La intensidad de los niños y niñas con altas capacidades intelectuales es el rasgo común que aparece en boca de todas las familias que conviven con esta neurodivergencia. Esto es un arma de doble filo porque pudiera prever que es una cuestión exclusiva de los peques con altas capacidades; no es así, aunque también lo es que esta es una de las características que más se repiten en estos perfiles, como lo suele ser la sobreexcitabilidad. La inmensa mayoría de los niños y niñas con altas capacidades encajan en la definición de intensidad.
En un post divulgativo reciente, Beatriz Belinchón, experta en altas capacidades de formación y a nivel personal —convive en su familia con ellas—, profundiza en la intensidad de los niños y niñas con altas capacidades.
Y lo hace porque, como decíamos en la entradilla de la pieza —me incluyo como padre de una niña que tiene altas capacidades— “las familias con hijos con altas capacidades intelectuales nos sentimos muy identificados cuando hablamos de ‘intensidad’”.

La intensidad es una condición innata
Para explicar qué es la intensidad en las altas capacidades intelectuales, Beatriz Belinchón parte de lo más elemental, la definición del concepto: “Expresa la cantidad de partículas o de energía que pasa a través de una superficie en un intervalo de tiempo”.
Así, muy intensos, son la mayoría de los niños y niñas con altas capacidades. Y también lo son otros peques que no presentan esta neurodivergencia, que viene definida por cómo funciona el cerebro en los niños con altas capacidades.
Belinchon recalca que “vivir con intensidad no implica que con el tiempo se ‘pase, mengüe o desaparezca’”, pero incide que “sí es cierto que hacerlo consciente y conocerlo ayuda a propios y a ajenos, y conociéndolo también, se puede revertir en fortalezas, como una alta curiosidad por aprender, encontrar forma de regular tu cuerpo a través de la respiración o del deporte, cultivar el espíritu crítico o persuasión en objetivos…”.
Esto es, no tiene por qué ser malo ser intenso o intensa, aunque eso puede hacer que la crianza sea más exigente y agotadora si cabe. “Es cierto que su intensidad se manifiesta desde muy pequeños, les acompaña en el transcurso de su vida, y como padres en muchos casos hay que compatibilizarlas con las intensidades propias, en distintos momentos y en diferentes magnitudes de los otros miembros de la familia”, dice Beatriz Belinchón al respecto.
Lo hace para sostener el argumento de que ser intenso no es negativo, por un lado, y por otro lado, para recordar que la intensidad no se elige: es una parte de estos niños y niñas, de estos adolescentes con altas capacidades. “Para ellos es muy difícil no ser lo que son, es algo innato, y es el adulto el que tiene que acompañar en su desarrollo y ayudarles en su conocimiento”, explica.

Ejemplos donde aparece la intensidad
Para terminar su exposición acerca de la intensidad en las altas capacidades, Beatriz Belinchón comparte algunos ejemplos cotidianos en los que está condición se muestra en estos peques y adolescentes. Son las siguientes —las refrendo como padre conviviente con las altas capacidades—:
Vivir negociando intensamente
“Lo que no es lógico o no entienden toca reargumentarlo”, dice Beatriz Belinchón sobre la necesidad que tienen de encajar las piezas.
Si algo les gusta… hay que saberlo todo
Es “24 horas non stop”, remarca la experta en altas capacidades. “Todos a aprender con ellos porque nos examinan”, añade. A título personal, aportó dos matices: que igual de rápido que viene este interés intenso por algo se va, y qué trabajar el “no sé” con estos niños y niñas es muy sano, para ellos y para los adultos.
Alta intensidad física
Los niños y niñas con altas capacidades suelen ir a tope desde bien pequeños. “Desde bebés algunos presentan alta intensidad física y demanda constante de atención”, dice Beatriz Belinchón.
Defensa de sus posiciones
En las altas capacidades, la intensidad también aparece a menudo en la “defensa vehemente de lo que consideran contrario a sus valores, incorrecto, injusto o desproporcionado”, apunta Belinchón. Aquí profundizamos en por qué los niños con altas capacidades suelen desarrollar de forma precoz el sentido de la justicia.
El sueño, mejor para otra vida
“Si toca dormir, es mucho mejor no hacerlo”, apunta Beatriz Belinchón sobre la postura común de los niños y niñas de altas capacidades con respecto al sueño. Son dados a no querer dormir y, agrega la experta, “la activación física y mental nocturna”. Además, concluye, “si están cansados, se pasan de vueltas”.
La intensidad en las amistades
Estos peques con altas capacidades son selectivos con sus amistades. A menudo les cuesta encontrar su espacio con sus iguales. “Pero cuando encuentran a alguien con el que se comprenden, son amistades muy intensas”, afirma Beatriz Belinchón.

Algunas de estas conductas, reflexiona Beatriz Belinchón, “pueden parecer invasivas o muy potentes desde fuera, para ellos es su estado natural y les cuesta darse cuenta de su intensidad”. Por ello es tan importante ayudarles a que vean y detecten su intensidad, sobre todo cuando se desborda. “Ayudándoles a identificarlo, pueden ser grandes virtudes”, apostilla Beatriz Belinchón.