Como padres, todos estamos familiarizados con la ansiedad por separación, y en ocasiones sabemos lo tremendamente difícil que puede llegar a ser la vuelta de nuevo al trabajo, o comenzar a hacer algunos quehaceres diarios fuera de casa, cuando esto choca directamente con los fuertes sentimientos del bebé, o del niño pequeño. Es algo absolutamente normal que el pequeño llore cada vez que te vas, pero especialmente en los primeros momentos, esto continúa siendo innegablemente doloroso.
Para la mamá y el papá, no hay duda que dejar al bebé nunca es fácil, y puede tornarse aún más difícil si cabe cuando el pequeño sobre todo grita y se aferra a nosotros cada vez que salimos. Pero la ansiedad por separación es una parte normal del desarrollo del niño. Y se convierte en una señal evidente de que el pequeño ha formado un apego saludable con sus padres. Además, esta fuerte sensación de seguridad ayudará al pequeño a aprender a convertirse, poco a poco, en un niño independiente.
¿Cuándo empieza la ansiedad por separación en los bebés?
Durante los primeros meses de vida, el bebé todavía no tiene idea de que es un individuo independiente de su cuidador. Sin embargo, alrededor de los 8 meses de edad, el bebé empieza a distinguir entre las diferentes personas que tiene cerca, y forma fuertes vínculos emocionales con sus padres (o cuidadores).
Es el momento en el que también se encuentra aprendiendo el concepto de permanencia de objetos: las personas -incluyendo mamá y papá- y las cosas todavía existen incluso cuando ya no es capaz de verlas porque, por ejemplo, no las tiene cerca.
Así, cuando se suman estos diferentes avances del desarrollo, al final se acaba obteniendo la ecuación perfecta para que dé comienzo la ansiedad por separación. De hecho, suele surgir entre los 8 a los 14 meses de edad.
Incluso puede volver a surgir de nuevo alrededor de los 15 meses, cuando ya pensabas que el bebé había superado la ansiedad por separación. Pero ahora es un poco diferente: el niño comprende que la mamá está en otro lugar cuando se va, pero no sabe realmente si se va por un minuto, o si sin embargo se va para siempre.
Dado que el bebé suele pasar muchísimo más tiempo con la mamá, sobre todo cuando está amamantando, es común que la ansiedad por separación la afecte más a ella. Así, parece que de repente el niño no puede ni quiere separarse ni por un segundo de ella. Pero, ¿ocurre lo mismo con el papá?
¿Ocurre también con el padre?
Si bien es cierto que cada situación es única, y depende directamente del propio papel que hayan ejercicio los padres con el niño, en algún momento los niños pequeños empiezan a preferir a un padre sobre el otro. Y, a menudo, es la figura paterna la que tiene cierta preferencia. De acuerdo a los expertos, se convierte en una forma de ejercer los comienzos de la “elección propia”, como parte esencial del proceso de apego.
Así, es común que, de repente, el niño pequeño exija a papá al momento del baño, de alimentarse, de vestirse o de jugar. Pero también puede ocurrir que, pasadas unas semanas, la mamá vuelva a ser la “preferida”.

El desarrollo social y emocional del bebé se ve principalmente afectado por la calidad del apego a su cuidador. Así, es normal que en un principio se una fundamentalmente a la madre, dado que es la cuidadora principal. Pero, luego, un vínculo hacia la figura paterna complementa la relación que el niño tiene con su madre.
A medida que el bebé empieza a ser consciente de que es un individuo separado de su madre, otros cuidadores, como por ejemplo podría ser el caso del padre, acaban volviéndose más interesantes.
Esta etapa está directamente relacionada con que los niños pequeños empiezan a desarrollar un sentido saludable de independencia, afirmando así opciones siempre que pueden. Digamos que se producen distintas fases de apego, y cada una de ellas está relacionada con el desarrollo cognitivo y físico del pequeño.
Así, es perfectamente posible que la ansiedad por separación también ocurra con el padre. Aunque en muchos casos lo habitual es que suela surgir más tarde, cuando ya el niño ha dejado ser un bebé para convertirse en un niño pequeño.
En estos casos, no se trataría tanto de ansiedad por separación, y sí más bien de la necesidad de explorar otras relaciones y trabajar la figura del apego para sentirse lo suficientemente seguros. En definitiva, es una parte completamente normal del crecimiento, el cual puede surgir, a su vez, en otras etapas de la infancia.