Hacer torres: su juego favorito
Construye y destruye, pilla y se esconde, imita a los padres, esos juegos le ayudan a comprender el mundo.
Entre los 18 y los 24 meses el niño pasa mucho tiempo destruyendo y construyendo, desestructurando y volviendo a estructurar, algo que hará con sus torres y construcciones sencillas.
“Necesitan tirar para volver a construir”, apunta Susanna Fusté, educadora en el Espai Familiar Casa dels Colors, de Barcelona. Simbólicamente están experimentando la siguiente idea: si todo lo que soy se rompe… se puede volver a construir. Y esto tiene que ver con que es justo a esta edad cuando están “rompiendo” la antigua relación con mamá y los cuidadores. En breve el pequeño empezará a reivindicarlo con la palabra: “No” es su forma de reivindicar su autonomía.
Entre los juegos favoritos de esta edad, de hecho los que más carcajadas despiertan, son los de pillar o esconderse. Ponen sus habilidades físicas al servicio de escapar del adulto o esconderse de él, para comprobar una y otra vez (a nivel simbólico) que no pasa nada, que le seguimos queriendo igual aunque se aleje, que se puede apartar un poco sin que le pase nada a él o a nosotros y que si se esconde, vamos a buscarlo porque es importante… ¡claro!
Es también edad de la imitación directa o en diferido: conduce como los padres hace la comida o peina al muñeco. “Es interesante continuar con reciclaje como yogures, botellas de plástico, conchas, piñas… El material que no tiene un significado concreto favorece que el niño vuelque en él su propio significado y haga con eso lo que quiera”, afirma Susanna Fusté.
Y lo cotidiano se convierte en inagotable fuente de estímulo. ¡Hay tantos aprendizajes en la vida cotidiana! Por ejemplo, lavarnos las manos, propone Susanna Fusté. Es un ritual tranquilo en el que el niño coloca su taburete y se sube, modula el agua y busca la temperatura adecuada, utiliza el jabón para lavarse, se seca las manos y al terminar podemos poner palabras: “Fíjate qué bien huelen y qué bien se está con las manos limpias después de comer”. En este sencillo gesto el niño trabaja con la temperatura, el olor, la textura, la habilidad óculo manual, el equilibrio… el niño de esta edad necesita seguridad, repetir y anticipar. Las cosas nuevas aparecerán en momentos cotidianos.