“Decir ‘lo siento’ es decir ‘te amo’ con un corazón herido en una mano y tu orgullo sofocado en la otra”, decía la escritora Richelle E. Goodrich. Y qué razón tenía. Pedir disculpas es admitir que somos humanos, que erramos y que estamos dispuestos a intentar con todas nuestras fuerzas que eso no vuelva a suceder.
Pedir perdón es sinónimo de amor, porque si te disculpas es porque te importan los sentimientos que hayas podido causar en la otra persona. Y el amor más grande que tenemos como padres es hacia nuestros hijos, así que a ellos también deberíamos pedir perdón.
Porque que seamos sus figuras de autoridad y que tengamos que marcar unos límites en la crianza no significa que no nos equivoquemos con ellos (de hecho lo hacemos muchas más veces de las que pensamos). Con esas disculpas nosotros nos sentiremos bien, ellos sentirán que nos importan y, además, aprenderán que el error es normal, pero que lo importante es nuestra actitud ante él.
Pero, ¿por qué hemos de pedir perdón? Cuando no pasamos suficiente tiempo con nuestro hijo, cuando nos está enseñando algo con toda su ilusión pero nosotros estamos concentrados en otra tarea, cuando gritamos, cuando no cumplimos una promesa que le hemos hecho… aunque para nosotros sean meras tonterías, esos pequeños detalles pueden dejar mella de por vida en su salud emocional.
Eso sí, tal y como informan algunos psicólogos, no debemos confundir el perdón y las disculpas con la compasión: lo que queremos no es buscar compasión, sino entendimiento. Si, por ejemplo, hemos puesto límites a nuestro hijo y se ha enfadado, ese es un motivo para no pedir perdón, ya que no podemos olvidarnos de que seguimos siendo figuras de autoridad y, por tanto, deben entenderlo.
Y es que, aquí reside la dificultad de pedir perdón a un niño: de hacerlo sin perder nuestra autoridad. Para ello es importante ponerse a su altura, mirarle directamente a los ojos y, además de decir la palabra mágica, explicar los motivos que nos han llevado a disculparnos y, finalmente, esperar a que el peque nos dé una respuesta. Si no es capaz, le ayudaremos a conseguirlo. Este último paso es importante porque entenderá que él puede aceptar las disculpas o no hacerlo y, si el caso es el segundo, habremos de respetar su decisión.
A continuación te mostramos las situaciones en las que deberías pedir perdón a tus hijos, los motivos y la forma de hacerlo.
Le has gritado sin motivo
Hemos hablado en suficientes ocasiones de las consecuencias de criar y educar a base de gritos. Pero es cierto que muchas veces los peques ponen a prueba nuestra paciencia. Con el fin de que entiendan que esas no son las maneras de dirigirse a alguien, si hemos gritado delante de él o, incluso, le hemos gritado a él, esperaremos a un momento de calma para pedir disculpas y explicarle que no volverá a suceder.

No has pasado el suficiente tiempo con él
Los expertos señalan que estar cinco horas con nuestro hijo mientras vemos la tele y repasamos las redes sociales en nuestro Smartphone mientras él juega a nuestro lado es lo mismo que si no le viésemos salvo a la hora de dormir.
Cuando hablamos de pasar tiempo, hablamos de pasar tiempo de calidad y, si no lo has hecho, deberías disculparte y explicar (adaptando el lenguaje a su edad) los motivos que te han llevado a estar ausente. Y si lo has pasado pero has estado concentrado en otras cosas, deberías tomar el mismo camino.

No estabas prestando atención cuando te enseñaba contento lo que ha hecho en clase
Si el peque se siente poco escuchado, poco a poco irá desarrollando la idea de que no es lo suficientemente válido y de que lo que hace no le importa a nadie, por lo tanto generará baja autoestima y amor propio.
Es muy importante que prestes toda la atención del mundo a lo que te enseña, aunque para ti sea una tontería para él es una gran hazaña.
Eso sí, no lo hagas a agua pasada, sino en el momento.

Has hecho una promesa que no has cumplido
“Lo que se dice se cumple” es una de las máximas que todos los niños llevan encima durante la infancia. Algunos, incluso, los siguen extrapolando a la etapa adulta.
Y, por desgracia, las familias tienden a prometer y prometer con el único fin de que el peque deje de tener un comportamiento que, quizás, en el momento viene poco bien para nuestra vida de adultos.
Por eso, ten muchísimo cuidado con lo que prometes a tu hijo y cerciórate que, si lo haces, tengas capacidad de poderlo cumplir. De no hacerlo, has de pedir perdón inmediatamente y explicar que no volverá a ocurrir, además de los motivos.

Le has ofendido sin querer
Si alguna vez has dicho ‘esto es una tontería’, ‘no es para tanto’ o, directamente, estabas a otra cosa cuando el niño intentaba enseñarte o decirte algo importante para él, deberías pararte a reflexionar y pedir disculpas.

¿Qué aprenden con el perdón? Estás dando ejemplo
Estás dando ejemplo de un buen comportamiento que deberán tener a lo largo de su vida con todas las personas que se crucen en su camino.

Si pides perdón ellos aprenderán a pedirlo también
Al final, los padres somos el modelo a seguir de nuestro hijo. Los niños aprenden por imitación así que, si queremos que sepan pedir perdón y disculpas, tendremos que dar ejemplo de ello en casa.

Le ayudas a comprender que todo el mundo puede equivocarse
Somos humanos, no héroes. Y los humanos se equivocan. Los niños han de aprender esta premisa desde primera infancia.
Además, si pedimos perdón le estaremos demostrando que a todos nos puede dar vergüenza, pero que es necesario hacerlo para hacer sentir bien a la otra persona.

¿Cómo hacerlo? Da tu compromiso de que no volverá a pasar
Además de pronunciar las palabras mágicas y explicar los motivos por los cuáles estamos disculpándonos, también habrás de dar a tu hijo la palabra de que no volverá a suceder pero que, de pasar, no te lo tenga en cuenta porque no será tu intención.

¿Cómo hacerlo? Adapta las disculpas a su edad
Lo mejor es que te agaches y le mires directamente a los ojos para captar toda tu atención y para que no sienta que estás autoritariamente por encima de él. Hay que bajar a su nivel. Después, intenta adaptar tus palabras a su nivel de entendimiento.
Estudios como este llevado a cabo por la Universidad de Cambridge, demuestran que a los 4 años un niño ya entiende a la perfección las implicaciones emocionales de una disculpa.
