Al principio, todas estas sensaciones aparecen a intervalos irregulares. El hambre, por ejemplo, puede volver a la media hora de una toma, pero otras veces no aparece hasta pasadas cuatro horas.
Al cabo de tres o cuatro meses, la mayoría de los bebés van regulando sus horarios. A partir de ese momento, es más fácil acompasar los ritmos del bebé con los de papá y mamá. No te preocupes: cada vez te será más fácil reconocer qué necesita tu bebé y cómo puedes satisfacerle.
Comer: ¡olvida el reloj!
Hasta que alcanzan las seis semanas, la mayoría de los niños necesitan energía cada poco tiempo. Hay que alimentar a los bebés a demanda, es decir, siempre que tengan hambre y en la cantidad que ellos quieran. Al principio, esto puede ocurrir en cualquier momento del día y de la noche.
Si le das el pecho, no tienes que preocuparte por cuánta leche tengas. Cuanto más succione el bebé, más leche producirás. Las primeras tomas pueden ser un poco anárquicas, pero luego, en general, los niños acaban por soltar el pecho cuando no quieren más.
Lo mismo sucede si toma biberón: hay que dárselo cuando él lo pida, y hasta que él quiera. Algunos primerizos piensan que su recién nacido seguirá un ritmo regular y reclamará su “bibe” cada tres o cuatro horas, pero eso no suele pasar.
En los primeros días, ofrece a tu hijo el pecho cada vez que esté despierto, activo o emita sonidos. No hay que esperar a que llore, es un signo tardío de hambre y de que tiene poca glucosa en el cerebro.
No siempre es hambre
Lo correcto es que des el pecho a tu hijo cuando te lo pida. Pero eso no significa que haya que darle de mamar en cuanto empiece a llorar: a veces, el recién nacido también llora porque necesita mimos o porque tiene el pañal sucio. Y se enfadará si ve que le das el pecho en lugar de lo que él quería. No te preocupes: desarrollarás una sensibilidad especial para saber lo que necesita tu bebé antes de lo que crees.
Qué te puede ayudar
Dormir: distinguir el día y la noche es cosa de mayores
Cada bebé tiene unas necesidades de sueño distintas. La mayoría de los recién nacidos duermen 16 ó 17 horas diarias, pero el tuyo puede ser más dormilón o necesitar menos. Suelen despertarse cada 3 o 4 horas, normalmente para comer, y permanecen despiertos entre una y dos horas seguidas.
A partir del mes y medio, los patrones del bebé empiezan a seguir los ciclos de luz y oscuridad y el niño comienza a dormir más por la noche.
Un bebé que a los tres meses duerme de un tirón no llega a las ocho horas, sino que se queda en cinco o seis seguidas. Es prácticamente imposible alargar estos periodos. Como mucho, puedes aprender a utilizarlos mejor -aprovechandopara dormir tú cuando él duerma, por ejemplo-.
Cuidado con las siestas largas
Evidentemente, si el bebé duerme mucho durante el día, te deja más tiempo para tus cosas. Pero debes tener en cuenta que las siestas muy largas o muy tardías afectarán a su sueño nocturno. Por eso, en estas situaciones, tendrás que hacer algo que normalmente está prohibido: despertar al niño. Si lleva muchas horas dormido, lo mejor es hacerlo con muchos besos suaves y una ración extra de caricias. O dejar que entren en su habitación los ruidos habituales de la casa.
Durante el día, no bajes las persianas de la habitación del niño, deja que entre la luz del día.