Cuando nació su primer hijo, Ana invirtió tiempo y dinero en elegir el colchón "más seguro" del mercado. Se fijó en etiquetas que prometían ser "eco-friendly", buscó certificaciones y consultó foros. Lo que no imaginaba es que, a pesar de sus esfuerzos, su bebé podía estar expuesto cada noche a sustancias asociadas con asma, alteraciones hormonales e incluso problemas neurológicos. Es una historia imaginaria, pero completamente verosímil, según indican algunos científicos.
Una nueva investigación liderada por la Universidad de Toronto ha revelado que muchos colchones infantiles contienen compuestos químicos que pueden liberarse durante el sueño y quedar atrapados en el entorno inmediato del niño. Esta zona, conocida como microambiente de sueño, está recibiendo creciente atención por su impacto en la salud infantil.
La exposición invisible del sueño: ¿qué hay en el aire junto al colchón?
Los estudios liderados por Miriam Diamond y su equipo han confirmado que los niños pequeños están expuestos a compuestos orgánicos semivolátiles (SVOCs) en concentraciones elevadas mientras duermen. Entre ellos, destacan los ftalatos —utilizados como plastificantes— y retardantes de llama añadidos a los materiales del colchón.
Uno de los hallazgos clave es que los niveles de estas sustancias eran significativamente mayores en el aire inmediato al colchón (el SME o sleeping microenvironment) que en el resto del dormitorio. Este entorno está compuesto por el colchón, la ropa de cama, juguetes cercanos y el aire que rodea al niño mientras duerme.
En palabras de los autores: "El SME puede contener una amplia variedad de químicos dañinos, incluidos compuestos orgánicos volátiles y semivolátiles, así como contaminantes biológicos".

Un experimento realista con consecuencias alarmantes
Para comprobar si los colchones eran la fuente principal de estos químicos, los investigadores compraron 16 colchones nuevos y replicaron condiciones de uso infantil. Simularon el calor corporal y el peso de un niño, lo que aumentó de forma considerable la emisión de SVOCs.
Uno de los estudios demostró que al aplicar calor y peso sobre los colchones, “las emisiones de varios compuestos aumentaron significativamente” . Algunos productos químicos ni siquiera se detectaban a temperatura ambiente, pero sí tras simular condiciones reales de sueño.
Este enfoque experimental es especialmente relevante porque los niños de 0 a 4 años pueden pasar hasta 18 horas al día en este entorno, con una frecuencia respiratoria mucho mayor que la de los adultos. Además, su piel es más permeable y tienen comportamientos como el contacto frecuente boca-mano que los hacen más vulnerables.

Qué sustancias se encontraron y por qué son preocupantes
En total, los investigadores detectaron 21 SVOCs distintos en los colchones analizados, incluyendo ftalatos como DiNP y DiBP, y retardantes de llama como TCEP y TCPP, algunos de los cuales están restringidos en ciertos productos infantiles, pero no en colchones.
La concentración de TCEP en uno de los colchones fue especialmente llamativa, a pesar de que su uso está prohibido en Canadá en productos de espuma destinados a niños menores de 3 años. Según el estudio, “TCEP se detectó en niveles de 9000 mg/kg en la espuma y 6500 mg/kg en la funda”.
También se identificaron filtros UV como benzofenonas y salicilatos, empleados en tintes textiles para evitar el deterioro por luz solar, y que actúan como disruptores endocrinos. Algunos de estos compuestos están incluidos en listas de contaminantes persistentes a nivel internacional, como el UV-328.

El papel de la regulación: vacíos legales y certificaciones dudosas
Uno de los aspectos más preocupantes es que varios colchones contenían químicos en niveles que superan los límites permitidos en juguetes, pero que no están regulados en colchones. Esto revela un vacío legal que deja a las familias desprotegidas.
El equipo de investigación señala que las certificaciones ecológicas no son garantía: “Uno de los colchones certificados contenía DnOP en niveles que no cumplen con los criterios regulatorios” . Además, los componentes y la composición química pueden variar incluso entre colchones del mismo modelo comprados en años diferentes.
Este hallazgo refuerza la necesidad de una vigilancia activa por parte de los fabricantes y una actualización urgente de las normativas, incluyendo la extensión de los límites de concentración permitidos a productos de descanso infantil.
Consejos prácticos para familias que quieren reducir riesgos
Aunque los resultados apuntan a la necesidad de cambios en la industria y en las políticas públicas, hay pasos que las familias pueden tomar de inmediato. Reducir la cantidad de objetos en la cama del niño, como almohadas o juguetes, puede ayudar a disminuir la carga química del entorno.
Otro consejo práctico es lavar con frecuencia la ropa de cama y la ropa del niño, ya que los tejidos actúan como barrera, absorbiendo parte de las emisiones. También es recomendable optar por tejidos sin tintes intensos, ya que estos pueden requerir el uso de filtros UV adicionales.
En uno de los estudios, los autores enfatizan que “la ropa de cama y la ropa infantil actúan como barrera protectora, especialmente si se lavan con frecuencia”.
Un entorno donde se duerme, pero también se respira y se absorbe
Este conjunto de investigaciones ha servido para poner foco en un espacio cotidiano que rara vez se cuestiona: la cama infantil. Dormir debería ser un acto seguro, sin exposición a compuestos que alteran hormonas o afectan la memoria y el comportamiento.
La exposición acumulada en estos primeros años de vida puede tener implicaciones duraderas. Como concluyen los investigadores, “los resultados sugieren que los fabricantes deberían mejorar la supervisión de sus productos para evitar la inclusión de químicos innecesarios y potencialmente peligrosos”.
Las recomendaciones son claras: restringir el uso de SVOCs innecesarios, exigir etiquetado transparente, y garantizar que las certificaciones respondan a criterios científicos actualizados.
Referencias
- Sara Vaezafshar, Sylvia Wolk, Kayla Simpson, Razegheh Akhbarizadeh, Arlene Blum, Liisa M. Jantunen, Miriam L. Diamond. Are Sleeping Children Exposed to Plasticizers, Flame Retardants, and UV-Filters from Their Mattresses? Environmental Science & Technology (2025). DOI: 10.1021/acs.est.5c03560.
- Sara Vaezafshar, Sylvia Wolk, Victoria H. Arrandale, Roxana Sühring, Erica Phipps, Liisa M. Jantunen, Miriam L. Diamond. Young Children’s Exposure to Chemicals of Concern in Their Sleeping Environment: An In-Home Study. Environmental Science & Technology Letters (2025). DOI: 10.1021/acs.estlett.5c00051.