La crianza de los niños presenta desafíos únicos y, en ocasiones, puede resultar muy difícil saber la manera adecuada de responder cuando no tienen un buen comportamiento. En momentos de frustración, es tentador recurrir a algún tipo de castigo o ignorar al niño en un intento de corregir su conducta. No obstante, dejar de hablarle a un niño cuando se porta mal puede tener consecuencias negativas en su desarrollo social y emocional.

A veces perdemos los nervios y recurrimos a técnicas poco apropiadas y cuestionables. Dejar de hablar al niño como castigo o muestra de nuestro enfado es un error. No somos fuente inagotable de paciencia, es cierto y a veces los hijos pueden llegar a sacar de quicio cuando se enfadan, tienen una rabieta o se comportan mal. Sin embargo, los castigos, sea del tipo que sean, nunca son una buena solución: al contrario no benefician en nada y son mucho más perjudiciales de lo que pensamos.
Evidentemente el castigo físico NUNCA debe ser una opción, pero los castigos de otro tipo tampoco son eficaces y hay uno que, puede parecer más inocente, pero también tiene consecuencias perjudiciales para los niños: ¿optas por el silencio cuando te has enfadado con tu hijo o hija y no le diriges la palabra? Deberías cambiar de técnica.
Las consecuencias de dejar de hablar a los niños

Para Rocío Ramos Paúl, más conocida como Supernanny, “el silencio solo bloquea la posibilidad de buscar una solución”, tal y como explica durante esta entrevista de radio. En ella deja claro que “la solución se encuentra hablando, no haciendo lo contrario. Al fin y al cabo, lo que uno quiere es no pasar un mal rato”, por lo que aconseja siempre hablar para romper el hielo, tratar de ser comprensivos e intentar utilizar palabras positivas en la conversación.
Para el psicólogo Ramón Soler, castigar al niño con el silencio es una forma de maltrato y explica que, si se utiliza con frecuencia, puede dejar huellas profundas que se detectan incluso siendo adultos: “Muchos padres se enorgullecen de no golpear o gritar a sus hijos, pero cuando estos no cumplen sus expectativas o no les obedecen, utilizan un tipo de castigo que también resulta dañino y cruel: dejarles de hablar durante un tiempo y actuar como si sus hijos no existieran".

El objetivo de este silencio es doblegar al niño y hacerle claudicar, "abusando de la situación de superioridad que tienen los padres sobre los hijos” y asegura “el sentimiento que genera el silencio de los padres es de total desamparo y peligro”.
Recurrir al silencio como castigo solo provoca en los niños confusión, ya que no por ello entienden qué han hecho mal, cómo podían haber actuado de otra forma o por qué son ignorados. También genera mucho malestar y este tipo de castigo tiene un impacto muy grande en la autoestima: los expertos aseguran que este tipo de conducta daña mucho la autoestima de los niños y provoca mucha inseguridad.
En algunos casos, si el castigo con el silencio se repite de manera frecuente, el niño puede llegar a manifestar angustia o ansiedad. Además, no es efectivo, porque el niño no dejará de hacer lo que ha provocado nuestro enfado porque lo comprenda o reflexione, si no por miedo a sentirse aislado o ignorado.
Por su parte, Luis Castellanos, experto en neurociencia y coautor del libro La Ciencia del lenguaje positivo, hace hincapié en una entrevista concedida a ABC en la idea de que recurrir al silencio como castigo es una práctica que puede arraigarse y los hijos pueden copiar ese modelo de conducta: “Castigar con el silencio es más peligroso que con palabras. El silencio es asesino, y se hereda de padres a hijos. Es un pozo sin fondo porque cuando se intenta salir ya no hay marcha atrás, se trata de un camino sin retorno cierto. Pertenece a la familia de la ira, pero puede ser más dañino que ella”.
Entonces, ¿cómo actuar cuando mi hijo se porta mal?

Cada vez son más los expertos que animan y defienden la disciplina positiva como modelo educativo y en ella, la comunicación y dar importancia al lenguaje son las claves. La comunicación desempeña un papel fundamental en la crianza de los hijos, incluso cuando no presentan un comportamiento adecuado. La comunicación efectiva se presenta como una herramienta valiosa para guiar a los niños en su desarrollo. Es esencial, como padres, tener un enfoque que permita abordar el mal comportamiento de manera constructiva para, a su vez, fortalecer el vínculo con nuestros hijos, y fomentar su crecimiento emocional y social.