Alergia a los alimentos en niños
Muchos niños pequeños no pueden tomar leche adaptada o de vaca ni huevo… Tienen alergia y hay que saber reconocerla y cómo tratarla.
Alrededor de un 10% de niños desarrollan alergias a algún alimento. Los primeros de la lista: la leche y el huevo, muy consumidos y desde una edad precoz. Los frutos secos, los pescados y los vegetales (estos últimos con debut más tardío) son los siguientes en la lista, como señala la coordinadora del Comité de Alergias Alimentarias de la Sociedad Española de Inmunología Clínica y Alergología Pediátrica (SEICAP), la doctora Ana María Plaza.
Cómo saber que tu hijo tiene alergia a algún alimento
La mayoría de las alergias empiezan cuando el niño es muy pequeño, pero muchas pueden tardar en debutar. “Sabemos que el niño no es alérgico cuando ha habido varias ingestas sin problemas, pero no se sabe el número exacto; esto suele darse en las primeras veces, pero puede ser la tercera o la quinta”, dice la doctora Mónica Rodríguez, especialista del Servicio de Alergología del Hospital Clínico San Carlos (Madrid).
Los signos también pueden variar, aunque predominan las afecciones dermatológicas, desde los típicos habones, hasta angioedemas, una inflamación de la piel que suele acompañarse de picor. En ocasiones, sin embargo, los síntomas son otros más graves, desde que el niño empiece a tener problemas para respirar (insuficiencia respiratoria) hasta algo que nos ha de llevar de cabeza al hospital: una anafilaxia, la reacción alérgica más grave, que es incluso potencialmente mortal.
Puesto que esto solo se da en muy pocos casos, el circuito que seguirá el niño alérgico a algún alimento está muy establecido. Primero, se acudirá al pediatra, quien hará un diagnóstico de sospecha. La primera medida será evitar que el niño entre en contacto con el alimento. La siguiente derivarle al alergólogo. “Si es pediátrico, mejor”, comenta la doctora Mónica Rodríguez.
Pruebas para detectar una alergia alimentaria
En la consulta del alergólogo se someterá al niño a unas pruebas que no son complicadas, aunque pueden ser molestas. La primera es el test Prick o estudio de pruebas cutáneas. El niño extenderá el brazo y se le colocarán en el diferentes extractos de sustancias que le puedan causar alergia. Sobre esas gotas, se hará una minúscula punción con una lanceta de un milímetro, que no duele y que hará que una parte mínima de dicho extracto entre en contacto con la piel. Las sustancias que generen reacciones cutáneas serán las que den alergia. En una misma visita suelen probarse varias. Como explica la doctora Ana María Plaza, un 25% de los niños con alergias de este tipo la sufren a más de un alimento. Es la llamada alergia alimentaria múltiple y es la que más problemas da.
La siguiente prueba que se hace al niño que se sospecha alérgico a algún alimento es un análisis de sangre, en busca de la determinación de la anticuerpos IgE, que nos terminará de confirmar lo que el brazo del pequeño ya ha indicado. En algunos casos, sobre todo si el resto de las pruebas no dan resultados claros, habrá que hacer lo que se denomina una provocación oral, que no es otra cosa que administrar en la consulta del médico y en la mínima dosis posible el alimento que se sospecha que causa alergia al niño.
Diagnóstico molecular
Permite ser más específicos respecto a lo que provoca alergias al pequeño, ampliar el abanico de alérgenos y detectar casos graves de alergia. Se utiliza en grandes hospitales.
El tratamiento cuando se tiene alergia a algún alimento
El tratamiento principal es la dieta de eliminación, que, en los últimos años, se complementa con la llamada inducción de tolerancia oral: ir acostumbrando al cuerpo del niño al alimento poco a poco y revertir así su reacción alérgica.
Es una terapia no disponible para todo el mundo, como reconoce la dotora Ana María Plaza. En principio, solo se hace en hospitales grandes (está contraindicada su aplicación por parte de los padres y sin supervisión médica) y requiere de mucho tiempo, ya que se trata de tratamientos largos. La alergia a la leche puede curarse en tan solo cuatro semanas y la reacción al huevo en cinco semanas.
El éxito de esta terapia tiene algunas pegas. La primera es que no se inicia hasta que los niños son mayores, hacia los cuatro años en el caso de la alergia a la leche y los cinco en la del huevo. La razón es simple: se prefiere esperara a que la alergia remita de forma espontánea: lo que sucede en el 80% de los casos de alergia a la leche antes de los cuatro años y en el 60% de los casos de alergia al huevo antes de los cinco.
La segunda pega de este innovador tratamiento es que solo es válido para determinada alergias, sobre todo a la leche y al huevo que, aunque son las más frecuentes, distan de ser las únicas.
Así, hasta que los niños alcanzan esta edad se mantiene una estrategia de actitud expectante; es decir, el niño no estará en contacto con los alérgenos, pero se le harán pruebas anuales por si ha desarrollado una tolerancia espontánea.
Para evitar que el pequeño consuma el alimento, los padres tendrán que dar instrucciones clara a los cuidadores del centro escolar y proporcionarles el tratamiento de rescate que han de administrar al pequeño en caso de que por accidente tome alguno de los alimentos prohibidos.