Rafa Guerrero es psicólogo en la clínica Darwin Psicología y doctor en Educación. Además de experto en TDAH, trastornos del aprendizaje y problemas de conducta, lo es en apego seguro, una de las mejores vías para conseguir una buena relación padres-hijo.

Rafa Guerrero es psicólogo en la clínica Darwin Psicólogos y doctor en Educación. Además de experto en TDAH, trastornos del aprendizaje y problemas de conducta, lo es en apego seguro, una de las mejores vías para conseguir una buena relación padres-hijo.
Parte de ese conocimiento lo plasma en los diversos libros que publica para ayudar a las familias en la crianza de sus hijos. El último viene en forma de cuento: ¿Me acompañas? (Ed. B de Blok). En él presenta la historia de Sira, una niña que, por suerte, tiene unos padres que practican el apego seguro con ella. Como él mismo nos cuenta, no es una historia solo para niños: los adultos podemos aprender de ella en qué consiste exactamente ese apego que, de acuerdo a sus palabras, sentenciará la relación futura entre padres e hijos.
¿Este cuento está dirigido a niños o a padres?
En todos los cuentos aprovecho el papel que cumplen los adultos en la lectura infantil para dirigirme también a esos padres y madres que leen en voz alta el cuento a sus hijos o pendiente de las preguntas que los peques puedan tener. Como en otras ocasiones, este cuento incluye anotaciones a pie de página, explicaciones, preguntas para abrir debate… Creo que el trabajo del apego seguro es algo paralelo entre padres e hijos.
Imagina que un niño lee el cuento y no ve reflejados a sus padres en los padres de Sira, ¿podría sentirse vulnerable o sentir que sus padres no son tan buenos como creía?
Es muy posible que haya un niño con apego inseguro que lea este cuento así que, objetivamente, existe la posibilidad de que no se vea reflejado en la historia.
Pese a ello, nunca podría pensar que sus padres no son los mejores: en el desarrollo evolutivo hay un mecanismo de defensa que impide a los niños ver tal cosa. No son conscientes, afortunadamente, de que sus papás no son los mejores papás del mundo.
A pesar de que el niño tenga un apego inseguro o, incluso, a pesar de que esté viviendo una situación de negligencia donde hay mucho sufrimiento, no puede ser consciente de que sus padres no son los mejores. Sería terrorífico para un niño saberse vulnerable y ser consciente de que no está en las mejores manos del mundo así que, por eso, la psiquis humana no lo permite en la infancia.
Ese mecanismo les hace creer de manera ciega que mamá y papá son los mejores del mundo y que está en las mejores manos del mundo.
Cuando somos adultos y lo vemos con perspectiva, podemos llegar a entender cómo fueron nuestros padres o qué fallos tuvieron, pero en el momento en el que somos niños, no tenemos esa capacidad.
¿Y esto no es contraproducente con los casos de abusos en la infancia?
Claro que puede ser peligroso, de ahí que estos casos se perpetúen de una manera tan fácil en la infancia: es muy difícil que un niño revele un caso de abuso y, por eso, solo se conocen uno de cada siete casos de abusos sexuales en la infancia. Y es que, el peque le debe a su padre todo, aunque sea un abusador.
Tendemos a creer y a proteger a nuestros padres aunque ellos lo hayan hecho mal. Por eso es importante proteger a la infancia y sensibilizar a los padres sobre la importancia de este periodo en la vida del menor.
Trabajar el apego seguro es una manera de dar recursos para ello.
Leer cosas sobre el apego seguro es muy sencillo pero, ¿todos podríamos empezar a practicarlo en el momento en el que nos convertimos en padres?
Tiene truco. Tú puedes ser una persona que ha leído mucho, que se ha formado, que ha investigado y que sabe mucho sobre ello. Eso, desde luego, te posiciona por delante que hay que no tenga ni idea, pero no te asegura vincularte de manera segura.
Es todo generacional: a la hora de ponerlo en práctica, es importante que entendamos que yo solamente puedo relacionarme de manera segura con los demás si yo me he sentido seguro con mis padres. Siempre digo que el 99% de los padres quiere transmitir un apego seguro a sus hijos, pero la investigación demuestra que solo un 50% o 60% tiene un apego seguro.
