Un estudio revela que los bebés nacen con sentido de la bondad: Rousseau tenía razón desde el siglo XVIII

Un nuevo estudio con recién nacidos revela que los bebés prefieren actos de ayuda frente a la agresión, incluso sin experiencia previa. ¿Nace la moralidad con nosotros?
Fuente: ChatGPT / E. F.

¿Alguna vez has sentido que tu bebé recién nacido te “lee” el alma cuando lo miras? Que, incluso sin palabras ni gestos complejos, puede percibir si estás tranquilo, enfadado o si alguien se comporta con cariño. Muchos padres cuentan cómo, desde los primeros días, sus hijos parecen calmarse más con algunas personas que con otras. Esa intuición cotidiana ahora tiene respaldo científico: un nuevo estudio demuestra que incluso con apenas cinco días de vida, los recién nacidos muestran preferencia por las acciones bondadosas frente a las hostiles.

La investigación, publicada en Nature Communications por un equipo internacional de psicólogos y neurocientíficos, analizó la reacción de 90 recién nacidos frente a escenas animadas de ayuda o de obstaculización. Los resultados fueron sorprendentes. Los bebés no solo prestaron más atención a las conductas prosociales (como ayudar), sino que ignoraron otras cuando no tenían carga social. Esta preferencia tan precoz ha hecho que algunos especialistas la relacionen con la idea, defendida por Jean-Jacques Rousseau, de que el ser humano nace con una tendencia natural hacia el bien.

Una predisposición inesperada: cuando cinco días bastan

El estudio liderado por Alessandra Geraci y J. Kiley Hamlin planteó una pregunta ambiciosa: ¿pueden los bebés reconocer conductas sociales positivas o negativas sin experiencia previa? Para averiguarlo, mostraron a neonatos una serie de animaciones muy simples, con figuras geométricas que interactuaban entre sí. En una de ellas, una figura ayudaba a otra a subir una colina; en otra, la empujaba hacia abajo.

La reacción de los bebés fue clara: sus ojos permanecieron más tiempo fijos en la escena donde ocurría el acto de ayuda. Esto fue replicado en varios tipos de interacción: en otro experimento, por ejemplo, los recién nacidos también prestaron más atención a una figura que se acercaba amistosamente a otra frente a una que la evitaba.

Según los investigadores, este tipo de respuesta no puede explicarse simplemente por el tipo de movimiento, ya que cuando se usaron escenas de control sin interacción social, no hubo diferencias en la atención de los bebés. Como se afirma literalmente en el estudio: “Las respuestas de los recién nacidos en las condiciones sociales no son el resultado de características de bajo nivel de las imágenes”. Es decir, la diferencia está en la intención, no en el movimiento.

Fuente: ChatGPT / E. F.

No han aprendido: apenas han empezado a vivir

Una de las claves del estudio es el momento en que se realiza: a los cinco días de vida. A esa edad, los bebés no han tenido tiempo de observar suficientes comportamientos humanos como para aprender qué es una acción prosocial o antisocial. Además, como destaca el artículo, tienen una visión limitada, lo que hace aún más improbable que hayan podido ver, interpretar y comparar interacciones complejas.

"Los bebés de cinco días duermen gran parte del tiempo y probablemente no han observado comportamientos prosociales o antisociales. Y si no lo han visto, tampoco pueden haberlo aprendido. Sin embargo, en los experimentos, mostraron una clara preferencia por los gestos de ayuda y cercanía. El hallazgo, según sus autores, apunta a que ciertas bases para la evaluación social podrían estar ya presentes en el cerebro desde el nacimiento.

Esta idea encaja de forma notable con una visión clásica de la naturaleza humana: la de Rousseau, quien en el siglo XVIII afirmaba que el ser humano es bueno por naturaleza y que la sociedad lo corrompe. Este estudio pone, por primera vez, datos concretos de laboratorio detrás de esa hipótesis.

