El mes de junio, si tienes niños y niñas pequeños en casa, puede ser un infierno. Y no lo digo por las altas temperaturas del final de la primavera y el arranque del verano, sino por las consecuencias del estado emocional y físico de los niños y niñas en esta época del calendario. Como padre de dos peques, a las que adoro también cuando no están en su mejor momento, necesito gritar en forma de palabras que junio tiene una de las cuestas más empinadas de la crianza.
No hace mucho tiempo, junio me parecía el mejor mes del año. Es la puerta del verano, la presión por los exámenes finales quedaba rápidamente atrás, como la alergia, que no es un tema menor para quienes la sufrimos, y la única preocupación consistía en cuadrar todos los planes de ocio que se me acumulaban y cuándo y cómo me iba a ir de vacaciones ese año. Pero con la paternidad, sobre todo desde que las peques entraron en edad escolar, la cosa ha cambiado. Mucho. Solo quiero que llegue julio. Prefiero el infierno de los 40 grados de agosto que lidiar con dos niñas, especialmente la más peque, que están completamente agotadas.

Vaya por delante en esta reflexión que no es una crítica a los niños y niñas que llegan al final de curso exhaustos. Lo legitimo, lo entiendo y lo normalizo, por supuesto. Todo el pack completo. Pero es una realidad indiscutible que a los papás y mamás nos complica mucho la transición entre el cole y las vacaciones de verano. Y eso que tenemos cierta experiencia en cómo ayudarles en esta brusca transición entre el fin de curso y las vacaciones de verano por las altas capacidades de la mayor, que nos hizo ponernos las pilas ya en años anteriores.
Junio, de por sí, ya es un mes complejo para los adultos con peques. Al encaje de bolillos que debemos hacer para ajustarnos a los horarios de verano de los centros escolares, al menos en nuestro caso, hay que sumar los fines de semana llenos de planes: cumpleaños, fiestas de final de curso, torneos deportivos, festivales de actividades extraescolares… etcétera. Mola mucho para los niños y niñas y por eso hacemos todo lo que podemos y más los adultos, pero es un mes agotador -perdón por la insistencia con este adjetivo; no hay forma de que nos lo quitemos de la cabeza y de la boca este mes-. Donde todos los días parecen ir al límite en lo que a tiempo respecta. Y claro, añadirle el hecho de tener que lidiar con peques irritables, quejicosas y cansadas no ayuda. No ayuda nada.
Insisto. Ellos y ellas tienen cero responsabilidad. Son muchas las circunstancias que, simplemente, no favorecen que tengan algo de energía en el depósito cuando llega el mes de junio. Ojo, alguna de estas es evitable, en mi opinión. Véase, por ejemplo, el horario de verano, ese que hace que los niños y niñas no quieran meterse en la cama antes de las 10 de la noche porque hasta la cena la pueden hacer en familia sin dar la luz. Es que ni con los trucos para que el horario de verano no afecte a niños y bebés se puede encontrar la rutina deseada. Sí, quizá sea una opinión minoritaria, pero creo que el horario de verano hace mucho mal a los niños y niñas. Abro paraguas.

La incertidumbre tampoco ayuda, al menos en el caso de nuestra hija pequeña (5 años), la edad en la que creo que está el punto de inflexión definitivo —a partir de primaria no noto el mismo desbordamiento emocional en los peques por el final de curso—. Me explico: ella sabe, porque en clase está trabajando en ello, que el año que viene da el salto a primaria.
Y al mismo tiempo su cabeza no deja de preguntarse cuántos días quedan de cole en este curso. Una niña que, por edad, no controla demasiado el concepto del tiempo, encima. Total, que está hecha un lío, es un mar de dudas, y eso a una peque como la nuestra, que necesita sentir que tiene todo bajo control, tampoco le ayuda. Bendito el psicólogo infantil y todos los trucos que nos ha enseñado para tratar a nuestras hijas durante los dos años que llevamos en consulta... Esto sí que ayuda a gestionar esta situación.
Aún así, la combinación de todos estos elementos, la mayoría de ellos incontrolables e inevitables, dan forma a un cóctel molotov que prende cuando el calendario alcanza la hoja de junio. Poco podemos hacer más que aguantar y resistir mientras acompañamos lo mejor que podemos a nuestros peques. Pero eso no quita para que nos desahoguemos compartiendo nuestras experiencias unos con otros. ¿O es que a vosotros, papás y mamás de niños y niñas pequeños, no os pasa que estáis deseando que pase junio y lleguen las vacaciones?