Con la siesta no es fácil generalizar porque hay tantos gustos y necesidades como personas somos. Y esta regla aplica también a los niños y niñas, ya que los hay con cinco años que no perdonan su cabezadita después de comer y otros con tres años que no quieren dormirla ni obligados. Pero la ciencia tiene claro una cosa, y por eso insisten en ello pediatras y psicólogos infantiles: las horas de sueño al día en cada etapa educativa son “sagradas”. Y por eso avalan la siesta, sobre todo en los primeros años de vida.
Lo que dicen los expertos en la materia es que un recién nacido duerme alrededor de 18 horas al día; quizá un poquito menos, dependiendo de lo que tarde en comer y lo “espabilado” que sea. A los dos años, el promedio no debe bajar de 13 horas diarias de sueño, y de tres a cinco años sí baja, pero no mucho, entre las 10 y 12 horas diarias en función del niño. A partir de los cinco años, las 10 horas son razonables pero pueden aguantar bien algún día si duermen 9, por ejemplo. Esto depende mucho del pequeño.
Como ves, son medias difíciles de conseguir si la siesta no entra en la ecuación hasta los cinco años. Salvo que tu peque, a esta edad, duerma doce horas seguidas por la noche, cosa que es posible (te lo digo por experiencia personal con una de mis hijas), la siesta es recomendable para ellos y ellas.
En esta etapa, con una siesta cortita es suficiente, pero cuanto más pequeños sean los niños y niñas, más larga debería ser su siesta. Es más, con uno y dos años incluso es habitual que duerman dos siestas al día; la de después de comer y otra a media mañana.

Los motivos por los que la ciencia avala la siesta
En realidad, no es un solo motivo el que la ciencia argumenta para avalar la siesta en los niños y niñas pequeñas.
Por ejemplo, según un estudio de la universidad de Ruhr, ubicada en Bochum (Alemania), descansar durante el día ayuda a consolidar la memoria declarativa. Esto significa que mientras dormimos el cerebro de los niños va fijando aprendizajes que ha ido adquiriendo mientras estaba despierto, ayudando a que se retengan por más tiempo.
El estudio, publicado en Proceedings of National Academy of Science, demuestra que las siestas de al menos media hora son suficientes para tener este impacto positivo en su cerebro y, por ende, en su aprendizaje. Según los investigadores, esto se debe probablemente a que el hipocampo de los cerebros de los bebés tiene capacidad limitada y dormir es su “recarga de batería”.
Un segundo argumento demostrado por la ciencia es en el que más inciden los pediatras y neuropsicólogos: que los niños duerman las horas recomendadas al día en su etapa vital reduce su ansiedad, su hiperactividad y equilibra su estado de ánimo. “Las horas de sueño influyen directamente en el desarrollo del lenguaje, en la capacidad de aprendizaje y en la aparición de comportamientos hiperactivos”, asegura Lucía Mi Pediatra.
La doctora Bertrand ha enlazado con una tercera cuestión que avala la siesta en los niños y niñas pequeñas: el rendimiento escolar. Y es que no solo influye en el desarrollo del lenguaje el descanso; “está demostrado que niños que no tienen unos buenos hábitos de sueño y no duermen adecuadamente, tienen un peor rendimiento escolar cuando comienzan Primaria, incluso un desarrollo del lenguaje más lento”, apunta la pediatra.
Eso sí, si a los tres años tu hijo o hija duerme por la noche alrededor de doce horas y parece suficiente porque no hay forma de que duerma la siesta, Lucía Mi Pediatra tiene claro lo siguiente: “Ten en cuenta que si a los 3 años, la hora de la siesta se convierte en una auténtica batalla campal en la que, al final, la que necesita la siesta eres tú y no tu hijo, no insistas”.

Escuchar las necesidades de nuestros hijos e hijas es tan importante como tener en cuenta la evidencia científica. Ambas cosas son esenciales en la crianza. “Escucha las necesidades de tu hijo. Quizá sea el momento de abandonar la siesta. Es a partir de esta edad cuando los niños claramente comienzan a dormir toda la noche sin despertares”, concluye al respecto Lucía Mi Pediatra.