Ser Padres

El cerebro de mi hijo: una casa en construcción

¡Qué importante es conocer cómo funciona nuestro cerebro! Y en el caso de nuestros hijos, más importante todavía.

Marta Moreno

Daniel J. Siegel, utiliza, entre otras, la metáfora de una casa para explicar las  partes del cerebro:

Imaginemos que el  cerebro es una casa de dos plantas. La planta baja es donde se satisfacen las necesidades básicas de la familia, ahí se situaría la cocina, un cuarto de baño, un comedor, etc. Haciendo el paralelismo con el cerebro, la planta baja sería el cerebro inferior que incluye el tronco cerebral y el sistema límbico. Éstas partes corresponden, según los científicos, al cerebro primitivo, el primero en formarse y encargado de las funciones básicas (respiración, latido del corazón, parpadeo, etc.), reacciones automáticas e impulsos (ante un peligro: huida, lucha o parálisis) y emociones fuertes (como la ira y el miedo).

La planta superior de nuestra casa podríamos imaginarla como una maravillosa y ordenada biblioteca llena de luz, tranquilidad y confort, con amplios ventanales y claraboyas que nos permiten ver el exterior con mucha nitidez. Bonito ¿verdad? Pues esa planta corresponde al cerebro superior, compuesto por la corteza cerebral y sus distintas partes, donde tienen lugar los procesos mentales más complejos, como el pensamiento, la  imaginación y la planificación. Es la parte del cerebro responsable de importantes habilidades y capacidades que todo  padre y  madre espera ver en su hijo:

¿Por dónde se empieza la construcción de una casa?

Efectivamente, por la planta baja. Esta planta está “casi” lista al nacer, y solo tendremos que mantenerla limpia y en orden para que funcione todo correctamente.

Sin embargo, la planta superior, nuestro cerebro superior, es otra cuestión, requiere la acumulación de acontecimientos y experiencias que le permitan generar  aprendizaje para poder ir regulando las emociones, plantearse las consecuencias de las actuaciones, pensar antes de actuar y tener en cuenta los sentimientos de los demás. Tarda una media de 25 años en estar terminada.

Esta explicación del cerebro aporta  claridad y tranquilidad. Sí, la casa de nuestros hijos está “en construcción”, y cada situación cotidiana la podemos aprovechar para ayudarles a amueblar su planta superior: ¿está nervioso?, le enseño a relajarse, resultado. Nuestro hijo ha colocado un bonito y alegre cuadro en su biblioteca. ¿Le ayudo a pensar sobre alternativas y soluciones para afrontar por sí mismo una dificultad? Su estantería de libros útiles y prácticos aumentará. Y así, día a día, año a año, con paciencia, nuestros hijos irán dando forma a su casa particular y única.

Así se puede ver y vivir la  educación de los hijos como un proceso ilusionante en el que podemos sacar aprendizaje de cualquier acontecimiento. Porque como plantea uno de los criterios básicos de la Disciplina Positiva: “los errores son maravillosas oportunidades de mejora”. ¡Qué liberación!. Sí, de todo podemos aprender y cualquier hecho es útil si somos capaces de exprimirlo para sacar el aprendizaje.

Y con este planteamiento, intentemos no desesperarnos en lo cotidiano cuando veamos que los resultados no son lo que nos gustaría, o no llegan tan pronto como desearíamos. Centremos nuestra atención y energía en hacer lectura, en positivo, de lo vivido, para ir aportando un elemento más para que esa casa sea sólida, firme y segura para nuestro hijo cuando sea adulto.

En resumen, el cerebro de nuestro hijo es una casa en construcción y por ello es importante ayudarle a vivir los acontecimientos de la vida como aprendizaje y en clave positiva para que pueda ir completando su casa con las habilidades y capacidades que le ayudarán a convertirse en adulto emocionalmente sano y feliz.



Carolina Huerta Ecenarro, coach de familia, educadora de padres en Disciplina Positiva y colaboradora de “El Mundo de Mozart



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