Si has sido madre o padre, puede que estéis en pleno baby-clash, o que recordéis perfectamente ese momento si ya lo miráis desde la distancia que da el tiempo. Hay parejas que lo superan y otras que no. Hay quienes lo experimentan con más intensidad por sus circunstancias, y quien dirá que no recuerda haber pasado por dicha etapa. La verdad es que esto último parece un escenario improbable, pero reconozco estar demasiado influenciado por la experiencia en primera persona.
Fue el psiquiatra Bernard Geberowicz quien acuñó este anglicismo, que literalmente se traduce como “choque del bebé”, para describir el terremoto emocional que el nacimiento de un bebé suele causar en el núcleo familiar. Hay quien verá este momento más como un meteorito que cae de golpe y estallan sus consecuencias y quien lo verá más tipo tsunami, como una gran ola que va arrasando con todo lo que habíais construido a su paso.
En su libro El baby-clash. La pareja a prueba del niño, editado por Vecchi Ediciones, Geberowicz desarrolla el concepto del baby-clash, un concepto que, de todos modos, por mucho que nos lo expliquen desde fuera los expertos como este psiquiatra, es difícil de comprender en su verdadera dimensión hasta que no se tiene encima.
La sinopsis del libro en cuestión es una buena pista sobre lo que significa y supone el baby-clash: “Aviso de tormenta: cuando llega el niño, la vida conyugal no siempre es un río tranquilo”. De hecho, y esto es de nuevo una apreciación personal, lo más probable es que los primeros meses después de la llegada de un bebé a la vida de una pareja sean de todo menos tranquilos.

Las emociones se disparan, pero también lo hace el cansancio físico y mental, el no disponer, de repente, del tiempo libre para una o uno mismo que antes parecía inagotable quitando lo que nos llevara el trabajo. Le sumamos la inexperiencia si es el primer bebé en casa, el cambio drástico de rutinas y hábitos, empezando por el del sueño, y todos estos factores se van acumulando hasta conformar un cóctel molotov que puede explotar en cualquier momento. Pues bien, esto es exactamente lo que Bernard Geberowicz llama baby-clash.
Eso sí, la colisión puede ser más o menos fuerte en función de diversos factores también. Cómo nos hayamos preparado para el momento maternidad/paternidad, cómo se afronte en pareja, cómo sea la comunicación en casa, lo que se pueda dormir para facilitar un mínimo descanso, o que nos podamos tomar algún respiro, por pequeño que sea, para cuidarnos son algunos de estos factores que influyen en la dimensión y, por ende, en las consecuencias del baby-clash.
Esto dicen las estadísticas
Las estadísticas evidencian que el baby-clash existe. Por ejemplo, un estudio elaborado por Elabe para la aplicación WeMoms (citado aquí por Élhée) entre 501 mujeres con al menos un hijo menor a 6 años concluye que el 66% de ellas había experimentado el baby-clash en forma de tensiones y conflictos de pareja tras el nacimiento del menor. Y el 20% admite haber estado al borde de la separación.
Hay más pruebas de la existencia de este fenómeno descrito por Bernard Geberowicz: otro estudio, de IFOP en este caso, para la web Sleepyz.fr, señala que entre 1.001 padres y madres de niños menores de 3 años, el 50% reconoce haber sentido deseos de romper su relación tras el nacimiento de un hijo. Y el 16% materializó dicho deseo.
Y como no hay dos sin tres, el IV Observatorio de Derecho de Familia AEAFA (Asociación Española de Abogados de Familia), publicado en 2022, y del que se hace eco El Mundo en este reportaje, señala que en el 32% de los casos la razón por la que una pareja se separa es el desgaste producido por el estrés a raíz del nacimiento de los hijos y/o por el trabajo.
¿Cuál es tu experiencia, has experimentado el baby-clash descrito por Bernard Geberowicz?