por lo que parece lógico darle agua del grifo desde el primer día que se la ofrezcamos.
Si vives en una ciudad con aguas duras o en una localidad con pozos inseguros, lo más probable es que tú estés bebiendo agua envasada, pues esa misma es la que hay que darle al peque. En general, no se recomienda hervir el agua por una sencilla razón: porque la porquería que pudiera tener no desaparece, con la cocción el agua se evapora pero no se evaporan los minerales, estos se concentraran dando una calidad todavía peor.
No le tengo manía al agua, no penséis eso. Aunque en las ocasiones importantes me guste comer con un vino o una cerveza, a diario tomo agua, y hasta que llegue su momento, los niños deberán tomar agua, no bebidas gaseosas y azucaradas, que son más perjudiciales todavía y son la puerta de acceso a la obesidad.