El uso acumulado de pantallas desde la niñez predice niveles más altos de estrés y depresión en la adolescencia

Un estudio de 8 años relaciona pantallas, falta de ejercicio y salud mental en adolescentes.
El uso acumulado de pantallas desde la niñez predice niveles más altos de estrés y depresión en la adolescencia
Los adolescentes que usaron más dispositivos móviles desde niños presentaron más síntomas de estrés y depresión. Ilustración artística: DALL-E / Edgary R.

Una exposición prolongada a dispositivos móviles desde la niñez se asocia con más síntomas de salud mental en la adolescencia. Esa es la principal conclusión de un estudio de cohorte realizado en Finlandia, publicado en JAMA Network Open en febrero de 2025. La investigación, liderada por Eero A. Haapala de la Universidad de Jyväskylä, analizó a 187 adolescentes que fueron seguidos desde los 6 hasta los 15 años, evaluando sus hábitos de vida y su salud mental.

El objetivo fue claro: entender si ciertos comportamientos cotidianos acumulados durante la infancia —como el uso de pantallas, el nivel de actividad física, la calidad del sueño y la alimentación— se relacionan con síntomas de estrés y depresión durante la adolescencia.

Las mediciones incluyeron cuestionarios, sensores de movimiento y frecuencia cardíaca, y registros alimentarios durante ocho años. Al final del estudio, se aplicaron dos escalas reconocidas: el Inventario de Depresión de Beck y la Escala de Estrés Percibido de Cohen.

Los resultados fueron contundentes: quienes acumularon más tiempo frente a pantallas, especialmente móviles, presentaron mayores niveles de estrés y síntomas depresivos. La actividad física, en cambio, se asoció con un efecto protector. Ni la dieta ni la duración del sueño mostraron un vínculo estadísticamente significativo con la salud mental, lo que sugiere que los comportamientos más influyentes podrían ser el uso de dispositivos electrónicos y la falta de ejercicio regular.

Más pantallas, más síntomas: el impacto acumulado del tiempo digital

El uso de dispositivos móviles a lo largo de la infancia se asoció con efectos moderados sobre la salud mental adolescente. En términos de estadística aplicada a la conducta, esto indica un nivel de impacto considerable. De hecho, la asociación entre el uso de móviles y los síntomas depresivos fue más fuerte que cualquier otra variable del estilo de vida estudiada. Los adolescentes con más exposición a pantallas tuvieron puntuaciones más altas tanto en estrés percibido como en depresión.

En promedio, los participantes pasaban casi cinco horas diarias frente a pantallas, de las cuales más de dos horas se destinaban exclusivamente a dispositivos móviles. Aunque para muchos padres estos números pueden no parecer sorprendentes, el estudio confirma que este nivel de exposición tiene consecuencias emocionales importantes a largo plazo. 

Además, el vínculo se mantuvo incluso después de ajustar por otros factores como el nivel educativo de los padres, la composición corporal o el estado puberal.

El tiempo frente a pantallas no es solo una cuestión de cantidad, sino de acumulación a lo largo de los años. Esta exposición prolongada parece contribuir de forma directa a niveles más altos de angustia psicológica.

Aunque no se evaluó el contenido específico consumido, los autores señalan que el tipo de pantalla y su función social, como ocurre con los móviles y las redes, puede desempeñar un papel aún más relevante.

El uso acumulado de pantallas desde la niñez predice niveles más altos de estrés y depresión en la adolescencia
El móvil fue el dispositivo con mayor impacto negativo en el bienestar emocional adolescente. Ilustración artística: DALL-E / Edgary R.

La actividad física como escudo protector ante el estrés y la depresión

Los adolescentes que se mantuvieron físicamente activos desde la infancia mostraron menos síntomas de salud mental. Esto fue particularmente cierto para aquellos que participaron en actividades supervisadas, como deportes escolares o clases organizadas.

El ejercicio no estructurado, como el juego libre o la actividad espontánea, también tuvo efectos beneficiosos, aunque más modestos.

Lo interesante es que el efecto protector del ejercicio persistió incluso tras controlar factores como la pubertad o la grasa corporal. El deporte parece ofrecer un entorno social y emocional que amortigua el impacto de otros factores de riesgo, como el uso excesivo de pantallas. 

Además, este efecto fue más evidente en los varones, quienes mostraron una reducción más marcada en los niveles de estrés al estar físicamente activos.

Sin embargo, cuando se añadieron las variables de tiempo frente a pantallas al análisis, la fuerza de la asociación entre ejercicio y salud mental se redujo. Esto sugiere que el impacto del uso de dispositivos puede ser tan fuerte que incluso los beneficios del ejercicio pueden verse atenuados. Por eso, los investigadores subrayan que reducir el tiempo frente a pantallas podría ser aún más importante que aumentar el ejercicio para mejorar la salud mental.

¿Qué hay del sueño y la dieta? Factores que no mostraron una relación clara

A pesar de su importancia general en la salud, ni la duración del sueño ni la calidad de la dieta se asociaron con los síntomas mentales. Los adolescentes del estudio dormían en promedio 9 horas por noche y seguían una dieta relativamente saludable según el Baltic Sea Diet Score. Estos buenos hábitos podrían haber limitado la variabilidad necesaria para detectar diferencias significativas.

Los autores aclaran que no se evaluó la calidad del sueño ni la latencia para conciliarlo, dos factores que otras investigaciones han vinculado a la depresión en adolescentes. Es posible que estos aspectos, más que la duración total, sean claves en la relación entre sueño y salud mental. Además, al no examinarse la calidad emocional de la dieta (por ejemplo, alimentación emocional o consumo de ultraprocesados), ciertos matices pueden haber pasado desapercibidos.

