Cuando pensamos en la evolución del cerebro humano, lo habitual es imaginar escenas de homínidos caminando erguidos, usando herramientas cada vez más sofisticadas y desarrollando el lenguaje y sus habilidades sociales. Hasta aquí, todo sigue igual. La ciencia lo ha descrito de manera detallada. Lo que quizá nadie esperaba es que una de las piezas clave en esta historia se estuviera gestando, literalmente, dentro del útero: hablamos de la placenta, que podría tener un sorprendente papel —en concreto, sus hormonas— en la evolución del cerebro humano.
Una revisión científica publicada en Evolutionary Anthropology propone algo tan potente como inesperado: que la placenta, mediante la producción de hormonas sexuales durante el embarazo, fue uno de los motores de la evolución del cerebro humano.
Este órgano transitorio que asociamos, porque esa es su labor fundamental, con el aporte de oxígeno y nutrientes al bebé, podría haber tenido un papel decisivo en la historia de la humanidad si, como plantea la citada investigación, sus hormonas hubieran sido claves para moldear la arquitectura cerebral de nuestra especie desde antes de nacer.
Este trabajo, firmado por investigadores de las universidades de Cambridge y Oxford, reúne hallazgos de genética, neurociencia y biología evolutiva para explicar cómo la placenta humana se convirtió en una “fábrica hormonal” sin precedentes, capaz de influir en capacidades como la empatía, el lenguaje o la cooperación.

La placenta genera un entorno prenatal estrogénico
El estudio —se titula The Placental Steroid Hypothesis of Human Brain Evolution— expone que durante el embarazo humano se alcanzan niveles muy elevados de hormonas sexuales como estrógenos y testosterona, no tanto por la acción del feto, sino por la actividad esteroidea de la placenta.
Lo más fascinante es que esta producción hormonal no es un accidente. Los humanos han desarrollado una placenta altamente invasiva y rica en aromatasa, una enzima que convierte testosterona en estradiol, el estrógeno más potente. Esto genera un entorno prenatal intensamente estrogénico, muy distinto al de otros primates.

Estas hormonas no solo regulan el crecimiento fetal, sino que interactúan directamente con el cerebro en desarrollo. Por ejemplo:
- La testosterona incrementa la proliferación de neuronas en la corteza, favoreciendo una mayor expansión cerebral.
- Los estrógenos refuerzan la conectividad sináptica, estimulan genes relacionados con la plasticidad neuronal (como BDNF) y modulan el sistema de la oxitocina, clave en los vínculos sociales.
- Ambos tipos hormonales están involucrados en rutas genéticas humanas únicas, como el sistema Notch y sus variantes modernas (NOTCH2NL), esenciales para el desarrollo cortical.
Y todo esto sucede antes de que el bebé dé su primera patada.

El papel de la placenta en el embarazo: cambio de mirada
Este hallazgo traslada el foco evolutivo al embarazo. La idea de que la placenta “entrena” al cerebro humano para ser más grande, más conectado y más social cambia la narrativa del desarrollo prenatal.
Implica que ya en el útero se ponen en marcha procesos fundamentales que no solo definen rasgos físicos, sino también capacidades cognitivas y emocionales. Los autores del estudio lo vinculan con la evolución de la cooperación, la empatía, el aprendizaje del lenguaje y la reducción de agresividad. Rasgos todos profundamente humanos… y profundamente necesarios para criar.
Por otro lado, el estudio también aborda la transmisión intergeneracional: ciertas condiciones hormonales durante el embarazo pueden afectar a las hijas, que a su vez pueden reproducir esos patrones endocrinos en sus propios embarazos. Esto se ha observado, por ejemplo, en el caso del síndrome de ovario poliquístico.
![FIGURA 4. Diagramas circulares de la coevolución de rasgos relacionados en humanos. El círculo exterior describe las presiones ecológicas derivadas de la necesidad de mantener grupos grandes [4, 11]. El círculo interior a la derecha muestra el vínculo evolutivo entre el crecimiento cerebral y la función placentaria, con especial énfasis en los efectos de los esteroides sexuales placentarios en el neurodesarrollo, según hallazgos recientes [28, 56, 63]. T: testosterona, E2: estradiol, hCG: coriogonadotropina humana, CRH: corticotropina placentaria. Resumen de la hipótesis: las presiones para reducir el infanticidio, la agresividad masculina y asegurar la fertilidad femenina en grupos más grandes podrían estar vinculadas a adaptaciones en la función placentaria y la esteroidogénesis, que a su vez resultaron en aumentos en el tamaño y la conectividad cerebral en los humanos modernos.](https://www.serpadres.es/wp-content/uploads/sites/4/2025/06/evan70003-fig-0004-m.jpg?resize=953,1024)
¿Tiene una influencia en la crianza actual?
Las conclusiones de este estudio nos recuerdan que la biología de la maternidad está profundamente entrelazada con el desarrollo cerebral de la especie. Que el útero materno no es solo un lugar de paso, sino un escenario activo donde se configura parte de lo que seremos.
Y también porque refuerza la importancia de entender el embarazo como una etapa que va más allá del “comer bien y hacerse ecografías”. La salud placentaria y endocrina podría ser un factor clave en cómo nuestros hijos e hijas piensan, sienten y se relacionan.

Este conocimiento podría abrir en el futuro nuevas vías para prevenir dificultades del neurodesarrollo desde fases muy tempranas, o para apoyar mejor a los niños y niñas que presentan perfiles distintos de desarrollo cognitivo y social.Tanto para los que no lo están como para quienes estamos inmersos en la crianza, entre pañales, rabietas, dudas, alegrías, este estudio nos ofrece una mirada más profunda y científica sobre el origen de lo humano. Y sobre el sorprendente papel que jugó, y juega, la placenta.
Referencias
- Alex Tsompanidis, Graham J. Burton, Simon Baron‐Cohen, Robin I. M. Dunbar. The Placental Steroid Hypothesis of Human Brain Evolution. Evolutionary Anthropology, 2025. DOI: 10.1002/evan.70003