
Sueño en niños
Pesadillas en niños: ¿por qué tienen sueños desagradables?
Las pesadillas en niños son habituales entre los 2 y 4 años. Las pesadillas son parte de un desarrollo normal, puesto que los niños empiezan a comprender que existen cosas que les pueden hacer daño. Amelia Hunter, experta del sueño, nos da las claves para saber actuar.

A esta edad es cuando se pueden originar los miedos normales, su imaginación está madurando y sus habilidades comunicativas se desarrollan. Las pesadillas son parte de un desarrollo normal, puesto que los niños empiezan a comprender que existen cosas que les pueden hacer daño. Pueden ser provocadas por muchas cosas que causan estrés en la vida del niño. Sobre todo, cambios en los hábitos y rutinas, un nuevo hermano, el inicio de la guardería o el colegio, una mudanza, etc.
Incluso aquellas cosas que a ti no te asustan o estresan pueden provocar pesadillas: escuchar una historia que da miedo; ver una película o programa inquietante; excitarse o enfadarse antes de ir a dormir; sentir ansiedad o estrés durante el día.

Los sueños lúcidos parciales, eventos confusos, terrores nocturnos y pesadillas se confunden con frecuencia en los niños. Es importante comprender las diferencias entre cada uno de ellos para que puedas saber cuál de ellos padece tu hijo.
Los sueños lúcidos parciales suceden cuando un bebé pasa de un ciclo de sueño a otro. Son totalmente normales. Durante un sueño lúcido parcial los niños pueden moverse, sentarse, llorar o incluso hablar. No suelen recordarse y normalmente duran un par de segundos o minutos. Un niño puede aprender a volver al siguiente ciclo de sueño de forma normal sin ayuda siempre y cuando los padres no lo despierten pensando que tiene hambre o quiere jugar.
Los eventos confusos ocurren normalmente en los dos primeros ciclos del sueño o entre la primera y la cuarta hora después de acostarse. Lo que sucede es que parte de la mente trata de volver a dormir y otra parte intenta despertar mientras ambas intentan ganar. Tu bebé puede gemir, murmurar, estar inquieto, moverse durante unos minutos o volverse a dormir.
Los terrores nocturnos son sueños menos comunes y suceden a menudo durante el primer tercio de la noche. Los niños que padecen un episodio de terror nocturno permanecen intensamente dormidos en un estado profundo en el que no se sueña, no obstante, están sumamente agitados y es difícil consolarlos. Después, vuelven a dormitar de forma profunda y no recordarán el incidente a la mañana siguiente.
Las pesadillas suelen ocurrir durante la segunda mitad de la noche, cuando es más probable que ocurra el sueño. Tu hijo posiblemente recordará el mal sueño al día siguiente y podrá describírtelo.

En primer lugar, asegúrate de que tu hijo duerme lo suficiente. Todas esas perturbaciones que suceden en horas nocturnas son más propensas en un niño cansado.
Crea una rutina de relajación y de diversión a la hora de acostarlo. Si hace falta, también puedes leer libros que hablen sobre los miedos a la hora de acostarse o intenta consolar a tu hijo al reconocer su miedo y no haciendo como si no fuera nada. Enseñarle habilidades para afrontar las pesadillas también puede ser útil.

Si tu niño se ha despertado después de una pesadilla, es importante que vayas a verle y le tranquilices. Necesitan un poco de consuelo físico, así que abrázalo o frótale la espalda hasta que se tranquilice. No aconsejo que lo acuestes en tu cama puesto que podrías estar creando un hábito que es difícil de revertir.
Deja que hable sobre ello si quiere, pero no le presiones. Tranquilízale repitiendo que “solo ha sido un sueño". Tienes que mantener la calma si todavía sigue afectado. Las sensaciones de una pesadilla pueden parecer muy reales durante mucho tiempo después de que se haya despertado.
Puede ser de ayuda dejar encendida una luz tenue durante un tiempo, asegurarte de que tiene su juguete favorito en la cama o incluso hacer un poco de "espray anti monstruos” para defenderse de los monstruitos que se esconden bajo la cama. Tranquilízale diciéndole que duermes en la habitación de al lado y de que estarás ahí enseguida si sufre otra.
Escucha y trata de entender los miedos de tu hijo. No los ignores ni te rías de ellos. Son muy reales para él. Es muy importante que lo tranquilices si tiene miedo. Dile que está a salvo y repíteselo una y otra vez.