En los últimos años, con el desarrollo apabullante de la tecnología, tendemos a infravalorar el desarrollo del sentido del tacto en favor del oído, el gusto y, sobre todo, de la vista. Prueba de ello es que los juguetes que más se venden son luminosos, y la realidad es que sin el tacto, el ser humano tendría muy difícil su supervivencia.
Los sentidos son todos fundamentales para el desarrollo de un niño en sus primeros años de vida, pero en el primer año de vida es el tacto el que más nutre su mente de estímulos externos, algo básico en la formación del intelecto. Por este motivo, el tacto, igual que olfato lo está porque les guía hasta el pecho de la madre, está desarrollado antes de nacer.
La exploración, la experimentación y la manipulación es absolutamente necesaria durante los primeros años de vida. No en vano, es un pilar fundamental en el primer ciclo de educación infantil, donde se llevan a cabo numerosas actividades en las que contactar con las manos con objetos de diferentes texturas es la acción principal.

Y es que el juego es la mejor forma de estimular el tacto, que entre otras tareas, tiene un papel fundamental en la creación del vínculo entre el pequeño y su mamá, también su papá, durante las primeras de vida.
En el vientre materno
El desarrollo del tacto arranca hacia la semana 11 de gestación, cuando comienzan los movimientos del feto en el útero. El bebé está ya explorando por primera vez todo aquello que le rodea, algo que ya no dejará de hacer en toda su vida.
Al nacer, lo primero que utilizan madre e hijo para comunicarse es el tacto. La voz acompaña, pero el tacto es la herramienta principal. Después entra en juego el olfato para estimular el hambre en el bebé, pero el tacto sigue presente en todo momento en la escena porque determinadas partes del cuerpo del recién nacido son especialmente sencillas al contacto directo, sobre todo la cara, las manos, el abdomen y las plantas de los pies. El tacto es su garantía de seguridad.
Primeros meses de vida

Hacia el mes de vida el bebé empezará a apretar fuerte el dedo de su mamá el poquito tiempo que tenga sus palmas abiertas, y a partir del segundo y el tercer mes empezará a reaccionar con placer a los cosquilleos suaves. Es una etapa en la que disfruta muchísimo del contacto piel con piel.
En el cuarto mes, sus músculos se van desarrollando y fortaleciendo, de manera que podrá muy pronto alcanzar y tocar objetos que tenga a su altura. En el quinto mes los podrá sostener con las dos manos y se apoyará en el gusto, en la boca, para seguir descubriendo cada uno de ellos. Además, ya disfrutará también el chapoteo en el agua, que al fin y al cabo es otra consecuencia más del desarrollo del tacto.
Es entre el séptimo y el octavo mes cuando empieza a darse cuenta de si un objeto es plano o tridimensional porque ya es consciente del espacio, y estará muy entretenido tocándolo todo (y metiéndoselo en la boca después).
Cuando empiece a gatear con soltura seguirá utilizando su tacto para guiarse y para aprender más cosas. Le encantará que le ayudes a explorar nuevas texturas, tamaños, temperaturas, etcétera. Todo ello a través de sus manos, del tacto, algo que seguirá haciendo durante los dos años posteriores.
A partir del año

En todo el proceso de aprendizaje y desarrollo hasta los tres años, la dependencia del tacto es sobresaliente, aunque a medida que va siendo más autónomo, que va adquiriendo más conocimientos y que también otros sentidos se potencian más, la balanza se va moviendo hasta alcanzar un equilibrio en el cual el engranaje de los sentidos funciona en equipo.
De este modo, de los tres a seis años el tacto seguirá siendo un sentido decisivo, pero ya no tendrá el mismo peso de los primeros tres años de vida. Ya reconocen a simple vista muchos objetos, también su memoria retiene olores que le son familiares y su oído les ayuda a orientarse y mantenerse alerta. El tacto sigue estando presente en todo lo que hacen, pero deja de ser la primera opción en todo momento.