Ser Padres

Cómo conseguir que no tenga miedo al pediatra

Muchos niños lloran cuando llegan a la consulta del pediatra y no se calman hasta que no salen de allí. ¿Por qué? ¿Qué podemos hacer para evitarlo? Os contamos algunos trucos que os ayudarán a que vuestros peques no vean monstruos en los señores de batas blancas.

Gema Boiza

Lo intuimos, pero no sabemos a ciencia cierta por qué muchos niños lloran nada más entrar a la consulta del pediatra. ¿Tienen miedo? ¿Miedo de que les hagan daño? ¿Miedo a los desconocidos de batas blancas? Podría ser. Lo cierto es que para muchos peques y para muchos padres y madres ir al pediatra es sinónimo de pasar un mal rato.

Para empezar porque, aunque no siempre, la mayoría de las veces se acude al pediatra cuando el niño no se encuentra bien, por lo que su predisposición y la de sus padres no es la mejor; y para continuar porque casi siempre el pediatra es un desconocido para los niños. Una vez que lo reconozcan y empiecen a desarrollar una relación más próxima con él y conozcan incluso su nombre, esa sensación de miedo o inseguridad irá desapareciendo. Eso sí, no antes de los 3 o 4 años de edad. ¿Qué podemos hacer hasta entonces?

Según ha explicado a Ser Padres María García-Onieva Artazcoz, secretaria general de la Asociación Española de Pediatría, evitar que los niños tengan miedo al pediatra es una labor que depende de los propios pediatras, pero también de los padres.

Qué pueden hacer los padres

“Sería recomendable que los padres hablasen con el niño y le mostrasen que la visita al pediatra es algo que puede ser agradable y divertido, y no amenazar, como hacen muchas veces, con que el pediatra les va a pinchar o les va a hacer algo cuando no responden a las órdenes que ellos les dan”, sostiene.

Jugar con ellos recreando lo que el pediatra les va a hacer es, a su juicio, “muy eficaz”. Como también lo es “dar seguridad y transmitir que el pediatra es un amigo que le va a curar y, que, en la mayoría de los casos, no le va a hacer daño”.

Qué puede hacer el pediatra

Por su parte, los pediatras también pueden ayudar a que los niños no les tengan miedo. Según matiza García-Onieva, todo depende de que sean más o menos cariñosos con los niños y por tanto les impongan menos respeto y miedo. “Se puede ser cariñoso y profesional”, puntualiza la experta consultada.

En esta línea también apunta la importancia de no practicar acciones con las que los niños suelen sentirse a disgusto. De ahí que recomiende no meterles el palo en la boca de manera obligatoria si no va a hacer falta para el diagnóstico, auscultar al niño en brazos de la madre o del padre cuando son pequeños y a la hora de explorar ser lo menos invasivos posible.

Es evidente que el pediatra no ha de enfadarse si el niño se resiste a que le exploren, sino tranquilizarle cogiéndole de la mano. Si extrapolamos el problema a la edad adulta, pensemos que a nosotros tampoco nos gustaría que un médico nos auscultase y nos desvistiese a la fuerza. “Darles un premio en forma de pegatina que solemos tener en las consultas muchas veces facilita que los niños vengan con ganas de ver a su pediatra”, concluye María García-Onieva Artazcoz.

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