Recientemente sabíamos que los casos de diabetes tipo 1 entre los niños se han incrementado notablemente en los últimos años, tal y como vienen alertando desde hace tiempo muchos médicos.
De hecho, de acuerdo a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC), mientras que en el año 2017 alrededor de 1,25 millones de personas tenían diabetes tipo 1, durante el pasado año (2020) esta cifra alcanzó los 1,6 millones de casos.
Y, como coinciden en señalar los expertos, uno de los mayores incrementos se ha registrado entre jóvenes y niños menores de 20 años de edad, con un aumento del 20 por ciento de los casos.
Aunque la diabetes tipo 1 puede desarrollarse a cualquier edad, lo más común es que se trate de una enfermedad que se diagnostica principalmente en niños pequeños, adolescentes y adultos jóvenes.
Pero, como también alertan los especialistas, uno de los principales problemas es que mucho de sus síntomas se pasan por alto, de manera que la ausencia de un diagnóstico temprano, y la falta de tratamiento, puede aumentar el riesgo de hospitalización, entre muchas otras complicaciones.
Además, los expertos también se enfrentan a otro tipo de diabetes que, aunque también puede producirse a cualquier edad, está igualmente aumentando entre los más pequeños, en esta ocasión como consecuencia del aumento del sedentarismo y la obesidad infantil: la diabetes tipo 2. ¿Qué diferencias existen entre ambas?
¿Qué es la diabetes tipo 1?
También conocida como diabetes mellitus, la diabetes tipo 1 es considerada como la menos común, la cual se encuentra principalmente relacionada con la falta de insulina o con la falta de acción de esta hormona, de manera que el tratamiento médico consiste en una combinación de dieta e insulina.
Hasta hace bien poco era conocida como diabetes insulinodependiente, y se estima que representa entre un 10 a un 15 por ciento de los casos de diabetes. Se caracteriza, de hecho, por ocurrir con mayor frecuencia en personas no obesas, antes de los 30 años de edad.
¿Por qué ocurre? Se debe principalmente a la destrucción de las células del páncreas que se encargan de la producción de insulina, conocidas como las células beta de los islotes de Langerhans, la cual suele surgir de forma autoinmune, dado que el organismo no reconoce las células beta de Langerhans y las destruye a través de linfocitos T y anticuerpos.
A partir de ese momento, la glucosa no puede ingresar a las células, por lo que regresa a la sangre, dando como resultado un aumento en el nivel de glucosa en sangre.

La causa de esta reacción se desconoce todavía, por lo que no está del todo claro por qué ocurre en algunas personas, y en otras no. Eso sí, los médicos han encontrado algunos factores que pueden influir, como factores ambientales (toxinas, virus y otras enfermedades autoinmunes) y una cierta predisposición genética, vinculada a ciertos genes en el sistema HLA, que se encuentra ubicado en el brazo corto del cromosoma 6.
En su forma típica, los síntomas más comunes suelen ser parecidos a los que surgen cuando el niño o la persona tiene diabetes tipo 2, como: sed excesiva, orina abundante, cansancio, pérdida, infecciones y dolor abdominal.
¿Y la diabetes tipo 2?
La diabetes tipo 2, sin embargo, suele ser considerada como el tipo de diabetes más frecuente, la cual afecta sobre todo a personas mayores de 50 años de edad, con una dieta desequilibrada y exceso de peso, aunque también se está encontrando en individuos más jóvenes, entre ellos niños mayores y adolescentes.
También denominada como diabetes no insulinodependiente, se caracteriza por ser una enfermedad metabólica en la que se produce un aumento crónico de azúcar en la sangre (que médicamente se conoce como hiperglucemia).
Cuando se produce significa que existe una mala regulación del sistema que se encarga de regular el nivel de azúcar en el cuerpo, habitualmente causado por la existencia de resistencia a la insulina. Así, dado que para mantener un nivel de azúcar constante, el organismo necesita más insulina, al final acaba volviéndose menos efectiva.
En este caso, sin embargo, no existe un único factor, sino varios factores de riesgo: genética y herencia, sobrepeso y obesidad (se estima que entre un 60 a un 90 por ciento de los pacientes tienen un sobrepeso significativo), el seguimiento de un estilo de vida sedentario, hipertensión arterial y consumo de tabaco.
No obstante, a diferencia de la diabetes tipo 1, la diabetes tipo 2 crónica suele ser asintomática, por lo que los síntomas tienden a aparecer cuando la enfermedad se encuentra muy desequilibrada. Los más comunes son: sed intensa y excesiva, necesidad frecuente de orinar, astenia y pérdida de peso.
Se trata de una enfermedad crónica, que puede provocar complicaciones agudas, especialmente cuando el tratamiento ha sido mal adaptado.