Javier tiene 2 años y medio. Es un niño sano. Esta tarde su madre lo ha llevado de compras por un centro comercial. Al pasar por el escaparate de una juguetería, se encapricha con uno de sus artículos. Su madre le dice que hoy no toca comprar regalos, no es Navidad ni su cumpleaños. El niño responde enfadándose, llorando y repitiendo que quiere el juguete sin cesar. Su madre intenta arrastrarlo para proseguir con las compras, pero Javier sigue llorando, cada vez más fuerte, empeñado en que quiere el juguete, a gritos entrecortados con el llanto. La madre de Javier que, teniendo en cuanta la edad del pequeño, ya ha pasado por varias rabietas, intenta mantener la calma hasta que el peque se tranquilice, pero de repente, en mitad del berrinche, Javier se queda mudo, pálido y sin respirar. En unos pocos segundos, que a su madre le parecen eternos, el pequeño vuelve en sí, llorando de nuevo. Tras acudir al hospital, explicar lo ocurrido, explorar al niño y tomar sus constantes, el pediatra de guardia les explica a los padres que Javier ha tenido un espasmo del sollozo, que no es grave, pero que puede repetirse.
¿Qué es un espasmo del sollozo?

Los espasmos del sollozo están clasificados en los llamados Trastornos Paroxísticos No Epilépticos (TPNE) que se definen como episodios que imitan a una crisis epiléptica, aunque realmente no lo son. Su aparición es generalmente brusca y su duración breve. No conocemos bien la causa, pero sabemos que no obedecen a una descarga neuronal excesiva, como sucede con la epilepsia.
Existen multitud de trastornos clasificados como TPNE, de hecho, son más frecuentes que la epilepsia. Ocurren sobre todo en los niños, en el primer año de vida, debido a la inmadurez del sistema nervioso.
¿Cómo se manifiestan los espasmos del sollozo y qué lo puede desencadenar?
Dentro de los TPNE, distinguimos los espasmos del sollozo por las características del episodio. Se trata de niños entre seis meses y cinco años que, tras un golpe o caída, regañina, rabieta o emoción importante, se queda unos segundos pálidos y sin respiración.
Puede que se pongan morados hasta que, a los pocos segundos, arrancan a llorar de nuevo. Si el episodio se alarga más de 10-15 segundos pueden producirse algunas sacudidas, como convulsiones.
El desencadenante puede ser un susto o sobresalto, también el dolor tras caerse o sufrir una contusión, aunque lo más típico es el espasmo desencadenado por la frustración, al negarle lo que le niño quiere, en el contexto de una rabieta o el llanto intenso de cualquier origen.
¿Qué debo hacer mientras dura el episodio?
Mantener la calma. Estos episodios generan un nivel de angustia y preocupación muy elevados en los padres. Los menos de diez segundos que suele durar el cese de la respiración se eternizan para ellos. Pero la verdad es que no podemos hacer nada, y además conviene recordar que no debemos zarandear ni golpear al niño para que vuelva en sí, ni tampoco realizar maniobras de reanimación, ya que incluso podemos dañar o lesionar al pequeño.
Los pediatras debemos explicar a los padres que el episodio pasará y el niño volverá a la normalidad, que no deben hacer nada, salvo mantener la tranquilidad y observar al pequeño, por trabajo que nos cueste no hacer nada.
¿Qué tratamiento tiene?

Los espasmos del sollozo, al igual que otros TPNE, no tienen tratamiento. Van mejorando con la edad y madurez neurológica de los niños y acabarán desapareciendo con los años.
Tampoco existe ningún tratamiento preventivo, no demos administrar medicamentos relajantes, infusiones o similares sin consultar con el pediatra. Actualmente, no existe ningún fármaco indicado para niños con espasmos del sollozo.
¿Puede acabar en epilepsia?
No. Los niños se recuperan del todo tras cada episodio y no existe asociación con ninguna enfermedad, ni epilepsia. Si sabemos que, si los padres han tenido espasmos del sollozo en la edad infantil, su hijo/a serán más propensos a tenerlos también.
Entonces, ¿no puedo negarle nada a mi hijo/a o llevarle la contraria?
Esta es una de las principales cuestiones que plantean los padres cuando les explicamos el diagnóstico. Es lógico, si les decimos que la frustración o las rabietas pueden desencadenar un episodio, lo habitual es que los padres intenten, sencillamente, que el niño no se enfade.
Sin embargo, es importante establecer los mismos límites y pautas que con el resto de niños de su edad. Intentaremos evitar situaciones de miedo o emociones fuertes, pero recordemos que los espasmos del sollozo desaparecerán con el tiempo, mientras que, si hemos enseñado al niño que puede conseguir todo en cuanto lo pida, este comportamiento será más difícil de corregir en el tiempo.