Cuando conducimos con temperaturas elevadas nos encontramos incomodos, más agresivos y nerviosos, circulamos a mayor velocidad para tratar de llegar antes al destino, la percepción y atención del conductor disminuye, aumenta la fatiga y la somnolencia, pudiendo derivar en ocasiones extremas en pérdidas de consciencia. Todos estos factores relacionados con las elevadas temperaturas en el interior de un vehículo pueden incrementar entre un 15% y un 25% la probabilidad de tener un siniestro, según corroboran múltiples estudios.

Esto se debe a que episodios de calor como los que se registran estos días alteran la función y capacidad psicomotora del conductor. La coordinación se deteriora, el procesamiento de la información cambia, sin olvidar que el nivel de activación y la atención es menor. A esto hay que añadir la sensación subjetiva de tener mayor seguridad de la real, dificultad para seguir objetos con la vista y la reducción del campo de visión.
Los estudios, tanto en situaciones reales como en simulación, demuestran que los efectos del calor sobre los conductores provocan un aumento considerable de los comportamientos agresivos y las infracciones, sobre todo por velocidad excesiva, con el fin de llegar cuanto antes al destino. Con el fuerte calor se incrementa el cansancio y la fatiga, siendo habitual la aparición de una fuerte de somnolencia, produciéndose también un aumento del tiempo de reacción del conductor y una mayor propensión a la aparición de distracciones. La atención disminuye hasta el punto de mirar un 50% menos a los retrovisores.

Según un informe de la Fundación Española para la Seguridad Vial (FESVIAL) las consecuencias de circular con una temperatura de 30 grados en el interior del vehículo son comparables a conducir con una tasa de 0,29 gramos de alcohol por litro de sangre con los siguientes efectos:
- Aumento de errores en el conductor: 20%
- Incremento del tiempo de reacción: 22%
- Crecen las distracciones: 10%
- Reducción de la percepción de señales y paneles: 10%
Si el interior del habitáculo supera los 30-35 grados, el conductor será un 20% más lento que si circulase con una temperatura 25 grados, pudiendo mostrar síntomas similares a una alcoholemia de 0,5 g/l, lo que añadido a un episodio de deshidratación nos llevaría a cometer errores en la conducción similares a tener un nivel de alcohol en sangre de 0,8 g/l incrementando nuestro tiempo de reacción causando salidas involuntarias de carril, incluso de la vía o provocando colisiones por alcance.
Y es que la temperatura recomendable para el interior del habitáculo del vehículo para conducir con comodidad debe situarse entre los 20 y 24 grados centígrados.