Ser Padres

El consumo de dulces puede provocar estrés a tus hijos: deben saber comer bien

Deberíamos enseñar a los niños a comer sano y las razones no son pocas. ¿Sabías que los dulces pueden provocar estrés infantil e, incluso, depresión? Esta es solo una de ellas, pero hay muchas más.

A veces los padres no somos suficientemente conscientes de que uno de los aspectos más importantes de la educación de nuestros hijos es la alimentación. La mayoría de los padres se preocupa de que mantengan una dieta equilibrada, rica y variada, de que no tengan sobrepeso, pero eso es solo el mínimo imprescindible. Durante la primera etapa de nuestras vidas, las personas definimos la relación que vamos a tener con la comida en el futuro, desarrollamos hábitos, aprendemos conductas e interiorizamos creencias que después es difícil -aunque no imposible- que cambiemos.

El entorno cercano, los medios de comunicación y, sobre todo, las redes sociales influyen mucho en cómo perciben nuestros hijos la alimentación, pero el primer referente solemos ser los padres. Es muy importante dedicar tiempo e interés a educarles en este sentido y, sobre todo, predicar con el ejemplo. “Haz lo que yo te diga, pero no lo que yo haga” suele ser una técnica poco eficaz.

Deberíamos transmitirles, por un lado, conocimiento sobre los alimentos: por qué unos son saludables y otros no, qué efectos producen en nuestro cuerpo, cómo consumirlos… en general, los niños son curiosos, prefieren una buena historia a un “porque lo digo yo y punto”; por otro lado, deberíamos enseñarles a tener una relación sana con la comida: para evitar que se convierta en un “ansiolítico”, un premio o un pecado.

La infancia es la etapa ideal para adquirir hábitos saludables. Para conseguirlo no hace falta seguir una rutina especialmente rígida. Los pediatras recuerdan que las pautas son buenas para los niños porque les aportan seguridad, pero desaconsejan ser excesivamente estrictos, imponer castigos o prohibiciones y, especialmente, obligar a los niños a terminarse lo que hay en el plato. Al igual que los adultos, los pequeños de la casa deben escuchar a su cuerpo y comer la cantidad que necesiten. Con la frecuencia pasa algo parecido. Al fin y al cabo, el número de comidas que hacemos actualmente tiene más de convencionalismo que de necesidad fisiológica. Ya sea en la infancia o en la etapa adulta, hay a quién le sienta bien comer cuatro o cinco veces al día y quien no necesita tantas. En ningún caso debe suponer un problema. La merienda, por ejemplo, o el desayuno de media mañana, no son obligatorios.

De forma un tanto injustificada se ha ido estableciendo la costumbre de comer a media tarde y en ocasiones, además, alimentos muy poco saludables. Por falta de tiempo o de conocimiento, algunos padres dan a sus hijos alimentos ultraprocesados cargados de azúcares que no solo no les benefician, sino que les perjudican en muchos aspectos. En primer lugar, fomenta el sobrepeso y la obesidad, dos problemas que afectan en España al 40,6% de los niños de entre 6 y 9 años. Pero, además, este tipo de productos pueden afectar al correcto desarrollo de sus capacidades de aprendizaje y memoria y a su conducta, provocando comportamientos compulsivos e incluso adicción.

Come dulces para calmar los nervios, pero le estresan más

Cuando los niños sienten preocupación, tristeza o estrés puede que busquen refugio en la comida, especialmente en productos ultraprocesados con alto contenido en azúcar, edulcorantes, sal, grasas trans, etc. En estos casos sienten urgencia por comer -generalmente un alimento en concreto- porque les hace sentirse mejor. Al mismo tiempo, puede que esta situación les provoque incomodidad o vergüenza e intenten ocultarlo.

La explicación es sencilla. Consumir azúcar interrumpe la respuesta normal del cerebro ante el estrés: la producción de cortisol (la llamada hormona del estrés). Además, se libera dopamina, la llamada hormona de la felicidad. Pero es solo un espejismo: el efecto placentero producido por el consumo de azúcar es muy corto y rápidamente reaparece la necesidad de volver a comer alimentos azucarados para aumentar la dopamina, creando un círculo vicioso del que cada vez cuesta más salir.

Los estudios científicos corroboran que existe un mayor riesgo de depresión con un mayor consumo basal de azúcares añadidos, refrescos, zumos y bollería, y una investigación reciente del University College London Institute of Epidemiology ha analizado exactamente esto: cómo el consumir estos productos hace que nos sintamos peor y los necesitemos más, para sentirnos, a la larga, aún peor.

Afortunadamente, los niños están a tiempo de evitar estas conductas y desarrollar otras mucho más saludables. Si notamos que se sienten nerviosos o estresados, además por supuesto de hablar con ellos y ayudarles a afrontar sus problemas, hay muchos alimentos que podemos incorporar a su dieta y que van a contribuir a su equilibrio emocional. Las verduras y las frutas, en general, contienen altas cantidades de vitaminas A, B, C y E que favorecen el sistema nervioso. El grupo B, en concreto (presente en carnes, pescados, hígado, huevos) tiene, además, un efecto sedante. Por su parte, el potasio, el magnesio y el calcio tienen también propiedades relajantes. Un alimento delicioso que contiene estos tres minerales y vitaminas B y C es el plátano. Además, se puede incorporar a multitud de recetas para los niños porque les da un sabor muy agradable y es una opción perfecta para endulzar cualquier smoothy o batido.

Cocinar con ellos, preparar juntos la mesa, sentarse tranquilamente a disfrutar de la comida de forma consciente y a compartir un rato agradable de conversación (sin pantallas ni móviles) son sin duda las mejores herramientas para educar a los niños en los valores de una alimentación saludable en todos los sentidos.

Artículo elaborado por Niklas Gustafson, experto en nutrición y chairman de Natruly

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