“Papá, me pido un elfo de la Navidad, como mis amigas”. Estas palabras de mi hija pequeña de 6 años encendieron en mi cerebro todas las alarmas. Las pronunció hace unas horas, en una cena cotidiana de miércoles —las cenas con niños y niñas son de todo menos cotidianas… si tenéis peques sabéis de lo que hablo—. Al principio, me hice el loco, como si no supiera a lo que se refería. Creo que fue el mecanismo de defensa involuntario elegido por mi cerebro porque sé perfectamente lo que es el elfo travieso de la Navidad. Tengo un máster en la historia del elfo de la Navidad, de hecho. ¡Como para no saberlo! Pero no, a riesgo de quedarme para siempre con el apodo de Grinch para toda la vida, por esta “tradición” navideña sí que no paso. Bromas las que quieran las peques, pero el 28 de diciembre: las bromas del elfo de la Navidad, no. Ya puede decir Papá Noel misa.
La primera vez que supe del elfo de la Navidad, la ¿divertida? tradición para disfrutar de la Navidad, fue hace un par de años. Nuestra vecina, con una peque de la edad de nuestra hija pequeña, decidió que era una fantástica idea tener que “alimentar” la tradición del simpático elfo (siempre que no entre en tu casa).
Que si el elfo se ha comido las galletas, que si ha tirado la tierra de las plantas, que si ha gastado el rollo de papel higiénico… De las travesuras del elfo se puede escribir un libro.
Para Instagram y para el chat de colegas quedan "de lujo" las trastadas del elfo. Yo le doy todos los likes que quiera. Y valoro el espíritu navideño de nuestra amiga. Pero no, no me va a convencer para que deje al elfo a mi casa…
Hasta Roberto Leal tiene un elfo de la Navidad en casa
Los dos primeros envites del elfo navideño se han resistido sin dificultad en casa. Coló el mensaje de que era una cosa de casa de la amiga. Pero esta Navidad 2024 está siendo diferente. La cuestión de Elf on the Self, la tradición estadounidense que ha calado en España, ha adquirido otra dimensión. Una enorme, imparable.
Su crecimiento es alucinante, algo parecido a lo de Bluey, que ha pasado de serie de dibujos 'indie' a estrenar su película en 2027: acumulan miles de visitas las publicaciones con las trastadas del elfo en Instagram, el presentador Roberto Leal está a tope con este tema —con lo que ello conlleva a nivel de difusión— y hasta en Google Trends se busca mucho más que los calendarios de adviento, el gran fenómeno de los últimos años en Navidad. De esto, como de las películas navideñas de Netflix, podemos hablar largo y tendido también…
En cualquier caso, creo que lo del elfo travieso de la Navidad se nos ha ido de las manos. El vaso de las tradiciones se desbordó hace tiempo. Por favor, no hace falta seguir echando agua. También podemos parar esta necesidad de ser los más originales del mundo y los mejores padres y madres del mundo. Por favor. Al final, como se está comprobado con esto del elfo, lo acaba haciendo (casi) todo el mundo, así que de original ya tiene poco.
Lo digo medio en broma medio en serio, porque cada “no tradición” de estas —no nos queráis esto por tradición…— genera diferencias entre los peques y luego hay que lidiar con ello en casa. Nosotros, al fin y al cabo, podríamos hacerlo, así que el debate se mantiene en el terreno de la argumentación. Y en este caso, me temo que el resultado del debate está escrito de antemano porque yo no voy a pensar una travesura diaria del elfo de las narices… Ale, ya lo he dicho; sí, el elfo de las narices. ¡Sé de familias que empapelan la puerta de la habitación porque el elfo es muy trasto y luego, cuando se despiertan sus peques en plena noche, tienen que entrar reptando en ella a las 3 de la mañana!

Supongo que no os habré convencido con este alegato “antiélfico”, así que, ya que os ponéis, por lo menos, podríais incluir en las cartas a Papá Noel y los Reyes Magos el cuento en el que está basada la historia del elfo de la Navidad, que tan de moda está. Se llama “The Elf on the Shelf: A Christmas Tradition”, y fue editado por primera vez en 2005. De paso, al menos, fomentamos un poco la lectura en los peques, ¿no?
Por cierto, si lo leéis veréis que el elfo de la Navidad no hace travesuras, solo se esconde, así que podéis quitaros la presión de tener que mirar cada día qué trastada, más original que las anteriores, puede hacer vuestro elfo.
Yo solo os pido que esa trastada no sea entrar en casa del vecino. La nuestra, al menos hasta la fecha, es una casa libre de elfo travieso de la Navidad. Aunque esté llamando a la puerta sin parar…