El sarcasmo forma parte del día a día en la vida de los adultos y es una cierta manera de reírse de alguna situación o también puede utilizarse contra alguna persona. Estamos tan acostumbrados a la ironía que olvidamos que hay gente como algunos adultos o niños a la que le cuesta entenderlo o incluso son incapaces de verle el sentido y acaban tomándolo como una conducta negativa. Algunas palabras sarcásticas pueden herir gravemente a las personas, siendo este el objetivo de muchas palabras irónicas.
Según un estudio publicado en la American Psycological Asosiation (APA) y llevado a cabo por expertos en psicología, el entrenamiento del sarcasmo puede mejorar la capacidad de para comprenderlo. Los participantes eran 111 niños de cinco a seis años, asignados a la condición de entrenamiento. A los niños se les mostraba una serie de espectáculos de marionetas que terminaban con un comentario sarcástico.
Paula Yruegas Segura, psicóloga y perito forense, miembro de Top Doctors, ha contado a Ser Padres que “los pequeños entienden el lenguaje de manera literal, de modo que si alguien, generalmente un adulto, les dice “¡muy bien!” cuando han hecho algo mal, se van a sentir confusos. Los adultos nos valemos de otras herramientas, como son el contexto, los gestos y la entonación del interlocutor, para completar y dar un sentido al mensaje que estamos recibiendo. Pero para poder integrar toda esta información hace falta que el cerebro adquiera un grado de madurez determinado”.
La edad en la que los niños logran comprender el sarcasmo no será hasta los cinco o seis años, según la psicóloga. A esta edad es cuando el niño comienza a percibir que el interlocutor no le trasmite lo que quiere trasmitirle y puede crear confusión. El niño no entenderá exactamente lo que es el sarcasmo, pero sí detectará las incongruencias entre las palabras que escucha, el mensaje, la entonación y los gestos del interlocutor. “Entre los siete y los diez años aproximadamente, los niños empiezan a entender que el sarcasmo se usa como una forma de crítica o burla”, añade Yruegas.
Las consecuencias negativas que acarrea el sarcasmo son que los niños no puedan confiar en nadie o depender de ellos porque piensan que les están mintiendo. Según la psicóloga, “Las consecuencias emocionales son amplias, y pueden manifestarse como ansiedad, soledad, falta de confianza en uno mismo y en el mundo, indefensión o baja autoestima, entre otras. Además, estos efectos nocivos pueden perdurar hasta la edad adulta”.
A medida que se van desarrollando habilidades como el lenguaje, el pensamiento abstracto o la Teoría de la Mente - habilidad de inferir estados mentales (pensamiento, deseos, intenciones…) en otra persona, y utilizar dicha información para interpretar y predecir la conducta- serán capaces de entender el doble sentido que encierran el sarcasmo o la ironía. Asimismo, cabe destacar que las personas con TEA (Trastorno del Espectro Autista) o con trastornos en el lenguaje o la comunicación es probable que nunca lleguen a entender las “intenciones ocultas” que se esconden en este tipo de burla.
Hay algunas personas que se preguntan si se puede entrenar el sarcasmo y la respuesta es sí. La psicóloga Paula Yruegas finaliza diciendo que “Los padres y profesores pueden ayudar a desarrollar las habilidades necesarias para lograr entender tanto la ironía como el sarcasmo”.