Una de los campos dentro de la salud infantil que más dudas generan a los padres es cómo detectar si un niño tiene lunares peligrosos. Esta “proliferación de células en la piel”, tal y como las definen los doctores Elena Blanco y Gonzalo Oñoro, más conocidos como Dos pediatras en casa, se clasifican dependiendo de las células que se acumulen, siendo los nevus melanocíticos, llamados así porque son melanocitos las células que los crean, los más conocidos y habituales.
“Los melanocitos son las células de la piel que segregan melanina, un pigmento que otorga a la piel un color más o menos moreno”, explican los doctores Blanco y Oñoro, famosos por su trabajo de divulgación en redes sociales. Por lo tanto, los melanocitos determinan el tono de la piel, siendo más blanca en el caso de los nórdicos porque su piel contiene pocos, y más morena, por ejemplo, en las personas árabes, cuya piel concentra más melanocitos por centímetro.
Por qué aparecen los lunares
Las causas de los lunares, según el conocimiento científico y médico del que disponemos en la actualidad, son uno de esos enigmas por resolver. Se saben con exactitud que hay determinados factores que ayudan a su proliferación, como es la predisposición genética y la exposición solar intensa y sin protección durante la infancia, además del color de la piel -más propensos los niños de piel clara-, pero no hay una causa definitiva.
En general, también se sabe acerca de los lunares que empiezan a aparecer a partir de los seis meses y que hay un pico máximo en la pubertad, pero quien más, quien menos, tiene lunares en su cuerpo. Es más, conviene dejar claro por si hay quien todavía lo duda que tener lunares no implica sufrir una enfermedad de la piel ni nada por el estilo.
Eso sí, los doctores Blanco y Oñoro hacen hincapié en una excepción, los nevus melanocíticos congénitos de gran tamaño o gigantes porque en este tipo específico de lunares sí hay más riesgo de melanoma (5 veces más aproximadamente). Según los pediatras, son lunares presentes en el nacimiento, de manera que se derivan pronto al dermatólogo para que haga un seguimiento estrecho de los mismos.
Sin embargo, la media de lunares en una persona cuando alcanza la edad es de veinte, y la buena noticia es que la inmensa mayoría no implican problemas de salud ni riesgos para ella.
En qué fijarse
De todas formas, como el riesgo existe por pequeño que sea, los autores de Dos pediatras en casa divulgan de una forma muy sencilla qué deben hacer los padres en referencia a los lunares y sus hijos. Hasta ahora siempre nos habían dado algunas pautas y detalles claves en los que fijarnos, pero es muy fácil que alguno se quede en el tintero, algo que no os va a ocurrir si os aprendéis lo que Elena Blanco y Gonzalo Oñoro llaman la regla ‘ABCDE del melanoma’:
- A de “asimetría de forma”.
- B de “bordes irregulares”.
- C de “cambio de color".
- D de “diámetro mayor a 6 mm”.
- E de “evolución”. Este último hace referencia a si un lunar cambio mucho de aspecto con el paso del tiempo.
Con tener presentes estas cinco claves, bastará para controlar la evolución de los lunares de un niño. En caso de detectar algo reseñable en alguno de los cinco parámetros es conveniente consultar con el especialista porque es una señal que preavisa de que un lunar podría evolucionar a melanoma con el tiempo.
Y esto vale tanto para un niño que tenga 5 lunares en su cuerpo como para el que tenga 20; es decir, no importa el número de lunares que se vean en la piel de un peque, lo importante es controlar regularmente su apariencia atendiendo a los consejos médicos, recogidos de una forma muy eficaz en la mencionada regla nemotécnica.
No os olvidéis, además, de la importancia de proteger a la piel contra la luz del sol, y más ahora que viene el verano. No influyen factores tales como si está nublado o no, ni tampoco si el niño en cuestión es más o menos moreno o tiene más o menos lunares. Es imprescindible en cualquier caso proteger la piel de forma homogénea con fotoprotector adecuado.