Aunque la etapa de los contagios masivos ha pasado y, con ella, la peor parte de la pandemia (sanitariamente hablando) lo cierto es que todo lo que nos ha tocado vivir desde que la COVID-19 llegase a nuestras vidas está dejando secuelas en pequeños y mayores.

Los pediatras llevan meses alertando de que la salud mental de niños y adolescentes necesita atención con urgencia: la falta de rutinas, la preocupación extrema por sus familiares, el miedo al contagio, la falta de sociabilización, el confinamiento, la distancia social de seguridad o las mascarillas ha pasado factura en su bienestar emocional.
La última de las restricciones que nos quedaban desde aquel marzo de 2020 acabó hace apenas unas semanas. Con la retirada de la mascarilla en la mayor parte de los interiores, muchos han visto la ‘luz al final del túnel’ que les sitúa en una cercanía muy próxima a lo que era su vida antes de la pandemia. Pero, ¿qué ha pasado con los niños?
“Para muchos niños la mascarilla ha supuesto una barrera de seguridad para protegerse contra los contagios y su retirada puede percibirse como una ‘agresión’”, nos explica Mercedes Bermejo, psicóloga experta en infancia y adolescencia y directora del centro Psicólogos Pozuelo. “La retirada de la mascarilla puede ser vivida con cierto temor en algunos niños, así que hay que tener mucho cuidado y respetar sus ritmos”, continúa.
Y es que, son muchas las familias que se sienten preocupadas porque sus hijos prefieren seguir llevándola puesta: es lo que se conoce como ‘Síndrome de la Cara Vacía’ y, tal y como explica la profesional, requiere de mucha paciencia, respeto y cautela por parte de los progenitores y el entorno del menor. “Es una fobia sin catalogar y genera una sensación de sobre exposición e inseguridad a dejar la cara al descubierto por completo”, cuenta la profesional. Una fobia que, según sus propias palabras, ha aparecido, entre otros, por el peligro que supone la ‘obligatoriedad’ de cumplir una norma: los niños lo perciben como una agresión (ahora me obligas a llevarla y ahora me obligas a quitármela sin estar seguro para hacerlo).
“Hemos visto en la consulta a niños, incluso muy pequeños, que venían asustados o llorando tras ver la cara sin mascarilla de sus profesores o de sus compañeros”, nos cuenta Mercedes. ”Para ellos ha supuesto un impacto muy grande ver a un referente sin mascarilla, con la cara destapada, se han acostumbrado a sociabilizar sin ella y ahora necesitan tiempo para adaptarse”.
Costumbre, rutinas y percepción temporal: entre las causas
De acuerdo a las palabras de Bermejo, los niños y los adolescentes tienen una percepción temporal muy diferente a la de los adultos: lo que para nosotros han sido dos años, para ellos ha sido una eternidad. Y, teniendo en cuenta que en esta etapa funcionan por rutinas y hábitos, es entendible que la mascarilla se ha convertido, sin quererlo, en una extensión más de su cuerpo. “En estos colectivos tan concretos como son la infancia y la adolescencia, las alteraciones del estado de ánimo pueden ser más recurrentes, teniendo en cuenta, por una parte, las secuelas de la pandemia y, por otro, que cualquier cambio puede ser vivido como una hostilidad, miedo o bloqueo que puede desencadenar en una ansiedad”.
¿Cómo ayudar a un niño que no quiere quitarse la mascarilla?
Si te preguntas qué hacer si tu hijo no quiere quitarse la mascarilla, lo primero es entender dos variables: que esa actitud no la va a tener siempre, que será algo temporal y progresivo y, lo segundo, los factores que pueden desencadenarla para actuar en consecuencia.
“Esa ansiedad generada a la retirada de la mascarilla puede surgir porque hayan escuchado mensajes que no deberían haber escuchado, porque su percepción temporal es diferente y se han acostumbrado a ella o porque el estilo de crianza que ha recibido durante la pandemia haya sido poco prudencial”, explica Bermejo.
De esta manera, apuntilla algunos consejos que podrán tener en cuenta las familias:
- Ser comprensivos y poner palabras a las emociones
- Quitarse la mascarilla delante de ellos, poco a poco, para que vean que todo va bien
- Dando paseos por el campo e invitándolos a que se la bajen un poquito para respirar aire fresco
“Cuando se vaya sintiendo seguro, se irá sintiendo más cómodo para quitársela, pero necesita sentirse con libertad para hacerlo cuando quiera y para no hacerlo cuando no le apetezca”, finaliza la profesional.