Es uno de los últimos descubrimientos de la neurociencia: aunque la genética determina en buena parte la anatomía del cerebro, son las experiencias las que modelan la estructura única de cada cerebro. Y lo hacen durante toda la vida para permitirnos adaptarnos a las circunstancias y al medio.
El cerebro del bebé contiene todas las estructuras de un cerebro adulto, pero es inmaduro. Esto quiere decir, en parte, que puede desarrollarse en muchas direcciones. Por ejemplo, esta inmadurez es la que hace posible que los bebés puedan aprender cualquier idioma con perfecto acento, en función del lugar en el que nacen. La inmadurez del bebé le permite una mejor adaptación y le confiere una mayor capacidad de aprendizaje. Y eso es una buena noticia: podemos hacer mucho por él brindándole amor, cubriendo sus necesidades básicas y ofreciéndole un ambiente rico en estímulos.
Hemisferios
El cerebro cuenta con varias estructuras. En una primera aproximación, podemos distinguir dos hemisferios. Cada hemisferio percibe la realidad de una forma.Normalmente el hemisferio izquierdo está gobernado por el pensamiento lógico y analítico, alberga las matemáticas y el habla. El hemisferio derecho funciona con un pensamiento intuitivo y global, aloja la imaginación y la creatividad.
Simplificando mucho, a veces se habla de ellos como el hemisferio racional y el hemisferio emocional. Ambos están unidos mediante el llamado cuerpo calloso, lo que nos permite actuar de manera unitaria, coordinada y coherente.
El cerebro se desarrolla de derecha a izquierda. Es decir, cuando nace tiene más activo y desarrollado el hemisferio derecho (el pensamiento global e intuitivo), que regirá su vida durante varios años, mientras se desarrolla el izquierdo. Esto permite al bebé comprender globalmente las situaciones y hace también que esté a merced de sus emociones, que hemos de ayudarle a manejar: siente, empatiza con nosotros, y todos sus procesos de aprendizaje estarán regidos por ellas.
Conexiones
El cerebro del recién nacido está formado por unos 100.000 millones de neuronas. Estas son importantes, pero la clave del funcionamiento del sistema nervioso está en las conexiones que establecen entre ellas.
La actividad neuronal en los primeros años de vida es febril, mayor de lo que volverá a ser nunca. Se pueden crear entre 30.000 y 50.000 conexiones entre las neuronas por segundo y por cm2. Cada estímulo y cada experiencia generan conexiones neuronales que van afianzando los circuitos conforme se repiten las experiencias. Pero también hay periodos de «poda» en los que el cerebro se deshace de las conexiones que no ha utilizado o no le son útiles. Finalmente, se estabiliza en unas 10.000 conexiones de media por neurona en la edad adulta: son nuestro «cableado», el encargado de enviar las señales del cuerpo al cerebro, y viceversa. La experiencia es la responsable de las conexiones y la mayoría de estas conexiones se establecen en la infancia, aunque una buena parte de ellas se vuelven a destruir en la pubertad.
Aún después de haber detenido su crecimiento (que puede llegar hasta los 25-30 años), seguirá adaptándose durante toda la vida, algo que contradice la creencia vigente hasta hace poco de que el cerebro era sobre todo resultado de la genética, un cerebro estático y terminado a una edad del que solo quedaba esperar la degeneración propia del paso del tiempo. Nada de eso. Se ha descubierto que las neuronas pueden regenerarse.
Asesoras: Nieves Maya Elcarte, pedagoga, y autora del libro Conocer el cerebro para la excelencia en la educación yTrinidad Cosano, psicóloga y logopeda.