Hernia inguinal en el bebé: ¿por qué se produce y cómo se trata?

Se estima que los bebés prematuros presentan una mayor predisposición a sufrir hernias. Aunque las más conocidas entre los bebés sean las hernias umbilicales, lo cierto es que también pueden aparecer las hernias inguinales. Desde el momento en que se encuentra, su reparación es de vital importancia a la hora de evitar mayores problemas.
Hernia inguinal en el bebé: ¿por qué se produce y cómo se trata?

Cuando hablamos de una hernia, significa que una parte del intestino se empuja a través de una debilidad presente en los músculos situados en el abdomen. Cuando esto ocurre, un bulto suave aparece justo debajo de la piel donde se encuentra. Y cuando la hernia ocurre en el área de la ingle, es conocida con el nombre de hernia inguinal.

No en vano, cuando nunca nos ha ocurrido, es normal que cuando pensamos en una hernia pensemos en la necesidad de llevarse a cabo una cirugía rápida, y que ésta ha surgido como consecuencia de la práctica deportiva extenuante, además de mucho dolor. Y en muchas ocasiones solemos relacionarlas con atletas jóvenes… Pero ¿sabías que los bebés también pueden sufrirlas?

Es el caso, por ejemplo, de las hernias umbilicales, que ocurren cuando el anillo umbilical (ombligo) no se cierra de manera correcta, el cual no se suele notar o apreciar hasta que el bebé tiene unas pocas semanas de vida, aún cuando este defecto se produce antes de que bebé ha nacido.

Sin embargo, también existe un tipo de hernia que puede igualmente ocurrir en recién nacidos y en bebés un poco más grandes, y que comúnmente tendemos a relacionar a una etapa más adulta: la hernia inguinal.

¿Qué es y en qué consiste una hernia inguinal?

Una hernia inguinal consiste en una protuberancia que se ve o se siente en el área de la ingle, aunque también puede sentirse en la zona del escroto, especialmente cuando el niño es todavía muy pequeño.

Este tipo de hernias suelen ocurrir especialmente en niños con mayor frecuencia que en niñas, y aquellos bebés que nacen de manera prematura suelen presentar un mayor riesgo de sufrirlas. De hecho, se calcula que alrededor de un tercio de los bebés varones, nacidos con menos de 33 semanas de gestación, podrían tener una hernia inguinal.

En el caso de los bebés, las hernias inguinales indirectas son el tipo más común, las cuales suelen estar presentes al nacer. No ocurre lo mismo con las hernias inguinales directas, las cuales son bastante raras en los niños, y que suelen ser causadas por la presencia de una debilidad en la pared abdominal que permite que los intestinos sobresalgan.

No obstante, también es cierto que pueden desarrollarse en los primeros meses después del nacimiento de un bebé. Y, a diferencia de lo que erróneamente suele pensarse, el esfuerzo físico o el llanto no origina la formación de una hernia inguinal. El aumento de la presión en el abdomen sí puede ocasionar que la hernia se vea más fácilmente.

¿Cuáles son sus causas?

A medida que el bebé varón crece y se desarrolla durante el embarazo, sus testículos se desarrollan en el interior del abdomen. Luego, a medida que evoluciona, tienden a moverse hacia al escroto, recorriendo para ello el canal inguinal. Poco después de su nacimiento, el canal inguinal se cierra, lo que evita que los testículos vuelvan al abdomen.

Sin embargo, si esta área no se cierra de manera completa, una parte del intestino puede moverse hacia el canal a través del área debilitada de la pared inferior del abdomen, y es cuando finalmente se formará la hernia.

Causas de la hernia inguinal en los bebés

En el caso de la hernia inguinal indirecta, ocurre cuando el canal inguinal no se cierra completamente durante el desarrollo fetal, lo que deja una abertura por donde el contenido abdominal puede sobresalir.

Por otro lado, en algunas ocasiones, los niños con un canal inguinal que no se ha cerrado completamente también pueden acabar desarrollando un hidrocele, que consiste en una acumulación de líquido alrededor de los testículos, y que surge cuando el líquido drena desde el abdomen hacia al escroto, originando hinchazón.

Como hemos visto, las hernias inguinales suelen ocurrir con mayor frecuencia en los bebés prematuros. Aunque también suelen ser comunes en los siguientes casos: displasia del desarrollo de la cadera, fibrosis quística, testículos no descendidos, problemas relacionados con la uretra y antecedentes familiares de hernias cuando se era bebé (por ejemplo, en el caso de un padre o un hermano).

¿Cómo se trata?

A diferencia de lo que suele ocurrir con las hernias umbilicales, las hernias inguinales no tienden a resolverse por sí solas. Para corregir el defecto, y prevenir cualquier daño, es necesario llevar a cabo una cirugía, la cual suele llevarse a cabo poco después de que se haya encontrado la presencia de la hernia.

Esto último es sumamente importante, puesto que el intestino puede quedarse atascado en el canal inguinal, lo que puede cortar el suministro normal de sangre hacia el intestino, aumentando el riesgo de que se dañe.

Durante la cirugía, mediante anestesia general, el cirujano llevará a cabo una pequeña incisión (corte) en el área donde se encuentra la hernia, y volverá a colocar el asa del intestino en el interior del área abdominal. Luego suturará los músculos. Y, en ocasiones, se utilizará una pieza de malla con el que ayudar a fortalecer el área donde los músculos han sido fijados.

Aunque las complicaciones son raras, puesto que es posible que se produzca un daño permanente al intestino como consecuencia de la falta de flujo sanguíneo, o que parte del intestino quede atascado en los músculos abdominales, es importantísimo corregir el defecto desde el momento en el que la hernia es detectada.

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