Un niño consentido es aquel que siempre impone su voluntad, y esto no es deseable, pero tampoco lo es el otro extremo: un niño cuya única misión en la vida sea acatar órdenes, sin voz ni voto para nada. Sus iniciativas, sus opiniones, han de ser escuchadas y respetadas. Los padres deben crear un clima familiar en que todas las partes reciban consideración.
Dicho esto, admitamos también que en educación es necesario un grado razonable de obediencia, y que muchos padres pueden verse desbordados por una situación en la que son incapaces de lograr que sus hijos les hagan caso. Les tranquilizaremos: hacerse obedecer tiene su técnica, y puede aprenderse.
1. En casa deben reinar el cariño y unas buenas relaciones
Los niños obedecen para no romper la armonía y conservar el afecto. Básicamente, obedecen por amor claras. El hijo puede incluso aprender a maniobrar para enfrentar a sus padres, se rebelará con frecuencia y, desde luego, no desarrollará como hábitos el respeto y la obediencia.
3. Predicar con el ejemplo
Pretender que los niños no lean mientras comen o no usen un lenguaje grosero será ilusorio si los padres no son los primeros en seguir estas normas. O al menos no podrán pretender que les obedezcan de buen grado y con convicción, ya que les faltaría fuerza.
4. Darles siempre una explicación
Y procurar que sea convincente. Quizás no siempre la comprendan por completo (aunque debe intentarse siempre), pero en todo caso es importante la actitud de no imponer las cosas porque sí, sino de un modo razonado. Siempre es mejor "No grites porque estoy trabajando" que "Cállate de una maldita vez".
5. Hablar con claridad y no etiquetarles
"No debes pegar a tu hermano, porque no está bien" es correcto, y no lo es "Eres un mal hermano". "No te pongas los calcetines de ayer, porque están sucios" es mejor que decir "Eres un guarro".
Las etiquetas y generalizaciones no aclaran al niño con precisión cuál es el comportamiento que ha de corregir, y además los adjetivos negativos deben aplicarse al comportamiento, no a su persona, pues puede creérselos, incorporarlos a su concepto de sí mismo y comportarse de acuerdo con ellos.
6. Proponer alternativas
"No veas tanta tele" es mejor aceptado si se propone un paseo, un juego u otra actividad interesante. Es más fácil eliminar o disminuir un comportamiento cuando se sugiere otro que lo sustituye con ventaja. Siempre que sea posible, no hay que conformarse con prohibir.
7. No entrar en discusiones interminables
Cuando existe la convicción de que la orden está justificada, y tras la oportuna explicación, es mejor mostrarse firmes y seguros de que ha de ser cumplida sin más.
8. Ser coherentes
No vale una vez sí y otra vez no. Ayuda mucho el convertir las normas en costumbres. No comer helados si hace frío o no acostarse más tarde de tal hora serán normas más fáciles de cumplir si los niños las ven como fijas, lógicas y previsibles. Esto no impide cierta flexibilidad, pero no un continuo "sí, pero no", "no, pero sí".
9. No amenazar en vano
Ésta es la fórmula mágica para no tener que repetir las cosas mil veces. Al decir "Si sigues molestando con el balón, no sales en tres meses", empezamos por sugerir al niño la posibilidad de desobedecer, y además la amenaza es tan poco realista que no es creíble.
Si ofrecemos un castigo, la amenaza ha de ser creíble, y además debe cumplirse: «Deja de jugar al balón dentro de casa en este momento o te lo quitaré para toda la tarde». Esta segunda forma, además, cumple varios requisitos clave: es del todo clara, establece un plazo para su cumplimiento y el castigo guarda una relación directa con la falta.
10. Revisar las normas y no sobreprotegerles
Una prohibición adecuada para un niño de cuatro años puede no serlo ya para otro de ocho. Tengamos en cuenta su evolución y no la obstaculicemos con órdenes desfasadas. Hay prohibiciones necesarias porque libran a los niños de peligros reales, pero otras responden a nuestros excesivos miedos o prejuicios, que no les ayudan e incluso invitan a la desobediencia.
Es absurdo prohibir a un niño montar en bici porque a nosotros nos da miedo o porque nos caímos una vez. Tiene que experimentar por sí mismo. Distingamos los riesgos razonables del peligro real. Muchos de los consejos anteriores valen, sobre todo, para lograr que los niños obedezcan prohibiciones, es decir, para el "No hagas esto".