¿Llora tu hijo en la consulta del pediatra?

Si el pediatra nunca le ha pinchado ni le ha hecho daño, ¿es normal que el bebé llore en la consulta?
Llora en la consulta

No descubro ningún secreto: los niños lloran en la consulta del médico. Sobre todo entre los 8 y los 18 meses lloran al pediatra, lloran al peluquero, lloran incluso a los abuelos que hacía tiempo no veían, al vecino con bigote y a cualquier extraño que intente acercarse a ellos.

Pensamos que reaccionan así porque extrañan, porque les dan miedo las barbas del pediatra o las batas blancas y las camillas, pero es habitual que ese bebé que en la revisión de los cuatro meses se reía y parecía feliz, a partir de los ocho meses tema cualquier intervención. Desde cambiarle el pañal a cortarle las uñas, y no digamos ponerle vacunas o auscultarle para ver de dónde salen esas toses.

Claro, esto no es una regla inamovible, unos lloran y otros no, y alguno hasta se priva como si no hubiera un mañana. Tampoco lloran todos los días. He observado que el llanto depende de muchos factores, no solo de la edad del chico. Depende de los días. Algunos días salgo muy contento de la consulta porque no me lloró nadie y otros vuelvo a casa apesadumbrado porque me ha llorado hasta la señora de la limpieza. También depende de los padres, por supuesto, pero de eso hablaremos al final.

Os preguntaréis que por qué traigo este tema aquí, cuando es una cosa que siempre ha sido así y no tiene visos de cambiar. El niño llorará, y los padres, pues unos se llevarán el sofocón y otros considerarán que es normal que llore. Incluso el pediatra lo verá normal. ¿O no?

Pues no. Para mí es un reto que los niños no lloren. Yo no les pincho ni les receto inyecciones desde hace 20 años –excepto las vacunas, y no se las pongo yo, ni estoy delante cuando se las pone la enfermera–. Yo me acerco a ellos con respeto para que no vean en mí un ogro agresor. Me gusta llevarme bien con ellos, me encanta verles sonreír. No soy un pediatra payaso, que los hay y son admirables, pero sí que hablo mucho con ellos aunque tengan pocos meses. Contarles las cosas con voz pausada y tranquila suele calmarles y darles confianza.

¿Podéis los padres hacer algo para evitar los llantos del peque? ¿Cómo debéis actuar para que no se lleve el mal rato o no tengáis que meterle a rastras en la consulta? Transmitiéndole confianza, demostrándole con vuestra actitud, no con vuestras palabras, que el médico es un amigo de los papás, que puede relajarse.

¿Y tú, padre, qué haces?

Ante todo hay que preguntarse si confiamos en ese pediatra, no solo como profesional, que también, sino como persona habilidosa con los niños. Si pensamos «a ver si va a ser un manazas y se le cae el bebé» o «lo mismo le hace daño», lo mejor es dar la vuelta y pedir un cambio de médico, porque ese es un peligro.

Si nos preguntamos si confiamos en él, o en ella, y la respuesta es sí, no será necesario hacer nada más. Déjale a tu hijo que él sabrá cómo actuar. Confía. Muchos padres decís: «¡Si yo confío!». Ya, ya, pero no soltáis al niño, no os separáis de él ni un centímetro, y el pobre médico tiene que sortear obstáculos para poder acercarse a auscultarle o mirarle los oídos. El papá le pone Peppa Pig en el móvil o le canta o hace sonar las llaves, le da abrazos interminables y hace gestos de superprotección que denotan que no se fía ni un pelo del médico.

Si de verdad confiamos, ¿podríamos quedarnos sentados en la silla o dar dos pasos atrás y dejar al profesional solo en la camilla para que pueda explorar al niño con tranquilidad? Si el peque ve a sus padres tranquilos, no tiene necesidad de llorar. Ahora bien, si a los mayores nos ve agobiados, detecta la tensión y terminamos llorando todos.

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