Si tu hijo o hija es de los que “no ve el peligro” tendrás que hacer un ejercicio mental de contención y revisión de hábitos notable… salvo que tú también seas de su “equipo”.
Se habla mucho de que son los niños los que experimentan más acciones sin miedo a las consecuencias pero esto no es una cuestión de sexos, sino de personalidad y de cómo y cuánto incentiva el juego libre en los peques. Por lo general, cuanto más tiempo dediquemos a ello, más necesidad de explorar y probar cosas nuevas tendrán.
Pero la cuestión en este caso no es si ven más o menos el peligro los niños o las niñas. La cuestión es qué hacer con un peque con esta personalidad de tirar para adelante si algo le motiva, con independencia del riesgo que entrañe. No es fácil para un menor de edad adquirir y aplicar la prudencia, una habilidad que a menudo nos cuesta asimilar hasta la edad adulta… y a veces ni eso.
Por eso, el papel de los adultos es clave con estos niños y niñas. En este sentido, los expertos nos animan a actuar con este tipo de niños solo cuando analicemos la situación y el contexto y veamos que existe verdadero peligro en lo que van a hacer. De lo contrario, aunque nos vengan los típicos miedos de adulto, el comportamiento adecuado es evitar comentarios que nos suelen salir disparados, sin control, como "ten cuidado", “te vas a caer”, “verás qué golpetazo”, o “no vas a poder hacerlo”, entre muchos otros. Estos aportan inseguridad al peque y le pueden frustrar, pero no le va a reprimir sus ganas de intentarlo.
Otra cosa muy diferente es que le abandonemos a su suerte. Al revés, debemos reforzar su conducta en positivo, hacerle pensar si de verdad quiere y se ve capacitado para hacerlo de tal manera que aporte algo de prudencia al asunto, y hacerles saber que estaremos a su lado para darles ayuda si la necesitan y para garantizar su seguridad.
Reforzar su tema de decisiones
Darle algún consejo sobre cómo hacer lo que pretende con seguridad después de validar su deseo, afirmar que le veis capaz, animándole, pero al mismo tiempo pidiéndole que lo haga despacio y con calma, o simplemente no decir nada pero hacerle saber que estáis a su lado son reacciones más recomendables que cualquiera de los comentarios citados anteriormente.
Toca, en definitiva, hacer de tripas corazón, estar muy cerca de ellos para poner los límites convenientes por la incapacidad del peque para aportar prudencia y seguridad a su actividad, y luego aprovechar muy bien cada oportunidad para hablar con él o ella.
Aunque también podéis resaltar aquello que os interese que aprendan, como por ejemplo que no todos los coches paran en los pasos de peatones, que no lo pueden dar por hecho, no nos referimos solo a cuestiones negativas. También en positivo: ¿cómo? Por ejemplo, reafirmando una conducta prudente. Hay niños y niñas que necesitan que hagamos énfasis en reforzar cuando se atreven a hacer algo y entonces valoramos su esfuerzo, pero con los peques que “no ven el peligro” es diferente: lo que conviene reforzar es la prudencia y la seguridad al hacer las cosas y tomar decisiones.