¿Es bastante mayor para hablar de sexo?
Todos los niños sienten una gran curiosidad por la sexualidad. ¿Sabemos cómo responder a sus preguntas? Te damos las claves más prácticas.
En ocasiones es el embarazo de mamá, que suele generar en los niños un sinfín de interrogantes. Otras veces, el desencadenante es algo que vieron en la tele y les impresionó.
Lo cierto es que los niños sienten una curiosidad natural por conocer su cuerpo y sus funciones, por apropiárselo y reconocerlo y, tarde o temprano, todos empiezan a plantearse cuestiones concretas relacionadas con el sexo: las diferencias anatómicas entre niños y niñas, el cuerpo de papá y mamá, el tamaño de los genitales, su aspecto, para qué sirven... son asuntos que suscitan un gran interés en los pequeños.
El sexo es un tema espinoso para los padres. Muchos se sienten incómodos hablando de esas cosas; otros no desean engañar a su hijo... y acaban dándole más información de la necesaria. Es cierto que, a veces, el colegio asume la tarea de ofrecer a los pequeños una buena educación sexual, pero la labor que pueden hacer los padres en este terreno es siempre muy importante.
La educación sexual que se da al niño influye en la forma en que se aceptará a sí mismo el día de mañana, como hombre o como mujer, en el modo de asumir y cuidar de su cuerpo, en el trato con el otro sexo y en la responsabilidad con la que asumirá las relaciones sexuales y de procreación.
Ante las preguntas del niño, debemos tener en cuenta...
1. Qué es lo que le inquieta (de verdad). El primer paso para educar a los niños en temas de sexo es escuchar atentamente sus preguntas y adivinar sus inquietudes. A menudo hay que leer entre líneas, pues muchas veces no preguntan de forma directa, sino que aluden a temas paralelos: por qué los perros se huelen, por qué las mujeres llevan ropa diferente de los hombres...
2. De dónde vienen sus dudas. Los niños son juguetones y curiosos, pero eso es todo. La curiosidad infantil poco o nada tiene que ver con la picardía de los adultos: no seamos malpensados. Sus dudas, normalmente, responden a información que proviene de su entorno (el embarazo de su madre, charlas con otros niños, películas, comentarios que escuchan en el cole...).
3. Hasta dónde desea saber. Ayudémosle a delimitar y formular bien sus dudas. Por ejemplo: «¿Quieres saber por qué esa chica y ese chico van juntos de la mano y se besan? Lo que quieres saber es qué significa ser novios». Más adelante averiguaremos si su interés va más allá, si desea saber cuándo se puede tener novio, la diferencia entre novios y amigos, etc.
4. La etapa en la que se encuentra. Para saber lo que realmente le preocupa y cómo sacarle de dudas, hay que tener en cuenta la situación de nuestro hijo: su edad, sus inquietudes, sus experiencias o cómo suele reaccionar ante determinados temas.
Cómo abordar el asunto y cuánta información darle
1. Actuar con naturalidad. Enfrentarnos a sus preguntas con serenidad y afecto es clave; si el niño percibe silencios y evasiones, sentirá que está planteando asuntos malos de los que no se debe hablar y crecerá con una idea distorsionada sobre hechos que son naturales.
Y antes de eludir una pregunta incómoda, es mejor hablar abiertamente: "No estoy segura de poder explicarte ahora qué es hacer el amor, así que te pondré un ejemplo parecido que puedas entender, y más adelante te contaré más cosas".
2. Dosificar las explicaciones. Hay que tener en cuenta la madurez del pequeño y cuánta información posee ya. Si es de los que andan un poco perdidos en estos temas o nos parece un niño inmaduro, seamos prudentes.
Es preferible quedarnos cortos y que vuelva a preguntar a dejarle preocupado por cuestiones que no alcanza a comprender.
3. Usar palabras sencillas. Su propio lenguaje es el más adecuado para explicarle cualquier cosa. Cuando pregunte debemos llamar a las cosas por su nombre (pene, vagina, ano), aunque para el día a día podemos adoptar un lenguaje más coloquial, por ejemplo: "Por dentro de la cola va un tubito por donde pasa el pis hasta que sale" o "El culo de detrás lo tenemos igual todos, pero el de delante es distinto en las niñas que en los niños".
4. Hablar con sinceridad. Es decir, despejar temores y resolver dudas. Pero respetando siempre la capacidad del niño para entender nuestro mensaje, no hace falta que nos extendamos en detalles.
Por cierto, los hijos suelen elegir a quién preguntan qué, pero tanto papá como mamá pueden ser excelentes profesores y servir de guía al pequeño curioso. Si uno de los dos se siente incómodo, mejor que se encargue el otro.