Cucú-tras o escondite: Mucho más que un simple juego para tu bebé

Desde que son bebés les encanta jugar al escondite o cucú-tras. Pero es que muchos juegos que parecen solo eso, en realidad son mucho más. ¿Sabías que para tu bebé, sentir que estás preocupado porque no lo encuentras le hace sentirse querido?

Los juegos de estimulación… hemos hablado largo y tendido sobre la importancia de jugar con nuestro bebé desde que llega a casa, de interactuar con él e ir diciéndole, desde la primera vez, todo lo que vamos a hacerle: ‘ahora te voy a cambiar la ropa’; ‘tenemos que ir a darte un baño’; ‘ha llegado la hora de dormir’.

Relacionado con esto, hace poco os hablábamos de un estudio que conectaba directamente la buena autoestima de nuestros hijos con el número de horas que jugásemos con él o ella. Esta investigación en concreto avalaba la importancia del juego en el desarrollo motor, cognitivo, social y emocional de los niños. Por eso, venía a decir que es muy importante que los padres compartiesen con el menor tiempo de juego; de esa manera, el niño sentiría que es alguien querible e interesante, ya que sentirá que es capaz de generar felicidad cuando sus progenitores interactúan con él.

Pues bien, algo parecido pasa con el famoso juego del escondite o el ¡cucú-tras! Un pequeño entretenimiento que utilizamos a menudo para sacar una fuerte sonrisa o carcajada en nuestro bebé y que, sin embargo, aparte de para eso, a ellos les sirve para sentirse queridos y alagados.

Y lo hace, precisamente, porque escondiéndose detrás de una toalla, tapándose la cara con sus manitas o agachando la cabeza a modo de escondite, los papás dejamos de verles: se sienten invisibles para nosotros.

Cuando formulemos la pregunta mágica de ‘ui, ¿dónde se habrá metido este niño?’, ‘¡Ay! Que no lo veo’… a ellos les ilusionará ver cómo mamá o papá le han echado en falta cuando no está. Por tanto, es una manera de comprobar que sufren la misma inquietud que él cuando faltan sus papás. Nos parece un sentimiento tan puro y tan bonito que ahora no podremos para de jugar en todo el día.

Este sencillo juego va evolucionando con el paso de los años hasta convertirse en el famoso escondite al que juegan todos los niños. En esta etapa vital tiene otros beneficios para su desarrollo y podemos encontrar, también, algunos educativos. ¿Quieres conocerlos? Te los contamos a continuación.

No es solo un juego

A los niños les encanta esconderse. Desde que son bebés les divierte aparecer y desaparecer y que mamá o papá les busque y haga fiestas al encontrarle. ¿Un sencillo pasatiempo? Claro que no, es un juego que le ayuda en su evolución.

¡No estoy!

Marcos acaba de despertarse de la siesta, mamá o papá se acercan a la cuna con intención de sacarlo pero él en vez de lanzarle los brazos empieza un juego curioso: la mira, espera dos o tres segundos y esconde la cabeza esperando nuestras palabras cariñosas.

¡Qué sí! ¡Estoy aquí!

Cuando le reímos la gracia, o le soltamos un piropo amoroso, él vuelve a taparse la cara con la sabanita. Le miramos orgullosos y el niño repite la jugada una y otra vez. Ha descubierto el juego del cucú-tras, ¡y cómo se ríe! ¡Cómo disfruta mirando la cara que ponemos cuando baja la sábana!

Cucu-trás

Este famosisísimo y atemporal juego sucede alrededor de los ocho meses. El bebé oculta su cara detrás de una manta o un pañuelo para que su mamá no le vea y se lo pasa pipa.

No te veo

Todos los bebés, hacia el séptimo u octavo mes de vida, se entretienen haciéndose invisibles para mamá y papá, al menos por breves periodos de tiempo. Los de ayer y los de hoy. ¿Por qué el cucú-tras les gusta tanto? Psicólogos y psicoanalistas tienen la respuesta: este juego les ayuda a manejar la angustia que les causa la ausencia de su madre cuando no la ven.

Sí te veo

Ellos todavía no saben que mamá siempre regresa a su lado. «Con el cucú-tras, ya no es la mamá quien se va y vuelve cuando ella quiere, sino que el bebé, al levantar la sabanita para taparse y luego bajarla, es como un director de escena que dice: "Ahora sí estás, ahora no estás"» explica el psicoanalista infantil Guillermo Kozameh.

Ya no me ves

A Lucas, de 18 meses, le gusta desaparecer de la vista de su madre. Se refugia detrás del sofá o de una puerta o debajo de la mesa para que la mamá la busque. «¿Dónde está Lucas?», se pregunta la mamá, al darse cuenta de la estrategia. «¿Dónde está mi niño, que no lo veo?» «¿Lucas?» «¿Lucaaaas?», grita mientras mira en una y otra dirección. En realidad, la madre sabe perfectamente dónde está Lucas, la ve debajo la mesa, pero finge que no la encuentra y que está muy impaciente. Lucas no tarda en aparecer esperando encontrar muestras de alegría en la cara de su mamá. ¡Bingo! La madre al verlo se pone muy contenta y le da un sonoro beso en la mejilla.

¡Que sí estoy!

Al niño lo que le ilusiona ahora es contemplar que la mamá o el papá le ha echado en falta y que cuando él no está, se angustian. Es una manera de comprobar que su madre (o su padre) cuando él no está a su lado sufre la misma inquietud que tiene él cuando faltan sus papás.

Frío, frío

Clara, de cuatro años, juega al escondite con sus amigas cada vez que se juntan. Por turnos, una se apoya en una pared, se tapa los ojos, cuenta hasta diez o hasta veinte y luego busca a las demás. Clara se esfuerza por encontrar un lugar donde pueda ocultarse sin ser descubierta; sabe que si lo logra, tendrá posibilidades de abandonar el escondite sin ser vista y ganar el juego. «Aquí se añade algo más: el niño se da cuenta de que los padres no son omnipresentes, que no le leen el pensamiento y no saben qué está haciendo en todo momento. Ha ganado autonomía», explica Guillermo Kozameh.

¡Qué emoción!

Así que ya sabéis por qué a los niños les encanta esconderse. Desde que son bebés les divierte aparecer y desaparecer, que les busquemos y hagamos fiestas al encontrarle. ¿Un sencillo pasatiempo? Claro que no, es un juego que le ayuda en su evolución.

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  • Eugenio Manuel Fernández Aguilar