¿Por qué los recién nacidos están encogidos?
El recién nacido pasa las horas con los brazos pegaditos al cuerpo y las piernas encogidas, igual que estaba en el útero.
Para el bebé que ha vivido durante meses no pudiendo separar un brazo o una pierna más de unos centímetros del cuerpo es aterrador el enorme espacio sin límites al que se enfrenta fuera. Por eso todos los recién nacidos pasan días o semanas reeditando la postura que tenían en el útero: la postura fetal, con sus piernas y brazos flexionados y pegaditos al cuerpo como si fueran una ranita. Es como se sienten más seguros.
Las primeras experiencias de movimiento del feto son en líquido. Al salir se encuentra con un mundo que le hace seis veces más pesado (sus brazos, sus piernas, su cabeza) y a la vez opone menos resistencia, lo que genera movimientos bruscos y desmañados. Por eso, el bebé se pliega y así se siente seguro, estable, con cierto control ahora que apenas controla nada.
Los sentidos y el movimiento
En esta postura fetal o de ranita, o bien sostenida por unos brazos seguros, el bebé puede centrar su atención en todo lo que sus sentidos le traen: los rostros difusos, el olorcillo de mamá. Como el que aprende a conducir, el bebé no puede prestar atención a todo a la vez, ha de ir paso a paso y una postura estable favorece que conecte con el mundo.
Y a la vez son las mismas experiencias sensoriales las que la invitan a salir de la postura fetal, las que la estimulan para moverse: guiado por el olor del pecho, por ejemplo, gira la cabeza y extiende una mano que coloca en el pecho. Si está boca abajo y cerca, es capaz incluso de reptar en busca de ese olor. Si colocamos un pañuelo delante de su cara y le molesta, lo apartará de un manotazo, y un ruido fuerte la llevará a encogerse. Los movimientos del bebé están muy relacionados con sus percepciones.
Todo pesa: superar la gravedad y desenrroscarse
Una vez que el bebé empieza a sentirse física y emocionalmente seguro, tras unos días en postura fetal (con sus puños cerrados y girados hacia el pecho y el pulgar dentro), comienza a desplegarse yno para de moverse mientras está despierto.
Tras el esfuerzo, el recién nacido buscará volver a su postura fetal, o a cualquier otra que lo "abrace" como el útero, como la que le ofrece nuestro cálido y acogedor regazo.
Enrollarle en un pañuelo como un gusanito de seda también le devuelve esa sensación de seguridad y le ayuda a descansar.