Se estima que más de la mitad de las mujeres embarazadas sufrirán algún tipo de desgarro en el momento del parto. No en vano, se sabe que las probabilidades aumentan considerablemente cuando se trata de un primer embarazo, debido a que los distintos tejidos no están tan flexibles, por lo que les suele costar más estirarse hasta el punto de permitir que el bebé pueda salir sin riesgo a que se produzca un estiramiento excesivo, y con ello, una laceración o desgarro.
De esta manera, en los segundos, terceros y siguientes embarazos el riesgo a que se pueda formar un nuevo desgarro suele bajar muchísimo, hasta el punto que es ciertamente extraño o raro que se produzcan.
Y es que, aunque puede parecer obvio, es evidente que un parto vaginal requiere que la vagina se estire, y que además lo haga tanto como pueda con la finalidad de permitir que la cabeza del bebé y el cuerpo salgan al exterior sin problemas.
Debido a la presión ejercida por la cabeza del bebé cuando se empuja, es absolutamente normal experimentar laceraciones o desgarros en el perineo, que es el área que encontramos situada entre la vagina y el ano. Es más, también pueden llegar a producirse en el cuello uterino, aunque no suele ser tan habitual.
Desgarros perineales de primer grado
Es considerado principalmente como uno de los tipos de desgarros perineales menos grave, ya que las laceraciones que se producen tienden a ser más bien superficiales. El desgarro únicamente ocurre en el revestimiento de la vagina. Aunque esto no impide que, si bien es cierto que no involucra a los músculos, en ocasiones sí puede requerir de un poco de sutura.
Por suerte, en la mayoría de los casos no se necesitan puntos de sutura, y la recuperación, por lo general, suele ser bastante más sencilla. Es normal sentir dolor leve en distintos momentos, como al toser, estornudar o al defecar, pero estas molestias desaparecen en el trascurso de una semana.
Desgarros perineales de segundo grado
Se trata posiblemente del desgarro más frecuente. Involucran tanto al revestimiento de la vagina como a los tejidos submucosos (más profundos) de esta. Suelen requerir una mayor cantidad de puntos de sutura, y el período de recuperación es un poco más largo, especialmente si lo comparamos con el desgarro perineal de primer grado.
Igualmente, es común sentir molestias y dolor ante determinadas situaciones y actividades. En definitiva, ante cualquier cosa que origine un aumento de la presión en la zona, como defecar, estornudar o toser.
Desgarros perineales de tercer grado

Suelen ser laceraciones o desgarros que penetran en las capas más profundas de la vagina y también en los diferentes músculos que forman parte del esfínter anal.
En estos casos, el especialista debe coser cada capa por separado, prestando especial atención a cerrar la capa de músculo que contiene el esfínter, para evitar problemas innecesarios en un futuro no muy lejano.
La recuperación toma mucho más tiempo, y es posible que se necesite la administración de anestesia para llevar a cabo la sutura. El dolor suele durar entre dos a tres semanas, y es común que el malestar continúe durante varios meses, principalmente al defecar o al mantener relaciones sexuales.
Desgarros perineales de cuarto grado
Se trata de un desgarro muchísimo más profundo, que abarca todo lo anterior y se extiende, además, hasta el revestimiento del recto. El médico en esta ocasión debe llevar a cabo una reparación bastante más delicada y completa, dado que implica cerrar varias capas.
No obstante, suele ser uno de los desgarros perineales menos comunes en el parto, y cuando ocurren en la mayoría de las ocasiones es debido a que el hombro del bebé se quedo atascado, o cuando se utiliza un fórceps.
Es un desgarro que no está exento de riesgos, ya que los más graves pueden ocasionar prolapso y disfunción del suelo pélvico, así como problemas a la hora de defecar y orinar.
¿Cuáles son las causas del desgarro perineal durante el parto?
Se estima que el desgarro durante el parto vaginal puede ocurrir hasta en el 90 por ciento de los casos. Y, como comentábamos al comienzo, las mamás primerizas tienen una mayor probabilidad de experimentarlo, debido principalmente a la falta de flexibilidad del tejido de la vagina.
Además de este factor directamente relacionado, también existen otras razones que pueden aumentar el riesgo, como: un mayor tamaño del bebé, la embarazada tiene sobrepeso, es de etnia asiática o el bebé se encuentra en una posición posterior durante el parto.