¡No me apetece jugar con mi hijo!
Algunas madres se sienten mal porque, a veces, no les apetece tirarse en el suelo a jugar o pasarse la tarde haciendo construcciones con sus hijos. Tranquila, no pasa nada.
Que el juego supone un aspecto fundamental en el desarrollo de los niños es una evidencia científicamente demostrada. Y que su juguete preferido suele ser mamá, también. Pero eso no significa que las madres tengan disponibilidad constante para entretener a sus hijos, ni tampoco que les apetezca siempre hacerlo. Es señal de que no eres una superwoman y eso es bueno. Si tu pequeño quiere jugar y tú no, la solución está en buscar actividades que os gusten a los dos.
Esto hace que muchas mamis se sientan mal, porque piensan que lo suyo es estar siempre dispuesta a sentarse en el suelo a hacer construcciones cuando el niño es un bebé, a estimularle continuamente para que adquiera nuevos conocimientos cuando es un poco más mayor.
Frente a estas situaciones, lo primero que hay que hacer es evitar cualquier sentimiento de culpabilidad. «El juego es una excelente manera de comunicarse con los hijos, de detectar miedos, observar fortalezas y compartir afectos», explica la psicóloga Laura García Agustín, directora del Centro Clavesalud, de Madrid «pero no hay que alarmarse, preocuparse ni culparse si no se disfruta siempre compartiendo este tipo de actividades con los más pequeños o no se sabe cómo hacerlo».
Simplemente, hay que darse permiso para no tener ganas de jugar con los hijos. Ser madre no significa ser perfecta. Hay que tener cuidado para no asumir el rol de superwoman las 24 horas del día, porque a veces pretender abarcar todo supone un coste emocional enorme y una gran tensión que, al final, se acaba descargando en quien menos lo merece, muchas veces los niños». Si el niño quiere jugar y mamá no, la solución está en buscar actividades que gusten a los dos.
4 reglas de oro que nos ayudan
1- No engañar
No hay que quitarse al niño del medio con frases del tipo «más tarde» y después no cumplir la promesa de jugar con él. Es mejor decirle claramente que en ese momento no puedes, que hoy lo tienes complicado, y animarle a jugar solo o a hacer algo divertido, que dejarle siempre a la espera.
2- No gritar
Los niños demandan continuamente la atención de su madre porque la necesitan. Por eso no hay que gritarles ni enfadarse cuando se ponen pesados, porque sería como regañarles porque tienen hambre o sueño. Recibir atención y mimos es una necesidad afectiva elemental. Cuando se comprende por qué los niños demandan atención se evitan comentarios del tipo «eres un pesado».
3- No ignorarle
Aunque no puedas atenderle, hazle saber que te has enterado de lo que te pide, para que se sienta escuchado y atendido. Ignorarle puede ser mucho más negativo que no jugar con él, porque puede hacer que se sienta inseguro, además de provocarle frustración y atentar contra su autoestima, en plena formación durante estos primeros años.
4- No pasarse
Es la madre (o el padre) quien debe dejarse llevar por el juego del niño, y no a la inversa. Los padres tienden a dirigir demasiado el juego de sus hijos, y también a planificarlo y organizarlo en exceso, algo que hay que evitar: él es el protagonista y el director de la actividad.
Asesora: Laura García Agustín, psicóloga clínica.