8 claves para conseguir que se duchen

Tu hijo pasa olímpicamente de la higiene. Y, cuanto más insistes, peor. La buena noticia es que hay trucos para "que sean más limpios".
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"Pero, mamá, ¡si ya me las lavé esta mañana!". Así de tajante es Nicolás, que a sus siete años se olvida, día sí y día también, de lavarse las manos antes de comer. Normal, la comida le sabe igual con las manos sucias que limpias y prefiere no desperdiciar ni un minuto de juego.

A esta edad, el aseo personal suele ser la última de sus preocupaciones, en el mejor de los casos. No solo ponen pegas al lavado de manos, reniegan de la higiene en general: a la hora del baño se hacen los remolones, y todo son quejas cuando toca lavarse el pelo, cortarse las uñas o cepillarse los dientes. Si al final acceden, lo hacen deprisa y de mala gana. Ninguno pasaría la prueba del algodón.

Trucos para ser
 más limpios

Al enseñarles a cuidar su aseo personal les transmitimos lo importante que es querer el propio cuerpo y lo placentero que resulta, no solo para agradar a los demás, sino para sentirse bien con uno mismo. Pero si nos ponemos muy pesados, solo conseguiremos aumentar su rechazo y que el asunto se convierta en un conflicto familiar. Lo que mejor funciona en estos casos es convertir la higiene en algo divertido y placentero. Si disfrutan cuidándose, habremos ganado la batalla a la suciedad.

Motivación. Pensemos en cómo incentivarles. Por ejemplo, los que reniegan de la ducha seguro que no se resisten ante una bañera llena de espuma. A esta edad les siguen gustando los juguetes: barcos, pistolas de agua, artilugios para hacer pompas de jabón y gafas de bucear pueden ser un buen aliciente.

Podemos dejar que oigan música en el baño, y también se pueden organizar competiciones, entre hermanos o con los padres, para cepillarse las uñas ("¡A ver quién las deja más limpias!") o al lavarse los dientes ("¿Quién aguanta más haciendo gárgaras?").

Más autonomía. Les molesta que estemos todo el rato insistiendo en que se laven, y mucho más que repasemos, esponja en mano, las zonas conflictivas (véase axilas, espalda, orejas...). A esta edad ya pueden lavarse solos y, además, esas tareas que más odian, como lavarse el pelo, suelen ser más llevaderas cuando las hacen ellos.

Permitamos que se ocupen de su higiene, eso sí, sin dejar de supervisar y recordándoles, con tacto, los olvidos. Durante un tiempo convendrá echarles una mano con lo difícil: cortar las uñas, aclarar y desenredar el pelo, etc.

Dejarles elegir. Seamos flexibles y démosles libertad para decidir algunas cosas: si prefieren ducha o baño, si quieren lavarse el pelo en la bañera o en el lavabo, si les apetece bañarse antes o después de hacer los deberes...

Pactos. No hay que pasarse con la higiene, de hecho se sabe que el contacto con los microbios durante la infancia facilita el desarrollo del sistema inmune. Lo mejor es negociar con ellos unos mínimos irrenunciables: lavarse las manos antes de comer y después de ir al váter, cepillarse los dientes dos veces al día, una ducha o baño tres veces por semana, y uno o dos lavados de pelo semanales pueden ser suficientes.

Rutina. Es necesario dejarles claro cuándo es ineludible la ducha, como por ejemplo los días que han practicado deporte. Confeccionar un calendario de las «obligaciones» antes pactadas puede servir de recordatorio y ahorrarnos muchas disputas.

Tiempo mínimo. Para evitar que hagan un lavado demasiado rápido o se queden horas en remojo, podemos establecer una duración mínima o máxima, según el caso. Poner un reloj de arena o un avisador de cocina en el baño es una forma divertida de medir el tiempo.

Productos atractivos. Dejarles escoger el dentífrico, el gel, la esponja o el champú que más les gusten puede motivarles. También, regalarles adornos para el pelo, un bonito peine o una colonia puede ser el merecido premio después de varias semanas lavándose solos sin tener que recordárselo.

Cosas "de mayores". A muchos niños les atraen los productos y accesorios de los papás, como el cepillo de dientes eléctrico o los aparatos para darse masajes en los pies o la espalda. Podemos dejar que los usen, si no son peligrosos. También podemos prestarles nuestro suavizante de pelo o nuestro gel de ducha. Otra idea sugerente es cederles, temporalmente, nuestro cuarto de baño.

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