El efecto de los trastornos alimentarios tempranos en la salud cerebral infantil, al descubierto. En los últimos años, los pediatras y especialistas en salud mental infantil han observado con preocupación un aumento en la incidencia de trastornos de la conducta alimentaria en la infancia. Entre ellos destacan dos especialmente relevantes en niños y niñas menores de 13 años: la anorexia nerviosa de inicio temprano (EO-AN) y el trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria (ARFID).
Aunque los dos trastornos de la alimentación citados pueden tener consecuencias muy graves, sus causas, características y efectos en el desarrollo cerebral son diferentes. Las razones detrás de las restricciones alimentarias también son distintas.
En este contexto, un estudio pionero publicado en Nature Mental Health recientemente ha analizado en profundidad cómo estos trastornos afectan al cerebro infantil en etapas críticas de crecimiento y maduración.
Este estudio, que ha demostrado que los dos trastornos producen cambios en el cerebro, examinó a 290 participantes menores de 13 años, divididos en tres grupos:
- 124 niños y niñas con anorexia nerviosa de inicio temprano, que restringen de manera voluntaria la ingesta de alimentos motivados por un miedo intenso a ganar peso o por una percepción distorsionada de su propio cuerpo.
- 50 niños y niñas con trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria, que limitan su alimentación no por miedo a engordar, sino por falta de interés en la comida, por aversiones sensoriales (como rechazo a ciertas texturas u olores) o por temor a las consecuencias negativas de comer (por ejemplo, atragantarse o vomitar).
- 116 niños y niñas sin diagnóstico médico, usados como grupo de comparación.

Resultados principales: cómo cambia el cerebro infantil
El estudio de Moreau y su equipo reveló diferencias claras en cómo afectan estos trastornos a la estructura cerebral. Varía en función del trastorno.
Anorexia nerviosa de inicio temprano (EO-AN)
En la anorexia nerviosa de inicio temprano, los investigadores encontraron que los niños y niñas afectados presentaban un adelgazamiento generalizado de la corteza cerebral, acompañado de una reducción del volumen total de materia gris y un aumento del volumen de líquido cefalorraquídeo.
Las zonas más alteradas fueron áreas clave como el tálamo y la amígdala, responsables de integrar información sensorial y emocional y de regular la percepción del propio cuerpo.
Trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria (ARFID)
En el trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria, en cambio, el patrón fue diferente: los niños y niñas presentaban una reducción del volumen y la superficie total del cerebro, pero sin adelgazamiento cortical significativo.

Esto indica que, aunque ambos trastornos conducen a bajo peso y desnutrición, los mecanismos que afectan el cerebro no son los mismos.
Además, mientras que en la anorexia nerviosa de inicio temprano casi la mitad de las regiones cerebrales mostraban una relación directa entre el grado de adelgazamiento cortical y el índice de masa corporal (es decir, cuanto más bajo era el peso, más delgada era la corteza cerebral), en el trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria no se observó esta relación.
Esto sugiere que en la anorexia el bajo peso contribuye más directamente a los cambios cerebrales, mientras que en el trastorno evitativo/restrictivo otros factores podrían estar implicados.
Un hallazgo trascendente
Estos hallazgos tienen consecuencias muy importantes. Primero, confirman que estos trastornos afectan el cerebro en momentos críticos para el desarrollo y que no basta con pensar en el peso como único indicador de salud. Padres y madres deben estar atentos a señales tempranas: restricciones alimentarias severas, pérdida rápida de peso, miedo a comer o rechazo persistente a texturas, sabores u olores comunes pueden ser señales de alarma.
En segundo lugar, el estudio confirma que la anorexia nerviosa de inicio temprano y el trastorno evitativo/restrictivo de la ingesta alimentaria son trastornos diferentes y que requieren enfoques terapéuticos personalizados. Mientras que en la anorexia temprana puede ser clave trabajar sobre la percepción corporal y la relación con la imagen física, en el trastorno evitativo/restrictivo puede ser más relevante abordar las aversiones sensoriales y los miedos asociados a la alimentación.
Por último, los investigadores también encontraron conexiones entre estos trastornos y otros diagnósticos frecuentes en niños y niñas: la anorexia temprana muestra vínculos tanto en el cerebro como a nivel genético con el trastorno obsesivo-compulsivo, mientras que el trastorno evitativo/restrictivo está relacionado con el trastorno del espectro autista (TEA), especialmente en lo que se refiere a la hipersensibilidad sensorial.

Todo esto refuerza la necesidad, tal y como se hace en la mayoría de los casos, de intervenciones integrales que no solo se enfoquen en la alimentación y el peso, sino también en aspectos emocionales, conductuales y neurobiológicos.
Para las familias, el mensaje es claro: ante cualquier signo persistente de restricción alimentaria, es importante consultar a profesionales especializados y entender que estos trastornos van más allá de un simple “niño que come poco”. La recuperación completa pasa por ayudar a que cuerpo y cerebro vuelvan a desarrollarse de forma saludable.
Referencias
- Clara A. Moreau, Anael Ayrolles, Christopher R. K. Ching, et al. Neuroimaging insights into brain mechanisms of early-onset restrictive eating disorders. Nature Mental Health, 2025. DOI: 10.1038/s44220-025-00447-x