Desde una perspectiva global, nuestro planeta es rico en energía solar y eólica, pero a nivel local, hay regiones con poco viento y sol que no pueden cubrir todas sus necesidades energéticas con estas fuentes. En Alemania, por ejemplo, los aerogeneradores funcionan a pleno rendimiento solo 66 días al año, de media. Según Bundesnetzagentur (agencia federal de la red), suministraron el 25,9 % de la electricidad consumida en 2022. En los vehículos eléctricos, una parte de esta energía renovable desempeña un papel clave en la evaluación del ciclo de vida de la movilidad. Pero actualmente existen en todo el mundo unos 1.300 millones de vehículos con motor de combustión interna que seguirán circulando durante muchos años. El funcionamiento respetuoso con el medio ambiente requerirá otras soluciones, como los llamados e-fuels, que son combustibles sintéticos producidos de forma prácticamente neutra en carbono. Porsche está poniendo de su parte, con una nueva planta de producción en Sudamérica.

El primer paso en la fabricación de los e-fuels es la electrólisis para la producción de hidrógeno. Requiere una gran cantidad de energía, que es lo que hace tan importante la disponibilidad perpetua de electricidad verde. El agua (H₂O) es un compuesto químico muy estable. Dos átomos de hidrógeno (H) se enlazan con un átomo de oxígeno (O) para formar esa molécula. Se necesita una gran cantidad de energía para separar el hidrógeno de este compuesto. Como el viento patagónico ofrece una energía inagotable, el hidrógeno puede generarse allí de forma más sostenible y asequible. En regiones donde la energía es limitada, toda la electricidad se debe utilizar directamente, para que su rendimiento sea máximo.
Además del hidrógeno, la producción requiere un segundo componente, el dióxido de carbono (CO₂). Es un gas de efecto invernadero que, en altas concentraciones en la atmósfera, provoca el calentamiento global. El CO₂ puede separarse del aire mediante una captura directa. Consiste en hacer pasar el aire pasa a través de un filtro cerámico, similar al catalizador de un coche. Sin embargo, en lugar de metales preciosos, los canales de flujo utilizan una sustancia química para retener las moléculas de CO₂. Una vez que todos los espacios están llenos de CO₂, el filtro se cierra y se calienta. El calor libera el CO₂, que puede ser aspirado a un depósito. En concreto, un litro de e-fuel requiere el hidrógeno de tres litros de agua de mar desalinizada y el CO₂ de 6.000 metros cúbicos de aire.

A continuación, una planta de síntesis une el hidrógeno y el CO₂ para crear metanol, un combustible muy duradero y adecuado para el almacenamiento y el transporte. Actualmente, los motores de los barcos están diseñados para funcionar con metanol. Sin embargo, el uso en turismos requiere realizar un proceso adicional, con compuestos de carbono añadidos en el paso final de la síntesis: de metanol a gasolina. El producto final es una alternativa a la gasolina y el gasóleo, y además se puede mezclar con combustibles convencionales a base de aceites minerales. Otra forma de seguir reduciendo las emisiones.