Nacer antes de tiempo es un comienzo de vida que no siempre es sencillo. Cada año, millones de bebés en el mundo nacen prematuramente, antes de las 37 semanas de gestación. Y muchos incluso lo hacen de forma muy prematura, en la semana 32 o antes. Aunque los avances médicos han mejorado las tasas de supervivencia, lo cierto es que estos niños y niñas siguen siendo más vulnerables a problemas de salud mental durante la infancia y adolescencia. No solo físicos, también mentales, aunque están menos estudiados.
Sin embargo, un nuevo estudio internacional ha reconocido los factores familiares y relacionales que pueden proteger la salud mental de los niños prematuros, incluso en contextos adversos. La investigación muestra que no solo importa el historial médico neonatal, sino también la calidad del entorno familiar, la relación de pareja de los progenitores y las dinámicas emocionales en el hogar.
Esto es especialmente relevante porque muchas familias con hijos e hijas prematuros centran su atención en aspectos clínicos y físicos, dejando en segundo plano el impacto de lo que sucede en casa. La ciencia ahora confirma que la salud emocional también se construye en la relación diaria con los adultos de referencia.
Estos resultados invitan a reflexionar sobre qué podemos hacer desde la crianza para promover bienestar y resiliencia en los bebés que comienzan su vida antes de tiempo.

Niños prematuros y salud mental
El trabajo ha sido realizado por E. Sabrina Twilhaar y Dieter Wolke, investigadores de la University of Warwick (Reino Unido) y publicado en 2025 en el Journal of Child Psychology and Psychiatry. Los autores analizaron datos de dos grandes cohortes: la Bavarian Longitudinal Study (Alemania) y la Millennium Cohort Study (Reino Unido), con un total de 1.500 niños y niñas prematuros seguidos durante los primeros ocho años de vida.
El objetivo era identificar qué factores protegían a estos niños y niñas de desarrollar problemas emocionales o conductuales y cuáles aumentaban su resiliencia —es decir, su capacidad para adaptarse y superar dificultades a pesar de haber nacido antes de tiempo—.
Entre los elementos estudiados se incluyeron características individuales como la autorregulación emocional o la competencia cognitiva, el tipo de relación con la madre y el padre, la calidad de la relación de pareja, el ambiente físico del hogar y también las experiencias con amigos y hermanos, incluyendo el acoso escolar o fraternal.
De manera novedosa, el estudio también examinó si estas variables actuaban de la misma forma en niños y niñas, y en contextos de mayor adversidad social y económica.

Hallazgos destacados
El hallazgo más destacado es que la calidad de la relación madre-hijo, la calidad de la relación de pareja y el desarrollo de la autorregulación emocional en el niño son factores decisivos que pueden marcar la diferencia. Estas variables protegieron la salud mental de los niños y niñas prematuros incluso cuando habían crecido en entornos con mayores dificultades sociales o económicas.
En concreto, el estudio muestra que:
- La autorregulación emocional, entendida como la capacidad del niño para gestionar sus emociones y conductas, fue el factor más consistentemente relacionado con mejor salud mental y resiliencia.
- Las relaciones positivas y sensibles entre madre e hijo y un clima familiar estructurado y previsible también fueron fundamentales.
- La calidad de la relación de pareja impactó indirectamente en los hijos: cuando los progenitores mantenían una relación afectiva estable y constructiva, los niños y niñas mostraban menos problemas emocionales.
- Las rutinas familiares simples, como mantener horarios regulares para las comidas y el sueño, ayudaron a crear un ambiente protector.
En cuanto a los hermanos y amigos, las experiencias de acoso (bullying) tanto en el hogar como en la escuela aparecieron como factores de riesgo significativos que mermaban la salud mental de estos niños y niñas. Esto refuerza la importancia de estar atentos a posibles conflictos fraternos o escolares, y de trabajar el respeto y la convivencia desde pequeños.
Todo ello tiene aplicaciones prácticas en el día a día: promover un hogar emocionalmente cálido, mantener una relación de pareja que transmita estabilidad y cuidado mutuo, acompañar al niño en sus emociones desde la comprensión, y establecer rutinas predecibles.
Este tipo de prácticas no solo son beneficiosas para los niños y niñas prematuros, sino que pueden ser aplicadas por cualquier familia que desee fomentar resiliencia emocional en la infancia.

El trabajo de Twilhaar y Wolke (2025) ofrece una valiosa orientación: aunque no podemos modificar la prematuridad, sí podemos construir entornos protectores que permitan a estos niños desarrollar su potencial y reducir su riesgo de problemas emocionales futuros.
La clave está en el acompañamiento sensible, el fortalecimiento de la relación de pareja, la prevención del bullying y la creación de un hogar estructurado y afectuoso. Todo ello puede marcar la diferencia, porque, como nos recuerda la ciencia, la resiliencia no es solo algo innato: también se aprende en casa.
Referencias
- E. Sabrina Twilhaar, Dieter Wolke. Fostering positive mental health outcomes in vulnerable children: Pathways to resilience after preterm birth. Journal of Child Psychology and Psychiatry, 2025. DOI: 10.1111/jcpp.70002