En cuanto a la alimentación, aunque estudios previos han relacionado dietas pobres con mayor riesgo de depresión, la evidencia en población infantil y adolescente sigue siendo contradictoria. En este estudio finlandés, la buena adherencia a una dieta equilibrada pudo haber limitado la aparición de efectos negativos notables, al menos en este grupo.

El uso acumulado de pantallas desde la niñez predice niveles más altos de estrés y depresión en la adolescencia
La falta de actividad física y el exceso de pantallas forman una combinación perjudicial para el bienestar psicológico. Ilustración artística: DALL-E / Edgary R.

Un doble riesgo: más pantallas y menos ejercicio, la peor combinación

Los adolescentes que mostraron simultáneamente bajo nivel de actividad física y alto tiempo frente a pantallas fueron los más afectados psicológicamente. Esta combinación se asoció con los niveles más altos de estrés percibido y síntomas depresivos. Es decir, no basta con modificar un solo hábito: se necesita una estrategia integral que reduzca pantallas y promueva movimiento físico.

Este hallazgo refuerza la idea de que los estilos de vida no actúan de forma aislada, sino que se combinan para influir en la salud mental. Así, intervenir solo en un comportamiento podría no ser suficiente si otros factores de riesgo permanecen activos.

Los investigadores proponen que futuras intervenciones deben trabajar de forma simultánea sobre varios hábitos para lograr mejores resultados.

Además, este patrón combinado puede servir como una herramienta de detección temprana. Identificar a niños con baja actividad física y alto uso de dispositivos desde edades tempranas permitiría aplicar estrategias preventivas antes de que aparezcan los síntomas de ansiedad o depresión. 

Esto cobra especial relevancia en un contexto donde los problemas de salud mental comienzan cada vez a edades más tempranas.

Crear entornos digitales más saludables para proteger la salud mental infantil

Los hallazgos del estudio resaltan la necesidad urgente de establecer límites claros al uso de dispositivos móviles desde la infancia. Dado que los móviles presentan una asociación más fuerte con síntomas depresivos que otros tipos de pantallas, es esencial que padres, educadores y profesionales de la salud comprendan que no todas las formas de tiempo sedentario son iguales.

Establecer horarios específicos para el uso de pantallas, evitar la exposición antes de dormir, fomentar actividades sociales presenciales y ofrecer alternativas físicas atractivas son algunas estrategias efectivas. Estas acciones no solo ayudan a reducir el impacto emocional de las pantallas, sino que también promueven la autoestima, la interacción social y el desarrollo emocional saludable.

Además, el estudio destaca el valor de la actividad física supervisada en entornos seguros y estructurados. Participar en deportes o actividades grupales desde la infancia no solo fortalece el cuerpo, sino también la mente. 

Estas prácticas ofrecen un espacio de apoyo social, motivación externa y retroalimentación positiva, todos factores que pueden actuar como barreras protectoras frente al estrés y la tristeza en la adolescencia.

Un modelo a seguir para futuras intervenciones en salud mental juvenil

El diseño del estudio ofrece una base sólida para crear programas preventivos en salud mental dirigidos a niños y adolescentes. Al haber seguido a los mismos participantes durante ocho años, los investigadores pudieron observar cómo los hábitos diarios acumulados influyen en el bienestar psicológico más adelante en la vida.

Si bien el estudio se realizó en Finlandia, sus conclusiones pueden aplicarse en otros países con contextos digitales similares. A medida que crece el acceso a dispositivos móviles en edades cada vez más tempranas, resulta esencial crear guías de uso saludable y fomentar rutinas equilibradas en la infancia.

Los profesionales sanitarios también juegan un papel clave. Incluir en las consultas pediátricas preguntas sobre tiempo frente a pantallas, nivel de actividad física y rutinas de sueño podría permitir una identificación más temprana de riesgos psicológicos.

Integrar este tipo de asesoramiento en las políticas públicas podría contribuir a frenar la creciente ola de trastornos mentales en jóvenes.

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Aunque dieta y sueño son importantes, el ejercicio y el tiempo frente a pantallas fueron los factores más determinantes. Ilustración artística: DALL-E / Edgary R.

Una llamada a actuar: hábitos de hoy, salud de mañana

La infancia es una etapa crítica para establecer los cimientos del bienestar mental en la vida adulta. Este estudio demuestra que las decisiones cotidianas que se toman desde los seis años —como cuánto tiempo se dedica al ejercicio o a las pantallas— pueden influir notablemente en el desarrollo emocional durante la adolescencia.

Las recomendaciones son claras: reducir el uso de pantallas, especialmente móviles, y fomentar el movimiento físico regular. Pero también lo es el mensaje subyacente: no se trata de prohibiciones, sino de equilibrio. Crear un entorno digital saludable no implica eliminar la tecnología, sino enseñar a usarla de manera consciente y adaptativa.

A medida que la evidencia científica se acumula, queda en manos de familias, educadores, profesionales sanitarios y gobiernos promover entornos que favorezcan estilos de vida sanos desde la infancia. 

Las pantallas estarán siempre presentes, pero también lo están las oportunidades para enseñar a las nuevas generaciones a proteger su salud mental en un mundo hiperconectado.

Referencias

  • Haapala EA, Leppänen MH, Kosola S, et al. Childhood Lifestyle Behaviors and Mental Health Symptoms in Adolescence. JAMA Netw Open. (2025). doi:10.1001/jamanetworkopen.2024.60012

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