Mi madre siempre recuerda las horas de las comidas cuando yo era pequeña como una auténtica guerra y como el momento de ‘nunca acabar’. Cuenta que, cuando era solo un bebé, podía pasar horas y horas dándome el biberón y que, incluso, una toma se le juntaba con la otra porque apenas probaba la leche.
Cuando fui creciendo, según ella, la cosa no mejoró mucho: me negaba en rotundo a comer cualquier cosa que me pusieran en el plato: ¿estará enferma? ¿Le faltará alguna vitamina o algún nutriente? ¿Me estará retando? Esas son solo algunas de las dudas que se desencadenaba de una situación que se repetía cinco veces al día. Me proporcionaba inyecciones de hierro recetadas por el médico, dosis de vitamina, calcio… pero parece que nada mejoraba la situación.

La solución que encontró fue sencilla: hacerse con un arsenal de juguetes acuáticos y, mochila en mano, llevarme hasta una fuente cercana a casa para poder meterme la cuchara o el tenedor mientras yo estaba entretenida jugando. Una solución que le sirvió a ella pero que está alejada de las recomendaciones de los expertos en nutrición, que aseguran que lo mejor es aparcar actividades y juegos de distracción a la hora de comer.
Esta situación puede parecer un caso aislado, pero lo cierto es que es algo que se repite en muchas familias y que trae de cabeza a muchos padres: la inapetencia infantil. Después de probar con todo tipo de posibles causas, siguen sin saber por qué el peque es tan reacio a sentarse en la mesa (o trona) y comerlo todo del tirón. Juega, se ensucia, se ríe, tira la comida… todo menos llevársela a la boca.
Las causas más comunes difieren si nos referimos a niños de preescolar y a niños en edad escolar: en los primeros, la inapetencia suele deberse a hechos psicológicos, mientras que en los segundos suelen predominar las causas orgánicas o funcionales, de acuerdo a las palabras de Cristina Campoy, experta en nutrición, para el blog de Puleva.
Las causas más comunes de este hecho las vamos a ver a continuación, pero como solución ya te adelantamos que intentar que coma más cuando no le apetece no es el mejor camino.”Hay que mantenerse impasibles, retirar el plato si no quiere comer, no darle otra cosa en sustitución y esperar a que llegue la próxima comida”, afirma la doctora Cristina Campoy.
No tiene hambre porque ha malcomido
Esta es, sin duda, una de las causas que más aluden los pediatras y expertos en nutrición para explicar la inapetencia infantil. Es fácil: ha comido entre horas, a hurtadillas de nosotros, habitualmente chocolates, dulces o chucherías, y, efectivamente, cuando llega la hora de la comida ya están saciados. “Lo aconsejable es que los dulces y las chuches las tomen en cantidades reducidas”, afirma Carlos González en su libro Mi niño no me come.
Además, explica que conviene estar pendiente de lo que come fuera de casa y evitar que coman a deshoras.En otras ocasiones, podemos ser nosotros los que caigamos en el error: visto el estado nutritivo del peque, le damos cualquier alimento que le resulte agradable y, de esa manera, quedarnos tranquilos porque algo ya se ha llevado a la boca. Igualmente, caso error.

No le gusta lo que hay en el plato
Hace tiempo resolvimos la pregunta: ¿cuántas veces tiene que probar un niño un alimento para saber que no le gusta? Tal y como te explicábamos, según diversos estudios, un niño puede necesitar probar un alimento más de diez veces para determinar si le gusta o no aunque, eso sí, cada peque es diferente.
En ocasiones, no es que no le guste el alimento, si no la presentación en sí. Quizás podemos probar a ofrecérselo cocinándolo o presentándolo de otra manera.Por ejemplo: la carne demasiado seca suele ‘hacerles bola’ en la boca. Para paliar la situación podemos ofrecérsela con un poco de tomate triturado o con salsa.