¿Qué ocurre con el resto? Que son padres que quieren, pero no pueden. No consiste solo en saber, si no en saber aplicar. No consiste en querer, consiste en poder.
Y si no tienes recursos para ponerlo en práctica, ¿hay que darlo por imposible?
No hay que darlo por imposible. Si dedico tiempo a ser consciente, hablo con mi pareja, veo los fallos que cometo, cuándo me equivoco, trato de ser consciente y veo que estoy relacionándome de manera insegura con mis hijos, tiendo a transmitir ese apego inseguro, pero sí seré consciente y ese es el primer paso para cambiarlo.
Hay que saber que la raíz está en el padre y no en el hijo y que el cambio para dejar de relacionarse de manera insegura lo tengo que hacer yo y no el niño.
Para empezar a practicar un apego seguro, si tú no lo has practicado con tus padres, deberás acudir a un psicoterapeuta que te ayude a reparar tu apego, no está todo perdido, pero no es gratis.
Reparar un apego implica esfuerzo, sacrificio, dinero, sufrimiento y estar dispuesto a mirar para atrás y reparar heridas y traumas. Es el precio a pagar por ti como adulto y después por lo que puedas transmitir a tu hijo. Es la única manera de reparar un apego de manera sana.
¿Cómo saber si estamos preparados para dar un apego seguro a nuestros hijos?
Para saberlo es necesario conocer los dos tipos de apego inseguro que existen, que son los que más se dan en la sociedad:
Por un lado, los papás con apego evitativo, que representan entre el 20 y el 25% no permiten que sus hijos conecten con su mundo emocional, con sus necesidades, su rabia, su miedo,.. Son cognitivos, muy de resultados, solo les importa que tengan buenas notas, que sean educados,… Eso provoca que se desconecten de las emociones.
Por otro lado, los papas ansiosos ambivalentes son todo lo contrario: solo se centran en lo emocional del niño, son tan ansiosos, tienen tantos miedos, tienen tan pocas herramientas de gestión emocional, que se ahogan. Son muy indecisos y sienten mucho miedo.
Son contrarios, aunque los dos son inseguros.
¿Has notado un aumento en el interés por este tipo de apego y por cómo se puede practicar en el día a día?
Sí, claro. Muchas familias quieren un apego seguro pero saben que no lo practican. Nos preguntan qué pueden hacer y trabajamos de forma individual ese apego. Es muy bonito. Cada vez se demanda más.
Son padres muy sensibilizados, leen mucho sobre el apego, están informados y hay algo que no les cuadra y buscan una solución.
Aunque, también es cierto que muchos padres se sienten sobre informados y piden menos información y más ‘instinto natural’ a la hora de educar, ¿está esto bien?
El ser humano no puede hacer caso solo y exclusivamente al instinto. Somos muy instintivos, pero no somos dragones. Tenemos una parte del cerebro que funciona en ese punto y nos permite sacar adelante situaciones donde hay que reaccionar, pero me parece un error.
Entender la crianza del ser humano y la educación basada solo en el instinto es un error, porque, sí lo tenemos, pero somos mucho más que instinto: somos ejecutivos racionales y emocionales. Para criar bien no basta con el instinto y, de hecho, muchas veces hay que ir en contra del instinto.
El apego tiene mucho que ver con la relación ‘sana’ entre padres e hijos (comunicativamente hablando), ¿cuáles son las claves de esa buena relación?
La raíz de todo está en la infancia, es más que el cometido de todo eso. Los primeros años de vida son fundamentales y si somos capaces de estar al servicio de las necesidades de los niños de manera respetuosa iremos por el buen camino. Si soy capaz de empatizar con mi hijo y de entender que si llora necesita un abrazo o que le escuche, estoy comprando una papeleta para que el día de mañana tengamos una buena relación.
Si restamos importancia diciendo ‘anda no seas exagerado’, la compro para que no la tengamos.
Es necesario que hagan cosas por ellos mismos, permitirles que curioseen y que se separen físicamente de nosotros, eso es fomentar la autonomía. Explicarles lo que está pasando en su cabeza, cómo reacciona su cuerpo cuando siente miedo, ponerles limites es algo fundamental. Regular sus emociones comentar su identidad, su sentido de pertenencia… Todo eso está en los niños de forma evidente y nosotros tenemos que conectar con ellos y cubrir esas necesidades.