La sobreexcitabilidad, a diferencia de lo que la mayoría de la gente cree, no es un rasgo de detección de las altas capacidades. Y no lo son no porque sean incompatibles, cosa que no es cierta, como luego veremos, sino porque la sobreexcitabilidad es compatible también con otras condiciones de neurodivergencia. Además, existen distintos tipos de sobreexcitabilidad.
A la sobreexcitabilidad y las altas capacidades ya le hemos dedicado alguna que otra pieza en el pasado, pero nunca te hemos contado cuáles son los cinco tipos que definió Kazimierz Dabrowski dentro de la teoría de la Desintegración Positiva, un investigador cuyo nombre aparece en multitud de libros y charlas sobre altas capacidades.
Seguramente esto sea uno de los motivos por los que muchas personas siguen pensando que si sus hijos tienen altas capacidades deben tener algún tipo de sobreexcitabilidad y viceversa. Y no es así necesariamente.
Afirma Bea Sánchez, especialista en altas capacidades y otras neurodivergencias, que “las sobreexcitabilidades no son un indicador de alta capacidad intelectual”. Es decir, añade ella misma, “no sirven para detectar las altas capacidades intelectuales y no todas las personas con un alto potencial cognitivo se sienten identificadas con ellas”.
En cambio, atendiendo a los estudios de Dabrowski, sí se puede experimentar sobreexcitabilidades y al mismo tiempo tener alta capacidad intelectual. Pero también el autismo, el TDAH, el trastorno bipolar, el TOC y el desorden de procesamiento sensorial, entre otras condiciones de neurodivergencia, son compatibles con experimentar sobreexcitabilidades.

Qué es la sobreexcitabilidad y cuáles son sus tipos
Bea Sánchez, citando a la fuente original, Kazimierz Dabrowski, define el concepto de sobreexcitabilidad de la siguiente manera: “consiste en tener un bajo umbral ante los estímulos y reaccionar a ellos más intensamente y durante más tiempo”.
Las personas que experimentan algún tipo de sobreexcitabilidad, explica Bea Sánchez, “reaccionan a cosas que para los demás no son importantes, o no son tan estridentes, y además reaccionan de forma más intensa y por más tiempo”. Es el caso, por ejemplo, de los ruidos, pero también de un pequeño golpe, rasguño o herida, por ejemplo.
En casi todos los casos, cuatro de cinco exactamente, las sobreexcitabilidades definidas por Dabrowski tienen que ver con el sistema nervioso, pero hay más, la intelectual, en la que también influye el lóbulo frontal del cerebro.
Sobre la sobrexcitabilidad intelectual, definida por Dabrowski en 1958, Bea Sánchez destaca que el investigador “pensaba que esta era la sobreexcitabilidad más rara y habla de una actividad intensa de la mente, una gran capacidad de concentración, sed de conocimiento, curiosidad, precisión, gusto por la lectura, amplia metacognición, análisis y pensamiento independiente”.
No en vano, fue la última que definió. Antes, en 1929, desarrolló el concepto de sobreexcitabilidad emocional, que se caracteriza por “altos niveles de empatía, experimentas las emociones del otro tan intensamente como las tuyas propias”, dice Bea Sánchez; y el de sobreexcitabilidad sensorial, en la que “tus sentidos están intensificados y experimentas placer sensorial por encima de la media”, añade la experta en altas capacidades y neurodivergencias. Esta última tiene que ver con los colores, los sabores o los olores, por ejemplo.
En 1935, seis años más tarde, Dabrowski definió otros dos tipos de sobreexcitabilidades. La psicomotora, que se define por “tener tu cuerpo en movimiento o hablas mucho y muy rápido”, y la imaginativa, “en la que tienes una imaginación vívida que a veces te hace confundir fantasía con realidad”, dice Bea Sánchez.
Una misma persona puede tener altas capacidades intelectuales y experimentar distintas sobreexcitabilidades, pero como ha dejado claro la experta, no es este un síntoma, por muy común entre las personas con altas capacidades, que nos garanticen que existen. No sirve para detectarlas porque no es concluyente.