Conseguir el equilibrio ideal entre marcar límites y permitir el desarrollo de la autonomía de los niños es una de las cuestiones más complicadas que existen en la crianza. Un muy buen ejemplo para profundizar en ello es la pintura, actividad que despierta el interés de los peques desde los dos años en adelante, y muy especialmente alrededor de los tres o cuatro años.
Cuando un niño o niña demuestra interés en pintar (algunos desean hacerlo casi a todas horas), los adultos nos planteamos qué está bien y qué no lo está. ¿Debo dejar que pinte de forma libre aunque no replique los colores del dibujo de la muestra? ¿Le explico que trate de no salirse o que pinte como quiera? ¿Dejo que utilice colores y superficies a su gusto aunque se manche o las utilice de forma distinta a su uso original? Y como estas, una larga lista de dudas aparecen en muchos papás y mamás que dudan, como es normal, que conviene en cada situación.
Pues bien, si en algo coinciden los expertos en educación y psicología infantil es en que no debemos coartar la libertad de nuestros pequeños a lo hora de pintar. Es superior a nosotros en muchas ocasiones, pero debemos evitar el “esto se pinta así”, o “pinta a mamá con el pelo corto porque no lo tiene largo” y “pon las nubes en el cielo” si el niño decide pintarlas en el suelo, por citar tres ejemplos.
Libertad pero con límites
No debemos confundir esta recomendación extendida con no poner límites a la hora de pintar. Se trata, en definitiva, de equilibrar la imposición de límites y el desarrollo de su autonomía, tal y como explican en el libro El desarrollo emocional de tu hijo: Cuentos desde la Teoría del Apego, Rafael Guerrero y Olga Barroso: “Que un niño de dos años quiera pintar y explorar los diferentes materiales y superficies para hacerlo es estupendo. Ahora, que un niño quiera rayar con un plumón permanente una mesa de madera del salón ya no es tan estupendo”, ejemplifican. En este caso, ambos expertos inciden en que debemos decirle al pequeño que no puede hacerlo por equis motivos, aunque se enoje.
Pero una cosa es establecer este tipo de límites, que son necesarios, y acompañarles durante la actividad, lo cual es también muy positivo, y otra muy diferente es interferir en su proceso creativo, lo cual no ayuda a que el niño o niña se comunique a través de la pintura, que es una de las herramientas de expresión más potentes que tienen a su alcance para ello.
Además, según apunta la psicóloga infantil Sara Tarrés, pintar es una actividad divertida que potencia su creatividad, su capacidad de concentración, su concepción espacial y su imaginación y desarrolla también su psicomotricidad fina (coordinación ojo-mano). Y por si fueran pocos beneficios, pintar a su gusto, sin guías ni interferencias, supone un refuerzo para su autoestima, ya que los peques se dan cuenta de que pueden hacer cosas por sí solos.
Por todo ello, Sara Tarrés recomienda dejar que el niño o niña que lo desee pinte siempre que quiera a su aire en las superficies indicadas. “Estimúlale, elogia sus obras de arte, siéntate a su lado y pinta con él”, concluye la experta en su blog de divulgación Mamá Psicóloga Infantil.