¿Quién se acerca y quién se aleja? En el primer experimento, los recién nacidos miraron durante más tiempo las animaciones en las que una figura se acercaba a otra de forma amistosa. Esta imagen muestra los fotogramas clave utilizados en las pruebas, donde se compararon comportamientos sociales frente a interacciones sin intención social. Nature Communications

Una diferencia clave: actos sociales frente a simples movimientos

El diseño experimental fue muy riguroso. Para evitar sesgos, se compararon escenas casi idénticas en movimiento, pero que diferían en contenido social. Por ejemplo, en una condición “no social”, una figura empujaba un objeto inerte hacia arriba o hacia abajo. A diferencia de las interacciones entre dos figuras activas, estas no generaron una atención diferencial en los recién nacidos.

En palabras de los autores: “La atención de los recién nacidos a los actos prosociales podría reflejar una sintonía innata con el mundo moral". Esto significa que es posible que estemos ante una sensibilidad espontánea hacia comportamientos con valor social o moral, incluso cuando no hay lenguaje, crianza ni experiencia previa que lo haya enseñado.

Por supuesto, esto no implica que los bebés tengan un juicio moral desarrollado como el de los adultos. No saben qué es “el bien” o “el mal” en términos abstractos. Pero sí parecen poseer una capacidad rudimentaria para diferenciar entre acciones que ayudan y acciones que obstaculizan, y una preferencia clara por las primeras.

Ayudar o impedir: incluso los bebés lo notan. Esta secuencia fue usada para evaluar si los recién nacidos diferenciaban entre una acción de ayuda y una de obstaculización. Los resultados mostraron que los bebés preferían observar la escena en la que una esfera ayudaba a otra a subir la colina. Nature Communications

¿Dónde ocurre esta “detección de la bondad”?

Otro hallazgo interesante del estudio es que la preferencia de los recién nacidos puede estar vinculada a sistemas cerebrales visuales especializados. Investigaciones previas ya han demostrado que ciertas áreas del cerebro —como el surco temporal superior posterior— responden de forma distinta ante interacciones sociales, incluso en etapas muy tempranas del desarrollo.

Aunque el artículo no analiza en profundidad los mecanismos neuronales, sí cita estudios que sugieren que el sistema visual parece ser sensible a indicios que señalan interacciones sociales, como la orientación de los rostros y la congruencia en el movimiento. Es decir, el cerebro de los bebés podría estar biológicamente preparado para captar señales básicas de interacción entre seres vivos.

Este tipo de hallazgos conecta con una línea de pensamiento que sitúa el origen de la moralidad no en el aprendizaje o la cultura, sino en la evolución biológica. Según esta visión, nuestros cerebros estarían equipados desde el nacimiento con mecanismos que nos ayudan a identificar y valorar comportamientos sociales clave para la cooperación.

¿Qué significa esto para las familias?

Para madres, padres y cuidadores, este estudio ofrece una pista valiosa: los bebés están observando, desde el primer momento, cómo interactuamos con los demás. Aunque aún no comprendan las palabras ni puedan emitir juicios conscientes, su atención se dirige hacia las acciones amables, cercanas, cooperativas.

Esto refuerza la idea de que la forma en que tratamos a las personas delante de nuestros hijos (incluso recién nacidos) importa, porque están afinando su radar emocional desde el principio. No solo absorben nuestras caricias y palabras, sino también cómo ayudamos, cómo evitamos, cómo reaccionamos ante la necesidad ajena.

Y para la ciencia, este hallazgo abre nuevas preguntas: ¿hasta qué punto estos mecanismos se desarrollan solos? ¿Cómo se modulan con la experiencia? ¿Y qué papel juegan en el desarrollo del sentido moral más complejo en etapas posteriores?

Referencias

  • Alessandra Geraci, Luca Surian, Lucia Gabriella Tina, J. Kiley Hamlin. Human newborns spontaneously attend to prosocial interactions. Nature Communications (2025). DOI: 10.1038/s41467-025-61517-3.

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