En la pedagogía actual existen diferentes líneas educativas en cuanto al modo en el que se debe facilitar el desarrollo y la evolución de los niños. Hasta ahora se ha llevado a cabo un sistema en el que el adulto del niño.
En contraposición a esta línea pedagógica y, tratando de evitar, el forzar situaciones de aprendizaje en los niños, se plantea un método educativo basado en el propio proceso del niño de manera natural. No es necesario dirigirle ni guiarle, simplemente dejar que el niño vaya aprendiendo y creciendo según le salga de manera natural. El riesgo que podemos correr en este caso es el que el niño pueda elegir un camino cómodo para él pero, puede que, igual no sea el mejor o del todo óptimo.
Los padres, ante estas dos posturas, suelen tener dudas de cómo actuar y qué estilo educativo es mejor para sus hijos por el miedo a los riesgos que ambos sistemas pueden conllevar. Es decir, se tiene miedo, por un lado, a forzarles y bloquearles por ese bloqueo y, por otro lado, se teme dejarles demasiada libertad y que esto pueda ocasionarles dificultades.
Lo importante es ser capaces de llegar a un equilibrio. Los niños necesitan de nosotros en muchos momentos. En realidad ellos no saben cómo tienen que actuar, por lo que, es bueno estar a su lado, guiarles y enseñarles cómo tienen que responder ante las diferentes situaciones. Para respetar su forma de ser y darles cierta libertad es bueno dejarles elegir pero con cierto control. Les podemos dar diferentes opciones y que ante esas opciones elijan la que más les guste o más identificados se sientan. De este modo, sabremos que elijan lo que elijan son opciones buenas.
No sólo se trata de dejarles elegir, sino que cuando lo hagan deben saber razonar y explicar de manera argumentada los motivos por los que han elegido esa opción. Con esto se trata de que no hagan las cosas sin pensar sino que razonen y reflexionen siempre aquello que están haciendo. Cuando les pedimos la primera vez que argumenten su elección no sabrán hacerlo. Es entonces cuando debemos estar ahí y ayudarles. No se trata de darles nosotros el argumento sino hacerles pensar sobre los diferentes motivos por los que ha elegido esa opción. De este modo provocaremos y activaremos su capacidad mental para razonar y justificar. No podemos dar por válidas respuestas del tipo: “lo elijo porque sí”, o “porque yo quiero”. El argumentar las decisiones tomadas no sólo le enriquece intelectual y cognitivamente sino que, además, le responsabiliza de la decisión a tomar y de las consecuencias de su elección.
Una vez que son capaces de decidir y argumentar su decisión nuestra labor como padres es acompañarles en el camino mientras la ejecutan o la llevan a la práctica. Esta compañía les servirá por si se pierden en el camino y por si necesitan ayuda para lograrlo.
Se trata por lo tanto, de hacerles crecer y sacar lo que cada uno tiene en su interior de manera libre y responsable. Acompañarles, guiarles y estar a su lado no significa coartarles.
María Campo es asesora pedagógica en Eduka & Nature