Le estamos dando demasiada cantidad de comida
Está claro que cada persona necesita un aporte calórico determinado. “Lo importante es que nuestros hijos coman según sus necesidades fisiológicas”, apuntaba el experto en nutrición Pedro Toranzos.
Para evitar que no se lo termine todo, podemos tener en cuenta su opinión antes de poner la comida en el plato e invitarle a que sea él el que determine la cantidad que quieren. Si es una pequeña ración y se la terminan, podemos preguntar si quieren más y, de esta manera, se sentirá satisfecho al repetir.

Se distrae con facilidad
En esta causa todos los expertos están de acuerdo: lo mejor para la hora de la comida es dejar pantallas y televisión aparcadas y enseñar al niño a que se centre en lo que tiene delante. “La manera de estar y el ambiente de la mesa son muy importantes para la educación alimentaria”, explica Pedro Toranzos. Por eso, considera que es aconsejable compaginar la comida con actividades y juegos.
Eso sí, también tenemos que tener en cuenta que a partir de los dos años, la curiosidad crece mucho y, por tanto, encontrará más interesante descubrir lo que le rodea que el plato que tiene delante.

Celos
La llegada de un hermanito o hermanita a casa supone un cambio terrible para el hermano mayor. Ya hemos hablado largo y tendido sobre los celos y sobre cómo debemos actuar ante ellos y debemos evitarlos. A la hora de la comida tan solo deberemos actuar igual que estemos actuando en otros momentos y no olvidar que se trata de un escenario transitorio que acabará pasando.

Lo usa como arma contra la sobreprotección
“A muchos niños les gusta dramatizar y les encanta hacerse notar, cambiar o dirigir el curso de los acontecimientos, descubrir que pueden dictar su ley”, según explica la experta Cristina Campoy en el blog. Para ella, la mejor opción es mantenerse impasibles ante esa reacción y, sin más, retirar el plato de la comida sin ofrecerle ninguna alternativa hasta que llegue la siguiente hora de comer. “Darle otro alimento solo servirá para que afiance su postura”, expone.
Lo que sí podemos hacer es tener en cuenta sus preferencias, y ofrecer siempre en el plato algo que sí le gusta o sabemos que come normalmente, junto al resto de alimentos que tocan en el menú ese día. De esta forma nos aseguraremos de que, si tiene hambre, comerá algo.

Quiere evitar reprimendas
En otras ocasiones, niños en edad escolar pueden ver la silla de la comida como un momento idóneo para recibir un toque de atención del padre o madre por algo que saben que no han hecho bien. Una especie de ‘banquillo de los acusados’, explica la doctora Campoy para el blog de Puleva.

Falta de algún nutriente o enfermedades transitorias
La anemia (falta de hierro), por ejemplo, puede ser otro de los motivos por los cuáles encontremos inapetencia en el niño. Por suerte, cuando esto se corrige, el peque debería volver a recuperar el apetito. La causa también puede residir en alguna enfermedad transitoria derivada, por ejemplo, de la aparición de parásitos en el cuerpo. Por suerte, son cosas que suelen tener fácil solución.

Quiere tener más autonomía
También podemos encontrarnos con niños que quieren tener más autonomía en la mesa. Sobre todo, en pequeños que no han practicado Baby Led Weaning es habitual ver cómo son sus padres los que le llevan todo el rato la cuchara a la boca. Si demanda hacerlo él solito y no lo consigue, podemos encontrar dificultad a la hora de comer.

Su desarrollo
Sí, como lo escuchas: a veces es normal que los niños no tengan tanta hambre como antes. “A partir del año, los niños crecen más despacio. El peso al nacer se duplica a los cinco meses, se triplica al año y se cuadriplica a los dos años. Sin embargo, a partir de esa edad, la velocidad de crecimiento es más lenta, con un aumento de unos dos kilos por año hasta que llega la pubertad”, así lo explica la Asociación Española de Pediatría en su página web. Por lo tanto, desencadenamos que a partir del año, la necesidad de alimento sea menor.
