Hace poco nos hacíamos eco de una historia que había tocado el corazón del mundo entero: una chica de apenas 30 años, embarazada de 34 semanas descubría algo raro en su pecho. Aunque le aseguraban que era muy joven para que fuese algo grave, ciertas pruebas terminaron confirmando sus sospechas: estaba sufriendo un cáncer de mama poco tiempo antes de dar la bienvenida a su bebé.

El diagnóstico no pudo ser muy específico hasta que le provocaron el parto unas semanas antes de la fecha prevista. Y es que, durante el embarazo, descubrir un cáncer de mama se vuelve un poquito más especial, pues hay que tener cuidado con que las pruebas diagnósticas o el tratamiento no pongan en jaque el bienestar fetal del bebé.
“Muchos médicos no recomiendan las resonancias magnéticas con sustancia de contraste durante el embarazo, porque el tinte puede alcanzar la placenta; lo mismo ocurre con las tomografías por emisión de positrones, las gammagrafías óseas y las tomografías computarizadas: pueden exponer al feto a radiación”, explica la American Cancer Society.
Cáncer de mama durante el embarazo: menos común, peor diagnóstico
El cáncer de mama es el cáncer más frecuente que afecta a las mujeres embarazadas pero, sin embargo, las cifras demuestran que sigue siendo extremadamente raro: se diagnostica aproximadamente en 1 de cada 3000 mujeres en gestación.
Esta es solo una de las condiciones que hacen que tenga mal diagnóstico: “Los cambios hormonales durante el embarazo causan cambios en los senos y esto puede dificultar que la embarazada o su médico note alguna masa causada por el cáncer antes de que este sea considerablemente grande”, explica la web de la American Cancer Society. Algo que también ocurre durante la lactancia materna.
Esto, sumado a que son muchas las pruebas diagnósticas que no se pueden aplicar en embarazadas, hace que cuando se detecta esté en estados más avanzados, incluso, habiéndose propagado a ganglios linfáticos.
Pruebas permitidas para detectar cáncer de mama en el embarazo
Por el contrario, otras de las pruebas más comunes a la hora de detectar un cáncer de mama se pueden utilizar con total seguridad durante la gestación. Hablamos de la biopsia, quizás la prueba más específica, las ecografías, que no utilizan radiación, las imágenes por resonancia magnética sin contraste, que tampoco la utilizan, e, incluso, las mamografías: “Se considera generalmente seguro realizar una mamografía durante el embarazo, ya que la cantidad de radiación necesaria para una mamografía es pequeña y, además, se dirige en su mayor parte a los senos, por lo que no alcanza otras partes del cuerpo”, argumenta la misma fuente. Pese a ello, siempre se coloca una placa de tomo en la parte inferior del abdomen. “Aún así, pequeñas cantidades de radiación pueden llegar al feto y los científicos no pueden descartar que pueda provocar efectos a un bebé que no ha nacido”, se sincera la American Cancer Society.
Esta fue precisamente la razón que llevó al equipo médico de Lindsey Gritton a provocarle el parto semanas antes: evitar que las pruebas que terminarían por confirmar el tipo de cáncer al que se tenía que enfrentar, pudieran afectar de alguna manera a su bebé.
Posibles tratamientos para el cáncer de mama en el embarazo
El tratamiento del cáncer de mama gestacional es el mismo que el resto de tumores de pecho, pero siempre atendiéndose de forma especial, pues hay tratamientos que deberán posponerse hasta después del parto. Las opciones son:
- La cirugía: realizar una masectomía es seguro durante la gestación.
- Radioterapia, quimioterapia u homonoterapia: este tratamiento sí conviene posponerlo hasta después de que nazca el bebé
Por ello, en muchas ocasiones se decide adelantar el momento del parto y, así, comenzar cuanto antes con el tratamiento. “Resulta indispensable la atención de un equipo multidisciplinar de especialistas y un control obstétrico muy estricto con el fin de evaluar el desarrollo del feto y programar el momento más adecuado para finalizar la gestación”, explica el grupo GEICAM de Investigación en Cáncer de Mama.